Se acaban de celebrar 28 años de la creación de Mercosur, el gran sueño de un gigante económico y cultural que aspira a tener voz propia en las decisiones que tienen que ver con su propio desarrollo. Un sueño probablemente incumplido y frustrado por diversas razones de amplio espectro, de las que especialmente quiero señalar tres: las de la enorme desigualdad y profundas diferencias regionales, las marcadas diferencias entre las distintas economías de los países miembros y las disimilitudes políticas. Desde su creación, Mercosur ha asistido a recurrentes períodos de estancamiento y relanzamiento que no terminan de consolidar la alianza económica. Situaciones como las de Venezuela, cuya estatus de estado miembro ha sido suspendido, convierten a Mercosur en una alianza débil cuyo horizonte viene marcado a menudo más por las situaciones políticas diversas que por los objetivos comunes de índole económica o comercial. Y estas dificultades son las que estancan la incorporación de nuevos estados, como Bolivia, aún en proceso de adhesión, o que se concreten acuerdos importantes con otras alianzas económicas, como Nafta o la Unión Económica Euroasiática (UEE).
El pasado 26 de Marzo Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay celebraron el Día del Mercosur, en una jornada que conmemora la fecha de la creación de este bloque de integración regional. Conocido formalmente como el Mercado Común del Sur, su gigantesca estructura supone una zona de libre comercio con aranceles comunes para todos los estados miembros.
Todo comenzó en 1991, cuando Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se unieron para firmar el Tratado de Asunción por el que posteriormente se crearía Mercosur, un área económica y una plataforma industrial competitiva y desarrollada en todo el hemisferio sur del planeta. Poco más tarde, fruto del buen funcionamiento del proyecto, se unieron otros estados como Venezuela y Bolivia. Además, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Guyana y Surinam se encuentran internos en el bloque como "países asociados".
Pero Mercosur debe afrontar la permanente revisión y acuerdo en tres aspectos centrales que todavía no han sido convenientemente cerrados: el arancel externo común -AEC-, las negociaciones externas y la libre circulación intrazona. Mercosur debe definir aún su vocación como alianza: si opta por una unión aduanera, como la que motivó la creación del Mercado Común inicialmente, que pueda derivar después a acuerdos mas intensos, o si simplemente que queda con una simple zona de libre comercio, como muchos dirigentes quieren que se decante finalmente. La opción como zona de libre comercio sería para muchos la salvación transitoria de una alianza comercial que no ha echado a andar definitivamente, pese a que en la mayor parte de los estados miembros se han intensificado en el último lustro los intercambios comerciales por encima de un 12%, salvando cuestiones importantes como los aanceles o los permisos de exportación.
Otro de los problemas que tiene Mercosur es que no se alza con una voz única en los foros mundiales y que, dicho sea de paso, su voz no es tenida en cuenta. Las grandes potencias emergentes, especialmente China y Rusia, prefieren entablar acuerdos estado a estado, por ejemplo con Brasil en el caso de Rusia, por ejemplo cuando tuvo que buscar proveedores de carne de cerdo tras las sanciones que propició la Unión Europea -España era uno de los principales proveedores de cerdo a Rusia-, o China cuando “aterriza” comercialmente en países como Argentina o Perú.
Recientemente las cámaras de comercio de los países miembros de Mercosur han reclamado nuevos cambios para avanzar mejor en el intercambio de bienes y servicios. Han reclamado también una mayor integración, y romper las barreras que se han impuesto desde el mismo seno de la organización de Mercosur.
Una de las críticas más importantes se enfoca hacia el liderazgo de Mercosur: se ha propuesto sustituir los liderazgos rotatorios por algo más eficiente y decisorio. El propio Consejo de Cámaras de Mercosur es bastante ineficiente y se le acusa de inoperativiad. Y lo mismo ocurre con el frente abierto en el llamado Parlasur, algunos países e incluso muchos partidos hispanoamericanos han criticado éste órgano político y han propuesto que se derogue la ley que establece la elección de legisladores en el Parlasur, y se intente integrar con diputados y senadores ya elegidos.
En cuanto a la prevalencia de Mercosur en el contexto mundial, es conveniente que tenga una palabra respetada y única, una voz que se alce frente a las economías oportunistas que buscan ventaja en la desunión política entre los países de la América Latina. Recientemente Mercosur y Canadá han iniciado una provechosa ronda de contactos para avanzar en un acuerdo de Libre Comercio, es la llamada Ronda de Ottawa. Se ha discutido en Canada el intercambio de ofertas mejoradas para el comercio de bienes y se ratificó el compromiso de intercambiar ofertas en materia de servicios. Además, se avanzó en capítulos clave, como Propiedad Intelectual, Defensa Comercial, Facilitación de Comercio y Defensa de la Competencia.
También han existido avances importantes con la Alianza del Pacífico, en la que coinciden con Mercosur algunos países como Chile o Perú. La Alianza del Pacífico es una iniciativa de integración regional conformada por cuatro países miembros: Chile, Colombia, México y el Perú, cuatro países en proceso de incorporación, cuatro países asociados y más de 40 países observadores en 4 continentes. Por el tamaño de sus economías, los dos, son los bloques de integración más representativos de América Latina y el Caribe y, por ende, tienen un gran potencial de desarrollo y trabajo conjunto.Desde 2014, la Alianza del Pacífico y Mercosur iniciaron la búsqueda de acciones de cooperación para lograr un trabajo conjunto y hoy, la Declaración que suscribieron, incluye un plan de acción que pone como horizonte la posibilidad de suscribir un acuerdo comercial entre los dos bloques.
Pero hay algunas diferencias políticas entre los parámetros que un país debe cumplir para poder integrarse a la Alianza del Pacífico respecto a Mercosur. La Alianza del Pacífico exige la vigencia del Estado de derecho, de la democracia, del orden constitucional y del libre mercado.
Pese a las diferencias, la Alianza del Pacífico y Mercosur avanzan, y el año pasado, en julio, definieron en la cumbre de Puerto Vallarta (México), un plan de acción conjunto para favorecer vínculos entre los dos bloques. Esta amplia Hoja de Ruta complementa y amplía la suscrita en la reunión Ministerial de Buenos Aires de abril de 2017, abordando cuestiones como las Cadenas regionales de valor y acumulación de origen, Facilitación de comercio, Barreras no arancelarias, Cooperación regulatoria, Promoción comercial y MIPYMEs, Facilitación del comercio de servicios, Agenda digital, Inversiones, Comercio inclusivo y género, movilidad académica, Turismo, Cultura y Movilidad de personas.
Y las relaciones con otros bloques de gran protagonismo global, como la Unión Europea, también avanzan, como lo demuestra el hecho de que se están produciendo negociaciones entre Mercosur y la Unión Europea hacia un acuerdo birregional retomaron impulso tras la última reunión de negociadores de ambos bloques, desarrollada en Buenos Aires, el 11 al 15 del mes marzo de 2019, que se van a retomar en el transcurso de la próxima ronda de negociaciones tendrá lugar en Bruselas el próximo mes de julio.
Hay que hacer notar que ha cundido un cierto pesimismo en éstas negociaciones UE-MERCOSUR, especialmente tras las elecciones que han traído cambios políticos importantes en la región, focalizados especialente en Brasil por parte de algunos sectores de extrema izquierda y del Grupo de Los Verdes, que han señalado a Brasil como un país que incumple con el medio ambiente, la preservación de la Amazonía y los derechos de los pueblos indígenas. Las negociaciones no se han llegado a perturbar, pero sobresale la carta de 36 eurodiputados verdes y de bloques de izquierdas a la Comisaria europea, en la que mostraban su preocupación por la situación política en Brasil y la necesidad de que la política comercial de la UE alcance los más altos estándares de derechos humanos y protección ambiental con ese país, la mayor economía del bloque comercial del Mercosur. Parece que los eurodiputados occidentales, a pesar de ser de izquierdas, no se han dado cuenta que Brasil lleva siglos arrasando la selva y a los grupos indígenas, y mencionan ahora Brasil por conveniencia política al acceder a la presidencia Bolsonaro, pero parece que se olvidan de la situación muy parecida que atraviesan las zonas vírgenes de Venezuela o Colombia.
Como podemos comprobar, la distorsión de Mercosur viene dada más por razones de índole política, y a veces por injerencia e intereses externos, que por definición de los propios objetivos políticos y comerciales que deben interesar a sus integrantes.
Qué duda cabe que un Mercosur fuerte y dinámico fortalecería la región, sirviendo de catapulta hacia ese tramo de desarrollo que el grupo de países lleva esperando desde siglos atrás.