Análisis y Opinión

Imperfecto

· Considero que solo existe una posibilidad honesta, entendida en el sentido de no caer en el autoengaño, de quedar realmente satisfecho frente a un espejo, y es echando en tal ocasión en falta algún defecto en la imagen invertida que se nos ofrece; impureza sin duda alguna sabida propia y que sigue estando ahí, aunque el reflejo especular en ese momento nos la omita

Julio Bonmati | Domingo 05 de enero de 2025
Lo que no debe entenderse como que nos la oculta. Y en tal caso es muy importante no mentirse, y se debe saber que, si nuestra tara puntualmente no se muestra a la vista, la razón no es ni mucho menos que haya desaparecido, el motivo es que hasta el azogue no es perfecto y también tiene su defecto al manufacturar el reflejo que nos devuelve.

Por razones obvias y para alimentar mi autoestima me gustan las personas con defectos y no porque me resulten más humanas, para eso me basta aquello de la forma y las veinticuatro horas separado del seno materno, es sencillamente porque me parece mucho más atractivo poderlas descubrir en sus tres inseparables dimensiones: la mala, la regular y la buena.

Lo perfecto no es solo el mayor también es el peor enemigo de la posibilidad de la auténtica mejora, porque Impide el humilde lucimiento continuado por tiempo ilimitado. Es una frontera infranqueable, y una vez alcanzado con el paso del tiempo, tras el aburrimiento que produce, solo se puede ir a peor si se quiere innovar.

No es lo mismo buscar la perfección que perseguir la excelencia, la primera por absoluta y estática de llegarse a rozar invita, por completa y ajena, al desapego y en algún caso también al rechazo, la segunda por relativa y dinámica ni siquiera se detiene cuando hace al objeto de su diana digno de su singular aprecio.

Reivindico una vida donde cada día, además de con su afán, se desarrolle igualmente con su defecto, mínimo uno, porque así al siguiente en el calendario, en el instante inmediato al amanecer cuando falta apenas un minuto para la llegada del alba, al ojo recién abierto se le brinda la oportunidad de reflexionar sobre la probabilidad de destacar, aunque sea solo por dejar atrás al del día precedente; creo que, siendo pragmático, sin la premisa de la presencia del defecto no se encuentra realmente utilidad alguna en aferrarse a la esperanza.

Quizá coleccionar muchos defectos no deba ser un objetivo que perseguir para sentir orgullo y presumir, pero por lo menos tener tres o cuatro, de esos que se asumen como los más corrientes y los más insustanciales por su baja gravedad, siempre disponibles a modo de fondo de armario por si nos sorprende la convocatoria a un evento social inesperado, puede salvarnos de quedar como auténticos cretinos con superávit de soberbia; y en tal momento te encuentras con su primera paradoja, a veces el defecto nos viste con un ropaje que evita lo que desluce.

Después está lo más difícil, gozar la gracia de poder disfrutar del anhelo en la carencia de su lógica como hecho consumado natural. Es en el defecto donde se encuentra lo racional, pues es él el que nos empuja a focalizar la mente si no para evitarlo por lo menos para minimizarlo y demostrar que lo podemos superar. El defecto es para la inteligencia un gran estímulo que la acerca al medallero, y para la estupidez es un lastre, por eso esta última solo lo niega contumaz cuando no lo esconde.

El concepto de defecto al que me refiero es ese que a la gente le permite distinguirse para poder dar el salto de ser únicamente vendibles a granel y bajo precio en populares “mercadillos”, a ser ese producto discontinuado solo transmisible, con su correspondiente descuento, en “outlets”.

Y por último [en la imperfección] se puede encontrar en la profundidad de su esencia su particular y peculiar segunda paradoja que pivota sobre el fenómeno de la inversión de la situación por acumulación, y que su explicación la expondré con una personal vivencia, que barrunto que más de uno a su manera también en alguna ocasión ha podido disfrutar.

Solo una vez en toda mi vida, y fue hace ya tiempo, experimenté lo que denominé por aquel entonces “la segunda paradoja del defecto” y ocurrió con una persona que desde hace mucho tiempo es una amiga -a la que de tal hecho en su momento hice partícipe- que hace muchos años, antes de conocernos, llegó a este defectuoso país desde otro desastroso Estado trayendo consigo, al observar en detalle algunas de sus particulares características por separado, tantas imperfecciones personales que cuando la descubrí asilvestrada y cargada de rebeldía deambulando por estos pagos fui incapaz de impedir que a mis ojos me resultara, al ser observada con perspicacia en su conjunto como una unidad, sencillamente perfecta.

Reciba un cordial saludo todo aquel que también haya tenido la suerte de gozar de parecida paradoja, o en su defecto y de forma muy especial como muestra de empatía envío mis condolencias a quien, tras su lectura y el análisis por separado de cada uno de sus párrafos, esta columna le haya resultado imperfecta.