Uno de los argumentos utilizados por EE.UU. para justificar sus políticas ha sido la cuestión del fentanilo. Sin embargo, esta narrativa ignora las deficiencias internas del país en el control de sustancias psicoactivas y desvirtúa una problemática que requiere cooperación internacional y no confrontación. China, comprometida con la lucha contra el narcotráfico, ha sido pionera en la clasificación y regulación de las sustancias relacionadas con el fentanilo, adoptando medidas estrictas que han demostrado resultados positivos. La cooperación histórica entre China y EE.UU. en este ámbito ha sido significativa, pero las recientes sanciones y aranceles impuestos por Washington reflejan una respuesta injustificada y contraproducente.
Lejos de proteger la economía estadounidense, los aranceles han demostrado ser perjudiciales para sus propios intereses. Según un estudio de Moody’s, desde 2018, los consumidores estadounidenses han asumido el 92% del costo de los aranceles sobre productos chinos, incrementando el gasto anual de los hogares en aproximadamente 1.300 dólares. Además, sectores clave como el de los vehículos eléctricos han sufrido un retroceso, afectando la capacidad manufacturera y exportadora de EE.UU.
La estrategia de presión arancelaria no se limita a China. Recientemente, EE.UU. ha impuesto aranceles del 25% sobre automóviles y otros productos europeos, argumentando un supuesto desequilibrio comercial. Estas medidas no solo afectan las relaciones bilaterales, sino que también interrumpen las cadenas de suministro globales, desincentivan la inversión y generan incertidumbre en la economía mundial.
Frente a estas políticas unilaterales, China ha reafirmado su defensa del multilateralismo y el libre comercio. El país ha presentado demandas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y ha adoptado contramedidas legítimas para proteger sus derechos e intereses. Más allá de la confrontación, China apuesta por la apertura y la cooperación global.
El "Plan de Ajuste Arancelario 2025" es un claro ejemplo de esta visión, al establecer tarifas de importación reducidas para 935 productos y mantener el arancel cero para los países menos desarrollados. Asimismo, la relación comercial entre China y la Unión Europea sigue fortaleciéndose, alcanzando un nuevo récord en 2024. Este crecimiento demuestra que la cooperación sino-europea es más sostenible y beneficiosa que cualquier política de aislamiento y unilateralismo.
En un mundo interconectado, el proteccionismo y las acciones unilaterales sólo generan perjuicio mutuo y agravan la incertidumbre económica. China se mantiene firme en su estrategia de apertura, compartiendo oportunidades de desarrollo y promoviendo un comercio justo y equilibrado. La cooperación con la Unión Europea es fundamental para fortalecer el sistema multilateral, garantizar el crecimiento económico y construir un futuro compartido más inclusivo y sostenible.
Es momento de priorizar el diálogo, como ha reiterado Wang Yi, en la conferencia posterior a las ‘Dos Sesiones’, y la colaboración, alejándose de políticas que, lejos de resolver los desafíos globales, los intensifican. Europa y China, como socios estratégicos, están llamados a liderar este camino hacia una economía global más justa y próspera.