Ayuntamientos como el de Madrid, en manos de analfabetos funcionales, de sectarios indocumentados, crean una policía municipal denominada “gestión policial de la diversidad”, que suponemos perseguirá y multara de manera sectaria al que consideran no es lo suficientemente diverso. Los campos de reeducación han sido sustituidos de manera sibilina por leyes, normas que imponen por decreto lo que sucedió en el pasado y lo que debemos pensar en el futuro.
Vivimos la época de mayor ausencia de libertad individual nunca antes conocida. La imposición no es vendida como libertad. La libertad de opciones políticas, también queda limitada al pensamiento de lo que consideran políticamente correcto. No somos libres ni de pensar ni de disentir. Tampoco lo somos a la hora de tomar decisiones. La persecución es la norma de conducta y la manera de actuar de todos aquellos a los que se les llena la boca de libertad, que sin embargo niegan al que no piensa u opina como ellos.
La diversidad solo existe en las opciones que previamente han sido limitadas, no en otras que no son permitidas o susceptibles de ser elegidas. Nuestra libertad se encuentra limitada a lo que previamente han decidido por nosotros. No cabe nada que no esté en “la oferta” y que nosotros deseemos incorporar.
Televisiones, radios y periódicos, partidos políticos, agentes sociales, editoriales u oferta cinematográfica, son solo algunos ejemplos de quienes pueden subsistir con ayudas públicas y dinero de todos, frente a otros canales que no reciben ningún tipo de ayudas por considerarse que no entrar dentro del mundo de lo políticamente correcto. El 80% de lo que se edita y se publica en este país, está en manos de un solo grupo empresarial que juega con distintas marcas como si eso lo hiciera diverso. Lo mismo sucede con medios de comunicación que manejan distintas sensibilidades, distintos canales que en el fondo no dejan de ser los mismo.
Competencia ficticia en lo social, en lo cultural y en lo político. Que parezca que todo es distinto y diverso, cuando en realidad lo que se nos ofrece es lo mismo. Consenso de las partes en lo mollar, en lo importante y capacidad de elección en lo menor, en lo insustancial. Somos marionetas con pretensiones y con la ilusión ficticia de que somos libres porque se nos permite votar cada cierto tiempo opciones que previamente han sido clasificadas como las correctas.