El caso es que el ciudadano Ortuzar, tras homenajear a Sabino Arana, uno de los mayores promotores de la violencia racista de la Historia (a sus textos me remito), se ha enfadado y ha acusado a Ciudadanos de ser… ¡falangistas! Considerando que dicho partido está trufado de flechas, “pelayos”, etc., con ello demuestra una ignorancia enciclopédica digna del añorado Cromañón. Todo parecido del ambiguo ideario de Ciudadanos con el de José Antonio Primo de Rivera se asemeja al de un huevo con una ñora, como se deduce de las lecturas más elementales. Pero, ¿Por qué le ha dado por ahí al bueno de Ortuzar? Porque, dice, Ciudadanos defiende una España, una, grande y libre.
Con esto el hombre ya desliza confusión entre el falangismo y el franquismo, sutileza esa que renunciamos a aclarar ante tan luminosamente para centrarnos en lo importante. Llevo mucho tiempo alejado del entramado de Ciudadanos, incluso bastante tiempo como “persona non grata. Por lo que no soy el más idóneo para aclarar en su nombre el modelo de España que defiende. Pero una España libre, la defiende sin duda, como la inmensa mayoría de los Partidos nacionales españoles. Como lo de una España libre era un oxímoron bajo el franquismo, ya que era justo lo contrario, muchos luchamos en su momento, con o sin heroicidades, para conseguir la España libre que hoy tenemos en casi todas sus regiones. Y ello sin necesidad de apoyarnos en una banda aviesa, asesina y totalitaria. Por eso soñar con una España aún más libre es profundamente antifranquista y no tiene nada de reprochable… salvo para los de subconsciente totalitario o supremacista.
Vamos a lo de grande. Si es romanticismo imperialista, no creo que ningún Partido nacional, en este momento, se plantee ni por asomo una España expansiva e invasora, que bastante tenemos con gestionar mejor lo que somos. En cambio, determinados Partidos regionales, inventores y muñidores de “pueblos míticos uncidos por el destino glorioso” desde lo que no es más que una bendita riqueza cultural, sí tienen, al parecer, pretensiones de apropiarse el Gobierno de otras regiones o de otras áreas, incluso, de patrias extranjeras. Ahí creo, modestamente, que el ciudadano Ortuzar intenta buscar más la paja en ojo ajeno. Cree el ladrón…
Y vamos a lo que parece que molesta más al hispano-vasco citado: lo de España una, es decir, unida. Decimos tal cosa porque sus declaraciones parecen motivadas por la oposición simbólica de C’s, junto con Compromís (igual es también falangista), al cupo vasco actual. Por cierto, digamos de pasada, que si C’s hubiese querido oponerse eficazmente podía haber condicionado su voto a los Presupuestos Generales a un cálculo decente del cupo vasco-navarro, o, incluso, haber incluido el tema como condición en el acuerdo de Gobierno de hace una año. La gravedad del tema lo justificaría...
Pero sigamos. No es tanto la unidad de los españoles que se esconde tras la aberración del cupo vasco, como su esencial igualdad. El cupo vasco-navarro, por cierto, también utilizado por el franquismo, y la enmienda adicional de la CE son, precisamente, una ampliación dudosísimamente democrática de la práctica franquista, hoy en día crea españoles de primera y segunda categoría de manera alevosa. Rompe la igualdad y solidaridad entre españoles, mucho más importante que entre territorios, que también rompe. Si España “una” significa una España de ciudadanos libres, esencialmente iguales y solidarios, bienvenida sea, y será precisamente, lo que no era ni la España caciquil ni la España franquista. Porque la igualdad y solidaridad entre españoles, entre personas, es un principio básico democrático recogido directamente de los valores de la Ilustración, justo lo opuesto al franquismo. Y es obligación de los demócratas sometidos a nuestra Constitución luchar por conseguirla. Muy río arriba democrático de franquismos, sabinismos, falangismos, caciquismos, racismos y otros totalitarismos. El ciudadano Ortuzar no sólo debe reestudiar la Historia, sino además la ética. El PP y El PSOE también.