Análisis y Opinión

Mas, ese traidor que quiere ser presidente de otro país

EDITORIAL

Redacción | Martes 21 de octubre de 2014
"No sabemos si se puede ya tratar de nacional o de extranjero al señor Artur Mas. Pero de lo que si podemos estar ya seguros es que hay que tratarlo como un traidor a la patria y a los españoles. Y punto".









Un señor que se encarama a la presidencia de una Comunidad Autónoma, tiene que ser consecuente con el ordenamiento jurídico al que se somete por sufragio, y saber que, una vez que se ha presentado candidato, está ahí para acatar la Ley y hacerla cumplir –para todos por igual-, no para hacer volar la imaginación y ponerse a pensar si estará mejor de la jodida “cola de león” de la España que tenemos en estos momentos, o estará mejor quizás de la “cabeza de ratón” que pretende ser.

Artur Mas se ha comportado como un traidor a España desde el mismo momento en que prometió o juró su cargo con lealtad al Rey y para hacer guardar la Constitución. Le han elegido presidente de una Comunidad y quiere transformarse en el Presidente de un Estado, con sus bancos, sus negocios, sus ejércitos y sus policías. No creo que la idea sea ridícula, ni mucho menos; pertenece a la imaginación ambiciosa de quien se siente apoyado por otros cuantos semejantes a él.

Hoy en día cualquier territorio, por ridículo que sea –que no es el caso de Cataluña-, sabe que contará inmediatamente con el apoyo de fuerzas extrañas. No en balde habría que preguntar al señor diputado Carles Campuzano, compañero de Artur Mas, qué hizo durante tanto tiempo simpatizando por Gibraltar de hotel en hotel y de casino en casino con los señores de Esquerra Republicana Pilar Rahola y Joan Colom. Igual se les ha olvidado.

Y ahora que hemos recuperado del viejo archivo la copia del Diario Oficial del 7 de octubre de 1934 en que el Presidente de la República –no era monarquía como hoy-, Niceto Alcalá Zamora, tuvo que verse obligado a declarar el Estado de Guerra en todo el país por los gravísimos disturbios que tuvieron lugar en Asturias, pero muy especialmente por la escala de tensión que se produjo tras proclamar la Generalidad de Cataluña el Estado Catalán. Al final de este editorial reproducimos la página de aquel Diario Oficial de 1934.

El pobre Niceto Alcalá Zamora firmó en ese Diario Oficial:

“En Cataluña, el Presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat Catalá. Ante esa situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país”.

Muy poca gente recuerda que el llamado Alzamiento Nacional de julio de 1936 está vinculado directamente a aquella locura colectiva que se vivió entre 1933 y 1936, tres años de demencia política, perfil bajísimo de los dirigentes y encefalograma plano del Estado, que es toda la Administración, incluyendo las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos. Pero España tiene enemigos.

Que el presidente de la Comunidad de Cataluña esté acorralado en su propia ineficacia no quiere decir que todo el mundo tenga que seguir su estúpido discurso, un callejón sin salida con la puerta muy estrecha.

No olvidemos nuestro pasado más inmediato, no repitamos los fallos. No caigamos en lo mismo.