Cultura: el Jardín de Atenea

Anastasia, el musical: un fascinante viaje al pasado de una princesa muy alejada del modelo Disney

COMIENZA LA LEYENDA

· Por Mariano Velasco

Martes 04 de diciembre de 2018
A quien tema encontrarse con una historia vacía, sencilla y algo ñoña, más cercana al universo de las princesas Disney que a un espectáculo trascendente y de peso, Anastasia, el musical (https://www.anastasiamusical.es/), le va a deparar una agradable sorpresa. Porque a buen seguro que el público que acuda con tal ida preconcebida a ver el musical que triunfa actualmente en el Teatro Coliseum de Madrid acabará más pronto que tarde entregado ante la riqueza argumental del planteamiento que se esconde bajo su deslumbrante envoltorio.

Y es que resulta inevitable enfrentarse a esta historia teniendo en la cabeza su antecedente, la película de animación que triunfó a finales de los 90 que, por cierto, ya marcaba ciertas distancias respecto al modelo de princesa Disney. Pero ya metidos en el musical, y casi desde el principio, la impactante representación del estallido de la revolución bolchevique se encargará de poner fin a cualquier idea preconcebida, si es que aún se tiene, y nos situará a los pies de lo que va a ser una muy bien tejida historia de supervivencia, amor, odio, guerras, revoluciones y. sobre todo, una búsqueda fascinante de la verdadera identidad, no solo de lo que se ha sido sino también de lo que al final uno quiere ser.

El punto de partida resulta de sobra conocido: la familia imperial vive feliz en su palacio de San Petesburgo disfrutando de todo lujo y riqueza; y en esas están, tal vez demasiado felices, cuando da comienzo la revolución bolchevique que culminará con la destrucción del palacio y el ajusticiamiento y muerte de todos los miembros de la familia Romanov. Aquí es donde termina la historia y comienza la leyenda de Anastasia.

Porque a partir de la posibilidad de que un miembro de la familia haya sobrevivido, el musical narra la fascinante historia de la joven Anya que, perdida la memoria, viajará desde la Rusia bolchevique hasta París para encontrarse con lo que todavía no sabe si es o no su verdadero pasado y averiguar si ella es la princesa superviviente, es decir, la verdadera Anastasia.

La historia, ya de por sí atractiva, se nos ofrecerá adornada con un muy llamativo envoltorio consistente en una sobresaliente escenografía plagada de efectos visuales y recursos tecnológicos, acompañado todo ello de un meticuloso trabajo de vestuario y peluquería y, sobre todo, de un puñado de excelentes temas musicales interpretados en directo por orquesta y voces de primerísimo nivel.

Jana Gómez en el papel de Anya/Anastasia e Íñigo Etayo, como Dimitry, llevan el peso dramático de la función y brillan a un excelente nivel en interpretación vocal, especialmente la primera, pero están secundados a la perfección en el lado más cómico por un entrañable Javier Navares, en el papel de Vlad, y por una graciosísima Silvia Luchetti (Condesa Lily). Aun así, buena parte del foco interpretativo se desvía en sus apariciones hacia Gleb, un quinto personaje en discordia magníficamente resuelto por Carlos Salgado, que además de por su magnífica voz sorprenderá por ser un malo no tan malo, con una gran riqueza de matices y muy alejado por tanto, volviendo otra vez a la comparativa con Disney, del clásico malo malísimo. Con tan atractivo personaje en escena, y recordando de nuevo la película, ¿alguien echará en falta a un tal Rasputín?

Subrayar por último, como otro de los grandes aciertos de la obra, la resolutiva utilización del recurso del teatro dentro del teatro, o para ser más exactos, del ballet dentro del musical. Se trata de la introducción de una breve representación de El Lago de los cisnes, que está muy cerca de anticiparnos qué será lo que determine la elección final de Anastasia en la búsqueda de su pasado. Porque el hechizo de esta historia, como le sucede al cisne blanco en el ballet de Tchaikovsky, solo se romperá cuando aparezca el amor verdadero.