Los responsables políticos, especialmente los sucesivos gobiernos socialistas, han preferido el silencio cómplice y la corrección política, evitando llamar a las cosas por su nombre. Han condenado a quienes advierten del peligro real, acusándolos de xenofobia o racismo, mientras España se transforma silenciosamente, entregada al multiculturalismo impuesto por unas élites que jamás sufrirán en carne propia sus consecuencias.
En lugar de memoria histórica real, de honor hacia aquellos que murieron injustamente en El Descanso, lo que prevalece hoy es la memoria selectiva de una izquierda irresponsable. Prefieren recordar episodios del pasado que dividen, olvidando intencionadamente tragedias como esta, incómodas para su relato.
A 40 años del atentado, no hemos aprendido nada. Peor aún, hemos empeorado. Las víctimas de "El Descanso", y todas las posteriores víctimas del terrorismo islamista, merecen ser recordadas con dignidad, no ocultadas bajo el manto de la indiferencia o la cobardía institucional. Es nuestro deber resistir ante el olvido, mantener viva la memoria y exigir responsabilidad y firmeza frente a quienes aún hoy desean repetir la barbarie.
El olvido es una traición. La memoria, nuestra última resistencia frente a la barbarie que acecha nuevamente.