Análisis y Opinión

Malfuntástica

Muchos pensaron que "esto" fue un "malfuncionamiento" de un guardarropa para un debut olímpico... sin embargo, pese a los evidentes fallos estéticos.... funciono de maravilla.

· Asociar sin más lo nuevo con lo bueno y lo viejo con lo malo es torpeza para récord

Julio Bonmati | Domingo 13 de abril de 2025
Mayormente cuando lo nuevo no lo es tanto si tras despojarlo del envoltorio lo miramos con detenimiento y en esencia trae existencia desde lejos. Pasa mucho por ejemplo con la moderna manía en la utilización de burdos eufemismos, como denominar “cambiar de opinión” a lo que básicamente es un evidente incumplimiento.

Más vale malo conocido que bueno por conocer, es un principio propio de quien gusta conservar y aprovechar la utilidad de lo tradicional, muy pocos a punto de su jubilación necesitan un tractor y mucho menos aprender su manejo, teniendo un par de viejas dóciles mulas en la granja que conocen perfectamente el bancal y prácticamente, cuando toca hacerlo, saben labrarlo solas.

Si funciona no lo toques, es señal propia de quien opta por aplicar la prudencia, pocos son los que quieren que les cambien, humorísticamente lo llaman actualizar, la versión del software que usan como mucho al cincuenta por ciento y que por fin consiguieron medio dominar. Muchos gustosamente le soplarían con vientos huracanados la cara al “Puertas” cada vez que arbitrariamente estos cambios los impone en su sistema al que en ese momento lo califica mucho más el adjetivo “inoperativo”, y en consecuencia altera y frustra hasta la desesperación el ánimo del que en el currículum en la parte de informática manifiesta grado de usuario.

No creo que sea minoría el grupo de los que tras probar la novedad en alguna ocasión deciden retroceder para seguir usando lo de toda la vida. Incluso me atrevo a decir que rechazar lo nuevo tampoco es tan extraño. Las opciones con base únicamente en un disfrazado progreso, autodenominado así por un particular interés, sin contraste alguno con apoyo en el método científico no tiene por qué convencer.

Recuerdo al pensar en la unión de lo nuevo y lo malo, la anécdota del cliente del moderno hotel que el pobre esos días durante su estancia padecía afonía y en su habitación no había ningún interruptor pues las luces se encendían y apagaban exclusivamente con la voz; y al volver por la noche para por fin descansar la última jornada previa a su salida, tras otro día lleno de reuniones saturadas de un banal e improductivo parloteo, la voz al entrar se le quebró, al hacerse la luz, justo tras con una tremenda ronquera y un fuerte dolor de laringe conseguir decir “encender”; y por fin agotado metido ya en la cama no conseguía que su garganta emitiera con claridad la orden “apagar”. Así que tras desesperar y casi enloquecer para conseguir la oscuridad que necesitaba para poder dormir con gran enfado tuvo que levantarse y con su mano aflojar, una a una, todas las bombillas de la suite.

O al pensar en lo malo y lo de siempre, recuerdo la situación de aquel fulano que pasaba por una crisis matrimonial y orgulloso le contaba a un amigo como ante una amable propuesta familiar hecha confidencialmente por su suegra, le había respondido a esta con la misma confianza que su hija una vez más literalmente pondría el grito en el cielo y añadía ufano como había sucedido su vaticinio, lo que demostraba el difícil carácter que tenía su mujer, aunque sospechaba que su suegra ya lo sabía desde siempre; y el amigo le dijo, no sabes aprovechar las oportunidades y para ser perro viejo eres un pésimo estratega, deberías haberle dicho a tu madre política que en su habitual línea de buena predisposición su hija semejante buen plan lo aceptaría de mil amores y así luego al no estar advertida: primero, se habría llevado una muy desagradable sorpresa con su hija; segundo, el disgusto habría sido mayor; y tercero, en consecuencia habría tomado conciencia de lo que a su paciente yerno le toca a diario de “IVA conyugal” soportar, y como por aguantar tiene ganado un lugar en el cielo.

Y dado que casi todo en esta apasionante vida básicamente es un juego de posibilidades, es señal de manejar con claridad el concepto de la probabilidad asociada a un hecho concreto, practicar la “malfuntástica” una pragmática conducta que predica que hay ocasiones donde para nada conviene arreglar lo que funciona fantásticamente mal.

Y así hay que ver el lado bueno en lo malo y rescatar lo moderno en lo antiguo, para si te encuentras con un viejo o nuevo conocido, un adalid de toda modernidad, que es fácil que no sea de tu agrado pero que toque aguantarlo y cuando, tras mostrar aunque quede antiguo por educación un impostado interés al que los cursis modernos llaman “posverdad”, te dice compungido que no se encuentra precisamente en su mejor momento y te da la chapa con sus males, hay que aprovechar la ocasión y hay que saber animar al que se encuentra con el espíritu bajo y hacerlo con señorío.

Siempre me gustó el estilo de quien al mustio de progre tufo snob le preguntó ¿Cómo estás? Y cuando este comedidamente respondió, la verdad es que estoy un poco mal, sin concesiones ni darle tiempo para desarrollar la situación, con suavidad le quitó raudo la palabra y le dijo con tono bajo, respetando y cumpliendo con la buena verdad de toda la vida, eso está muy bien querido amigo, pues si solo te sientes un poco mal deberías adoptar una nueva costumbre y salir a celebrar por todo lo alto tu gran positivismo y optimismo porque, y me temo que también lo mismo le pasaría a algún otro si te mirara con los mismos ojos que lo hago yo, te encuentro realmente fatal.