El problema viene del hecho de que debe entender bien que la solución de sus cuitas, la mejora de la vida propia y de los suyos está fuertemente supeditada a la resolución del problema separatista y de su gran problema asociado: el destructivo desarrollo del invento, actualmente confederalista, del Estado de las Autonomías. Es decir, hay que pasar de la epidermis en el análisis.
En este breve espacio sólo ilustraremos con tres ejemplos lo afirmado. Centrémonos, para empezar, en el problema del paro. En nuestro Reino es endémico y sistemáticamente uno de los más altos de Europa y de occidente. Es decir una singularidad dramática, como lo es, qué casualidad, que España sea el único país de envergadura de Europa que se enfrenta al desguace y a un problema secesionista impune. Pues bien conviene saber que hasta que España no recupere su unidad de mercado y su gobernabilidad económica, este problema “real” no se acercará a la solución. Hablemos ahora de la educación. Su problema está en la calidad y el nivel de preparación que procura a los jóvenes para convertirlos en ciudadanos democráticos y para dotarles de los mejores conocimientos de cara a su vida profesional. No es problema de dinero ni de espacio ni de materiales. ¿De verdad se puede conseguir un sistema educativo digno con 17 sistemas educativos distintos, con la proliferación costosa de universidades y títulos de inevitable baja calidad, con 12000 enseñantes exiliados de la Cataluña hispana, con la desaparición de facto de la alta inspección, con la endogamia autonomista universitaria, con curricula que mienten sobre la Historia o sobre la democracia…? O arreglamos eso o sólo estará preparada una reducida élite, lo que aumentará las desigualdades. Finalmente, mentemos las pensiones. Su problema es, como en todas partes, tener suficiente dinero para pagar unos retiros dignos. Como en todas partes, pero siendo en nuestro Reino menos “generosas” que en muchos países de la UE. Pues bien, España, país no rico y frágil financieramente, no tendrá nunca dinero suficiente para pagar cinco niveles de administración enfrentados en diecisiete taifas, para pagar las felonas embajadas secesionistas, para pagar caprichosos aeropuertos autonómicos redundantes, para pagar un instituto meteorológico en cada pueblo, para… y, a la vez, pagar unas pensiones dignas.
Podríamos platicar sobre desigualdades, reducción de libertades y muchas cosas que son problemas “reales”. Todos pasan, en su raíz, por resolver debidamente el problema secesionista y su metástasis.
Por eso muchos, muchísimos, de los que luchamos por una España de libres, iguales y solidarios, no nos desgañitamos por románticas banderas, ni por unidades de destino en lo universal, ni por mitos eternos. Queremos una España que sobre los valores democráticos de libertad, igualdad y fraternidad, sea la más eficiente y decente para mejorar, de verdad, la vida “real” de los ciudadanos. O mejor aún, para darle una Nación y unos instrumentos colectivos que les permitan mejorar ellos mismos su vida cotidiana.