Coleccionismo e Inversión

Falsificación, el fraude que aflora con el tiempo

Jorge Llopis es CEO de www.arstasante.com

HISTORIAS APASIONANTES

· Por Jorge Llopis

Jorge Llopis, Director de PecadosdelArte.com | Martes 04 de diciembre de 2018

Tenemos que remontarnos a los felices años 90. Estamos a punto de entrar en el Euro, hay dinero negro acumulado fruto de ahorros y “negocietes” sin factura, el mundo de las comunicaciones y tecnologías todavía funciona con fax (y en el mejor de los casos por puerto TCP /IP) y conceptos como calidad o resolución de imagen no eran un arcano, sino una quimera. Por tanto hablamos de un momento en el que hay dinero, hay necesidad de cambiar (o blanquear) ese capital con inversiones rápidas y sin demasiadas preguntas antes de la llegada del temido Euroy sobretodo se carecen de los procedimientos de análisis científico (que no se desarrollan plenamente hasta 2010) para poder verificar las obras de arte, más allá de la opinión del Ojo Experto y prestigio de quien las vende.



Por aquel entonces, incipientes coleccionistas e inversores, hicieron acopio de aquellas piezas que circulaban por el mercado, Los argumentos que se empleaban eran siempre los mismos: “Un Fortuny original, que no quedan” o “Un auténtico chollo” y que en su ingenuidad, avaricia o codicia, atesoraban. Obras que se compraban sin recibos ni certificaciones (en el 90% de los casos ) pero el daño, sin saberlo ellos, ya estaba hecho.

Alguno de los expertos “veteranos” indica que el daño procede de mucho antes, de los años 40 cuando todavía grandes nombres del Impresionismo y Modernismo español seguían vivos en un país donde cuestiones como falsificación y tráfico ilícito se consideraba un delito “ingenuo”, como el timo de la estampita, una cuestión de pícaros y golfillos y poco más para entendernos . No existía una legislación al respecto o no se aplicaba y los cuerpos de seguridad están volcados en otras cuestiones, circunstancias que el falsificador y traficante celtibérico de entonces aprovechó con una casi total impunidad. Por otro lado, no he leído nunca que a un artista le haya molestado saber que se falsificaba su obra. Todo lo contrario, les halagaba en su vanidad ya que era la manera de demostrar el valor y como se apreciaba su obra…

Sin menoscabo de los “universales”, Han van Meegeren, Elmyr de Hory, Tom Keating, John Myatt, Eric Hebborn, Ken Perenyi o Mark Landis, nombres como El Argentino”, “Orduñez”, “el Gitano“, “Angelillo” o Serra o el reciente Francisco José García Lorca forman parte de una gloriosa legión de excelentes pintores (y falsificadores) patrios que cruzaron la línea y fueron prolíficos en falsificaciones de autores por entonces codiciados como Sorolla, Mir, Regoyos o Anglada Camarasa entre otros, sino que además se atrevieron con Juan Gris, Kandinsky o Miró. Artistas que muchas veces crearon “Ex novo”, a “la manera de”… Unos falsificadores que convivieron con anticuarios y salas de subastas de entonces; falsificadores que envejecieron y murieron con gloria pero sin penas, sobretodo porque la policía de entonces estaba más pendientes de células comunistas que de timadores de poca monta (así se consideraban)

La producción de falsos en España fue muy importante en los años 60 y 70. Sus tramas todavía hoy siguen impunes. Se sabe quienes pintaron pero se pierde la pista de quienes y a quienes las vendieron, ya que el silencio o la vergüenza impidieron atajar este delito. Las mismas obras han ido circulando hasta quedar definitivamente en punto muerto. Hace unos días, un experto oficial ya anciano me decía:

  • ¡Hombre!, ha otra vez este X. Ya me lo presentaron en los 70. Una falsificación magistral del Argentino. Creo que de Valencia se vendió en Madrid, luego fue a Francia y ahora en Ibiza. Una pieza que hasta a mi, me dió quebraderos de cabeza...

Y así, volvemos a nuestros días, cuarenta años después. Los incipientes coleccionistas e inversores de ayer, están falleciendo. Es ley de vida y también por ley, aunque menos trascendente pero si inexorable, sus testamentos y legados incluyen esas obras que han estado dormidas, preservadas en domicilios y oficinas durantes décadas y para que los herederos puedan disponer de ellas deberán declararse. Ahora bien ¿Sabemos qué se declara? ¿Una obra auténtica o una falsificación?. Puestos a tributar, a Hacienda no le importa si son buenas o falsas. Se cobrará según lo declarado, porque además de ignorar que poseemos un fraude sufrimos el escarnio de pagarlo por bueno. También suceder que ante una pieza sin documentación al heredero se le ocurra venderla directamente. Aunque peor es el caso de las obras que fueron robadas y vendidas como buenas con o sin el conocimiento del comprador también se enfrentan a un posible y también hereditario delito de receptación. Así, son los herederos quienes hacen aflorar el patrimonio oscuro de sus mayores.

Dramático para algunos, pero igualmente fascinante ¿Por qué no crear un Museo del Fake? Desde luego sería una iniciativa divertida, desdramatizadora, incluso didáctica que sacaría de circulación tanta obra conflictiva y donde se podrían estudiar en profundidad estas obras (también son grandes artistas, no se olvide) y desde luego una experiencia rentable por el morbo y curiosidad que estos asuntos despiertan. ¿Un homenaje y un espacio para aquellos pintores que no llegaron a ser reconocidos como artistas por su creación propia, sino por imitar a los maestros reconocidos, incluso a veces superándolos? ¡Qué horror!, pensarán algunos, pero yo ya no sé si pensar que encontrar alguna de estas joyas del falso, resulta ya tan interesante como encontrar una obra de los Grandes Maestros.