Hace unos meses, el ‘Informe Draghi’ revelaba que en cuestión de años, la población de la vieja Europa no sumará ni el 5% de la total mundial; y no digamos ya la generación de riqueza, que igualmente se mantendrá por debajo del 10%, y cayendo a plomo, en relación a la generada en la totalidad del globo.
La pregunta es: ¿por qué esas castas privilegiadas, y buena parte de sus subvencionados lacayos mediáticos, no quieren ver lo que es evidente? Y, por añadidura, ¿qué consecuencias tiene una deriva con apariencia de ser irreversible? ¿se llegarán algún día a activar los mecanismos de freno?
El referido informe del ex presidente del Banco Central Europeo pone el foco sobre cuestiones puramente económicas, elaborando un diagnóstico totalmente sombrío sobre el horizonte de innovación y competitividad de la Unión Europea frente a Estados Unidos o China u otras potencias asiáticas. Pero el ‘quid’ no es sólo que “4 de las 50 mayores empresas tecnológicas del mundo sean europeas”, o que en estas latitudes no se premie sino que se persiga y margine el talento produciendo una auténtica fuga de cerebros, grave y continuada.
El ‘quid’ es la apuesta suicida de las instituciones comunitarias por la Agenda 2030; es la obsesión auténticamente esquizofrénica y gritona por impulsar la descarbonización, a ciegas y cerrilmente, sin reparar en sus efectos colaterales o su sentido; y es, sin ninguna duda, la sustitución poblacional que se está produciendo, con la regularización de inmigrantes ilegales que son el indiscutible caballo de Troya en un Estado del bienestar a todas luces ya insostenible y agrietado, hundido en la deuda.
Ya se sabe a qué van a jugar en los próximos años socialistas y comunistas. Son una lápida para el progreso y un imán para la ruina (salvo para la suya propia). Pero con ellos no se puede contar para sumar y para remontar.
O liberales y conservadores, decididamente y sin fisuras arrojan al vertedero de la Historia los postulados de la agenda globalista y despiertan; o socialistas y liberales, por fin, dejan de estigmatizar como ‘ultras’ o ‘extremistas’ o ‘derechistas’ a quienes defienden algo tan de sentido común como lo que ha aupado al poder a Trump al otro lado del Atlántico… o cada acción que se emprenda, en la línea que hasta ahora se ha llevado desde el seno de las instituciones europeas, sólo contribuirá a que un continente, cada día un poco más cerca de estar herido de muerte, irremediablemente se desangre. ¿Lo ven? ¿Lo vemos? ¿Qué más ha de pasar?