Cabe recordar que Groenlandia no forma parte de la superficie comunitaria. En 1953 logró el estatus de territorio nacional y se inició el lento y doloroso proceso de separación de una circunscripción habitada principalmente por los inuit. El ingreso de Dinamarca en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1972 fue la antesala de su salida definitiva trece años más tarde. Una decisión motivada por el deseo de librarse de las regulaciones europeas en materia de pesca y las limitaciones a la caza de las focas, indispensables por la supervivencia de sus residentes.
Desde principios del siglo XXI dos han sido las razones que han convertido Groenlandia en una pieza estratégica de la geopolítica mundial. En primer lugar el hecho de que la isla sea un depósito de recursos naturales. El subsuelo almacena enormes cantidades de petróleo y gas natural. Las rígidas condiciones atmosféricas hacen que su explotación no sea tan conveniente en comparación con los yacimientos americanos o asiáticos. Pero el verdadero aliciente son las denominadas tierras raras, es decir minerales indispensables para la fabricación de productos informáticos y la transición ecológica.
Nos referimos al cobalto, grafito y litio utilizados en la producción de baterías para motores eléctricos. O al cobre, zinc, y de metales como el titanio, el vanadio o el tungsteno indispensables para las superaleaciones. Una mina ubicada a escasa distancia de las costas de las economías más avanzadas del mundo. Según las estimaciones del gobierno estadounidense, la isla almacena reservas de hasta 43 minerales críticos con una estimación de 42 millones de toneladas. En 2023 las extracciones a nivel mundial no superaron los 350 mil kilos.
Luego está el aspecto geopolítico. El cambio climático favorece la explotación de los recursos naturales en el Ártico y sobre todo la apertura de nuevas rutas. Actualmente existen dos vías principales de conexión entre las cuencas marinas más importantes del mundo: el Indo-Pacífico y el Atlántico. Ambas están destinadas a suplantar los itinerarios meridionales del Cabo de Buena Esperanza en el sur de África y de Cabo de Hornos en América, mucho más largos e incomodos para el comercio internacional. El 90% del intercambio de mercancías se lleva a cabo mediante buques y graneleros. Con el derretimiento del hielo podrían abrirse nuevos trayectos al norte de Canadá y de Rusia. El segundo es el más practicable y representa una amenaza al estar controlado por el Kremlin. En un contexto marcado por la guerra en Ucrania Rusia podría ceder el paso y el estacionamiento a los barcos chinos aliados.
El dragón asiático es el que más ha aprovechado el excepcional calentamiento climático. En 2023 la República Popular llevó a cabo siete tránsitos por esta ruta dañando en una ocasión un importante gasoducto. Esto supone el embrión del primer servicio regular de transporte de contenedores entre Asia y Europa a través de los mares del norte. La compaña NewNew Shipping Line ha anunciado que en 2025 procurará aumentar el número de desplazamientos y la flota de barcos rompehielos.
De momento la navegación en el Ártico obliga a un desembolso considerable en términos económicos, pero a largo plazo – teniendo en cuenta que la reducción temporal respecto a los pasos habituales de Panamá y Suez es del 50% - será más que conveniente también por la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Una ruta que alterará por completo el valor geoestratégico de Groenlandia.
Pero la denominada Polar Silk Road no es la única prioridad del gobierno de Beijín. Xi Jinping y sus asesores están destinando enormes partidas presupuestarias a grandes proyectos de exploración y explotación de minerales, inquietando los rivales estadounidenses. El gran temor de Washington es que mediante este tipo de inversiones económicas China obtenga el control sustancial del espacio groenlandés y refuerce su presencia comercial y militar a un centenar de millas náuticas de las costas norteamericanas.
En 2016 el gobierno danés se movilizó para impedir que la sociedad minera General Nice, con sede en Hong Kong, se hiciera cargo de la base naval de Grǿnnedal, entonces abandonada. Más recientemente, en verano de 2021, vetó la extracción de uranio al bloquear el proyecto Kvanefield liderado por la multinacional australiana Greenland Minerals y el socio Shenge Resources. Este, bajo patrocinio de gubernamental, invirtió alrededor de 100 millones de dólares en la fase embrionaria del proyecto.
De momento Washington sigue contando con sus alianzas euroatlánticas. Tanto Dinamarca como Canadá forman parte de la OTAN y el Ártico es crucial para la seguridad y el futuro de nuestra economía. No puede convertirse en un argumento diversivo para occidente. La respuesta del gobierno danés a la pretenciosa oferta de Trump ha sido irónica y enojada a partes iguales. Pero no cabe duda de que Groenlandia se ha convertido en un peón de incalculable valor en el partido de ajedrez global entre Estados Unidos y China.