Pues bien, al igual que nadie discute que la desaparición de la sociedad micénica que dio paso a la Edad Oscura en la antigua Grecia, o que la Edad Media[1] en la Europa post romana que sucedió a la Edad Antigua, supusieron un retroceso civilizatorio en casi todos los ámbitos, es decir, una reducción de la complejidad de los subsistemas de la antigua Grecia y de la Europa mediterránea, lo mismo puede decirse del capitalismo que empieza con la mal llamada Revolución Industrial[2] en Gran Bretaña.
No debemos olvidar que la irrupción del capitalismo y la Revolución Industrial es un fenómeno relativamente reciente en términos históricos: unos 240 años frente a, por ejemplo, el Imperio romano, más de 600 años hasta que entre el 634 y el 642 los primeros califas conquistan más de la mitad del Imperio romano de Oriente (Siria, Palestina, Jordania, Egipto y la parte sudoriental de la actual Turquía) o si se prefiere 500 años con la caída oficial del Imperio romano de Occidente en el 476. Durante varias décadas, el capitalismo y la Revolución Industrial se dieron en un sólo país, el Imperio británico. En la segunda mitad del siglo XIX ya tenemos a la mayoría de los estados europeos industrializados y en plena expansión colonial. Entre 1873 y 1896 llega la primera gran crisis del capitalismo, seguida a finales de este siglo con lo que suele conocerse como segunda Revolución industrial (petróleo, gas, electricidad). La Primera Guerra Mundial supone un punto de inflexión en la historia de Europa que empieza un periodo de decadencia imparable en el que continuamos insertos hoy en día camino de la más absoluta irrelevancia. La Gran Depresión hunde al mundo en una gigantesca crisis económica de la que únicamente se termina saliendo con la Segunda Guerra Mundial e intentando corregir los desequilibrios del capitalismo con políticas keynesianas. El Imperio británico agotado y en disolución cede el testigo a Estados Unidos como la mayor potencia económica y militar Occidental. La vuelta a un liberalismo económico renovado anglosajón de la mano de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los ochenta inicia un nuevo periodo, el de, como yo lo denomino, la globalización capitalista financiarizada neoliberal anglosajona. Pues bien, este periodo ha terminado en el 2020 con la mayor crisis económica del capitalismo en toda su historia acompañada de una crisis de la democracia liberal sin antecedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Al comunismo o socialismo real, cuyo máximo ejemplo fue la URSS, se le criticó con razón porque jamás cumplió con aquello que prometía y termino con un sonoro fracaso. Actualmente, al capitalismo y a la democracia liberal les está pasando lo mismo, resultan tan fantasiosos como lo fue el comunismo realmente existente. Teoría y práctica no coinciden ni han coincidido nunca. Tampoco han cumplido lo que prometían. Los mercados no se autorregulan gracias a la mano invisible y la división de poderes de que la que hablo Montesquieu nunca se ha dado en la realidad. El mito del progreso del capitalismo y las democracias liberales, que llevo a hegelianos trastornados como Fukuyama a proclamar el fin de la Historia, se ha mostrado tan falso como el mito del progreso socialista camino de la sociedad comunista. Y a fecha de hoy nos encontramos que no tenemos alternativa alguna al capitalismo y las alternativas a la democracia liberal están tan sólo en un conjunto de ideas dispersas difíciles de articular y más difíciles aún de llevar a la práctica.
En esta coyuntura histórica es en la que se da una combinación de elementos interrelacionados que constituyen una tormenta perfecta:
La “recuperación” de la crisis del 2008-2014 fue una huida hacia adelante que conducía inevitablemente a un callejón sin salida. Era cuestión de tiempo que estallara una gigantesca crisis provocada por factores económicos, bélicos o de otro tipo. La ruleta del infortunio ha querido que sea una pandemia la que hunda el capitalismo globalista neoliberal financiarizado anglosajón.
La globalización, un mundo sin fronteras gobernado por el capital internacional –global– está muerta. Esto, obviamente, no acabará con el comercio mundial; pero será un comercio internacional entre estados y las empresas que en ellos radican. Quedarán restos de la globalización; pero no serán más que eso, restos.
El coronavirus marca, por tanto, el fin de la globalización capitalista neoliberal anglosajona fnanciarizada. Entramos en la Edad Media del capitalismo: proteccionismo, soberanismo, cierto grado de autarquía, la aparición de una nueva clase social –la clase prescindible, no tiene capacidad de consumo ni el capitalismo la necesita como fuerza laboral, es un estorbo– o regímenes autoritarios disfrazados de democracias liberales. Aldous Huxley describió con gran anticipación en ‘Un mundo feliz’ (1932) en lo que se han convertido hoy las democracias liberales: «Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.»
Mientras tanto, lo que se está haciendo es seguir aplicando viejas recetas para un problema nuevo y distinto. Lo que se debería hacer, sin embargo, es embridar con mano dura al capital y a los capitalistas. Los causantes de nuestra ruina actual, coronavirus incluido.
Frente al desastre de una globalización capitalista en plena caída libre solamente hay 3 opciones:
John Maynard Keynes, tras vivir la Crisis del 29, intentó corregir los “defectos” del mercado; pero de manera demasiado tímida. Participó activamente en las negociaciones que establecieron el sistema Bretton Woods que ha regido el mundo hasta la crisis de 2008 y que ha terminado por mostrarse ineficaz y disfuncional en esta crisis. Ambos, el keynesianismo y el sistema Bretton Woods han fracasado estrepitosamente ante la globalización neoliberal.
En tiempos donde muchos países han tenido que recurrir a estados de alarma, excepción, emergencia o similares merece la pena retomar la figura tan denostada y deliberadamente olvidada de Maximilien Robespierre -al que apenas se recordó en la celebración del bicentenario de la Revolución francesa en su propio país-. Robespierre nos marca desde el pasado una dirección a seguir. ¿Por qué la burguesía de ayer y de hoy le tenía y tiene tanto miedo? Robespierre no era un protocomunista o protosocialista como lo eran Babeuf y los enragés, estaba a favor de la propiedad privada y del libre mercado, era un liberal; pero era plenamente consciente de sus límites, especialmente en tiempos de crisis. Es decir, sabía perfectamente que sin la intervención del estado el capitalismo, que es injusto por naturaleza y tiende, inevitablemente, a aumentar la desigualdad entre ricos y pobres, daría al traste con la revolución; de ahí que hubiera que tomar medidas radicales para someter por la fuerza legítima del Estado a los acaparadores capitalistas y evitar una crisis de subsistencias que ponía en peligro a la República. El Comité de Salvación Pública actúo promulgando la ley del Maximum general que impuso un tope para los precios de los alimentos. El capitalismo jamás le ha perdonado esto al «incorruptible».
«El 8 de diciembre, la Convención, siguiendo a la Gironda, prorrogaba la política de libertad ilimitada del comercio, de defensa de los propietarios y de la ley marcial: en consecuencia, los motines de subsistencias prosiguieron. Esta fue una de las causas que condujeron a la Revolución de los días 31 de mayo a 2 de junio de 1793. El 24 de junio, la ley marcial fue por fin abrogada, después, el 4 de septiembre la libertad ilimitada de comercio dejó sitio a la política del Maximum general.»
En este contexto histórico crítico «el incorruptible» pronuncia las siguientes palabras ante la Convención:
«Lo errores en que se ha caído a este respecto provienen, en mi opinión, de dos causas principales.
1ª Los autores de la teoría no han considerado los artículos de primera necesidad más que como una mercancía ordinaria, y no han establecido diferencia alguna entre el comercio del trigo, por ejemplo, y el del añil. Han disertado más sobre el comercio de granos que sobre la subsistencia del pueblo. Y al omitir este dato en sus cálculos, han hecho una falsa aplicación de principios evidentes para la mayoría; esta mezcla de verdades y falsedades ha dado un aspecto engañoso a un sistema erróneo.
2ª Y aún menos lo han adaptado a las circunstancias tempestuosas que comportan las revoluciones. En su vaga teoría, aunque fuera buena para los tiempos ordinarios, no se encontraría ninguna aplicación ante las medidas urgentes que los momentos de crisis pueden exigir de nosotros. Ellos se han preocupado mucho de los beneficios de los negociantes y de los propietarios y casi nada de la vida de los hombres. ¡Y por qué! Porque eran los grandes, los ministros, los ricos quienes escribían, quienes gobernaban. ¡Si hubiera sido el pueblo, es probable que este sistema hubiera sido modificado!
El sentido común, por ejemplo, indica que la afirmación de que los artículos que no son de primera necesidad para la vida pueden ser abandonados a las especulaciones más ilimitadas del comerciante. La escasez momentánea que pueda sobrevenir siempre es un inconveniente soportable. Es suficiente que, en general, la libertad indefinida de ese negocio redunde en el mayor beneficio del estado y de los individuos. Pero la vida de los hombres no puede ser sometida a la misma suerte. No es indispensable que yo pueda comprar tejidos brillantes, pero es preciso que sea bastante rico para comprar pan, para mí y para mis hijos. El comerciante puede guardar, en sus almacenes, las mercancías que el lujo y la vanidad codician, hasta que encuentre el momento de venderlas al precio más alto posible. Pero ningún hombre tiene el derecho a amontonar el trigo al lado de su semejante que muere de hambre.
¿Cuál es el primer objetivo de la sociedad? Es mantener los derechos imprescriptibles del hombre. ¿Cuál es el primero de estos derechos? El derecho a la existencia.
La primera ley social es pues la que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios de existir. Todos los demás están subordinados a este. La propiedad no ha sido instituida o garantizada para otra cosa que para cimentarlo. Se tienen propiedades, en primer lugar, para vivir. No es cierto que la propiedad pueda oponerse jamás a la subsistencia de los hombres.
Los alimentos necesarios para el hombre son tan sagrados como la propia vida. Todo cuanto resulte indispensable para conservarla es propiedad común de la sociedad entera; tan sólo el excedente puede ser propiedad individual, y puede ser abandonado a la industria de los comerciantes. Toda especulación mercantil que hago a expensas de la vida de mi semejante no es tráfico, es bandidaje y fratricidio.
Según este principio, ¿cuál es el problema que hay que resolver en materia de legislación sobre las subsistencias? Pues es este: asegurar a todos los miembros de la sociedad el disfrute de la parte de los productos de la tierra que es necesaria para su existencia; a los propietarios o cultivadores el precio de su industria, y librar lo superfluo a la libertad de comercio.
Desafío al más escrupuloso defensor de la propiedad a contradecir estos principios, a menos que declare abiertamente que entiende por esa palabra el derecho a despojar y asesinar a sus semejantes. ¿Cómo, pues, se ha podido pretender que toda especie de molestia, o mejor dicho, que toda regla sobre la venta del trigo era un atentado a la propiedad, o disfrazar este sistema bárbaro bajo el nombre falsamente engañoso de libertad de comercio? ¿Los autores de este sistema no se percatan de que se contradicen a sí mismos necesariamente?
¿Por qué os veis forzados a aprobar la prohibición de la exportación de granos al extranjero cada vez que la abundancia no está asegurada en el interior? Fijáis vosotros mismos el precio del pan, ¿Fijáis el de las especies, o el de las brillantes producciones de la India? ¿Cuál es la causa de todas esas excepciones, sino la evidencia misma de los principios que acabo de desarrollar? ¿Qué digo? El gobierno incluso somete a veces el propio comercio de objetos de lujo a modificaciones que la sana política aconseja. ¿Por qué aquello que interesa a la subsistencia del pueblo habría de estar necesariamente exento de limitaciones?
Sin duda si todos los hombres fueran justos y virtuosos; si jamás la codicia estuviera tentada a devorar la substancia del pueblo; si dóciles a la voz de la razón y de la naturaleza, todos los ricos se considerasen los ecónomos de la sociedad, o los hermanos del pobre, no se podría reconocer otra ley que la libertad más ilimitada. Pero si es cierto que la avaricia puede especular con la miseria, y la tiranía misma puede hacerlo con el desespero del pueblo; si es cierto que todas estas pasiones declaran la guerra a la humanidad sufriente, ¿por qué no deben reprimir las leyes estos abusos? ¿Por qué no deben las leyes detener la mano homicida del monopolista, del mismo modo que lo hacen con el asesino ordinario? ¿Por qué no deben ocuparse de la existencia del pueblo, tras haberse ocupado durante tanto tiempo de los gozos de los grandes, y de la potencia de los déspotas?
Pero, ¿cuáles son los medios para reprimir estos abusos? Se pretende que son impracticables. Yo sostengo que son tan simples como infalibles. Se pretende que plantean un problema insoluble, incluso para un genio. Yo sostengo que no presentan ninguna dificultad al menos para el buen sentido y para la buena fe. Sostengo que no hieren ni el interés del comercio, ni los derechos de propiedad. Que la circulación a lo largo de toda la extensión de la república sea protegida, pero tomemos las precauciones necesarias para que la circulación tenga lugar. Precisamente me quejo de una falta de circulación. Pues el azote del pueblo, la fuente de la escasez, son los obstáculos puestos a la circulación, con el pretexto de hacerla ilimitada. ¿Circulan las subsistencias públicas cuando los ávidos especuladores las retienen amontonadas en sus graneros? ¿Circulan cuando se acumulan en las manos de un pequeño número de millonarios que las sustraen al comercio, para hacerlas más preciosas y más raras; que calculan fríamente cuántas familias deben perecer antes de que el alimento haya esperado el tiempo fijado por su atroz avaricia? ¿Circulan cuando no hacen sino atravesar las comarcas en que han sido producidas, ante los ojos de los ciudadanos indigentes sometidos al suplicio de Tántalo, para ser engullidas en algún desconocido pozo sin fondo de algún empresario de la escasez pública? ¿Circulan cuando al lado de las más abundantes cosechas languidece el ciudadano necesitado, a falta de poder entregar una pieza de oro, o un trozo de papel suficientemente precioso como para obtener una parcela?
La circulación es lo que pone los artículos de primera necesidad al alcance de todos los hombres y que lleva la abundancia y la vida a las cabañas. ¿Acaso circula la sangre cuando está obstruida en el cerebro o en el pecho? Circula cuando fluye libremente por todo el cuerpo. Las subsistencias son la sangre del pueblo, y su libre circulación no es menos necesaria para la salud del cuerpo social, que la de la sangre para el cuerpo humano. Favoreced pues la libre circulación de granos, impidiendo todas las obstrucciones funestas. ¿Cuál es el medio para conseguir este objetivo? Sustraer a la codicia el interés y la facilidad de crear estas obstrucciones. Ahora bien, tres causas las favorecen: el secreto, la libertad desenfrenada y la certeza de la impunidad.
El secreto, ya que cualquiera puede esconder la cantidad de subsistencias públicas de que priva a la sociedad entera, ya que cualquiera puede hacerlas desaparecer fraudulentamente y transportarlas, sea a países extranjeros, sea a almacenes del interior. Ahora bien, se proponen dos medios simples: el primero es tomar todas las precauciones para comprobar la cantidad de grano que ha producido cada región, y la que cada propietario o cultivador ha cosechado. El segundo consiste en forzar a los comerciantes de grano a venderlo en el mercado y en prohibir todo transporte de mercancías por la noche. No es la posibilidad ni la utilidad de esas precauciones lo que hay que probar, puesto que están todas fuera de discusión. ¿Es legítimo hacer esto? Pero, ¿cómo se pueden entender como un atentado a la propiedad unas reglas de policía general, ordenadas por el interés general de la sociedad? ¿Qué buen ciudadano puede quejarse de ser obligado a actuar con lealtad y a la luz del día? ¿Quién precisa de las tinieblas si no son los conspiradores y los bribones? Por otra parte, ¿no os he probado que la sociedad tenía el derecho de reclamar la porción necesaria para la subsistencia de sus ciudadanos? ¿Qué digo? Es el más sagrado de los deberes. ¿Cómo pueden ser injustas las leyes necesarias para asegurarla?
He dicho que las otras causas de las operaciones desastrosas del monopolio eran la libertad indefinida y la impunidad. ¿Qué otro medio sería más seguro para animar la codicia y para desprenderla de todo tipo de freno, que aceptar como principio que la ley no tiene el derecho de vigilarla, de imponerle las más mínimas trabas? ¿Que la única regla que se le prescriba sea la poder osarlo todo impunemente? ¿Qué digo? El grado de perfección al que ha llegado esta teoría es tal que casi está establecido que los acaparadores son intachables; que los monopolistas son los benefactores de la humanidad; que en las querellas que surgen entre ellos y el pueblo, siempre se equivoca el pueblo. O bien el crimen del monopolio es imposible o bien es real. Si es una quimera, ¿cómo puede ser que siempre se haya creído en esa quimera? ¿Por qué hemos experimentado sus estragos desde el inicio de nuestra revolución? ¿Por qué informes libres de toda sospecha y hechos incontestables nos denuncian sus culpables maniobras? ¿Si es real, por qué extraño privilegio sólo él obtiene el derecho a estar protegido? ¿Qué límites pondrían a sus atentados los vampiros despiadados que especulasen con la miseria pública, si a toda especie de reclamación se opusieran siempre las bayonetas y la orden absoluta de creer en la pureza y la bondad de todos los acaparadores? La libertad indefinida no es otra cosa que la excusa, la salvaguardia y la causa de este abuso. ¿Cómo puede considerarse entonces su remedio? ¿De qué nos quejamos? Precisamente de los males que ha producido el sistema actual, o al menos de los males que no ha podido prevenir. ¿Y qué remedio se nos propone? El mismo sistema. Yo os denuncio a los enemigos del pueblo y me respondéis: dejadlos hacer. NT.3 En este sistema todo está contra la sociedad. Todo está a favor de los comerciantes de granos.
Es aquí donde se hace necesaria toda vuestra sabiduría y circunspección, legisladores. Un tema de este estilo siempre es difícil de tratar. Es peligroso redoblar las alarmas del pueblo, y dar a en tender que se autoriza su descontento. Aún más peligroso es callar la verdad y disimular los principios. Pero si queréis seguirlos, todos los inconvenientes desaparecen. Sólo los principios pueden agotar la fuente del mal.
Sé bien que cuando se examinan las circunstancias de un determinado motín, provocado por la escasez real o ficticia del trigo, suele señalarse muchas veces la influencia de causas extrañas. La ambición y la intriga tienen necesidad de provocar disturbios. Algunas veces son estos mismos hombres los que excitan al pueblo para encontrar el pretexto de degollarlo, y para hacer terrible la libertad ante los ojos de los hombres débiles y egoístas. Pero no es menos verdadero que el pueblo es naturalmente recto y apacible. Siempre está guiado por una intención pura. Los malvados no pueden alborotarlo a menos que le presenten un motivo poderoso y legítimo ante su vista. Ellos aprovechan su descontento, no lo crean. Y cuando lo inducen a cometer excesos so pretexto del abastecimiento, es porque está predispuesto por la opresión y por la miseria. Jamás un pueblo feliz fue un pueblo turbulento. Quien conozca a los hombres, quien conoce sobre todo al pueblo francés, sabe que no es posible para un insensato o para un mal ciudadano sublevarlo sin razón contra las leyes que ama y aún menos contra los mandatarios que ha elegido y contra la libertad que ha conquistado. Es tarea de sus representantes devolverle la confianza que él mismo les ha otorgado y desconcertar la malevolencia aristocrática, satisfaciendo sus necesidades y calmando sus alarmas.
Las propias alarmas de los ciudadanos deben ser respetadas. ¿Cómo calmarlas si permanecéis inactivos? Si las medidas que os proponemos no fueran tan necesarias como pensamos, bastaría que él las desease, es suficiente que éstas probaran ante sus ojos vuestra adhesión a sus intereses, para determinaros a adoptarlas. Ya he indicado cuál era la naturaleza y el espíritu de estas leyes. Me contentaré aquí con exigir la prioridad para los proyectos de decreto que proponen precauciones contra el monopolio, reservándome el derecho de proponer modificaciones, si es adoptada. Ya he probado que estas medidas y los principios sobre los que se fundan eran necesarias para el pueblo. Voy a probar que son útiles para los ricos y todos los propietarios.
No quiero arrebatarles ningún beneficio honesto, ninguna propiedad legítima. Sólo les quito el derecho de atentar contra el de otro. No destruyo el comercio sino el bandidaje del monopolista. Sólo les condeno a la pena de dejar vivir a sus semejantes. Sin embargo, nada podría serles más ventajoso. El mayor servicio que el legislador puede rendir a los hombres es el de forzarlos a ser gente honesta. El mayor interés del hombre no es amasar tesoros y la más dulce propiedad no es devorar la subsistencia de cien familias infortunadas. El placer de aliviar a sus semejantes y la gloria de servir a su patria, bien valen esta deplorable ventaja. ¿Para qué les sirve a los especuladores más ávidos la libertad indefinida de su odioso tráfico? Para ser oprimidos u opresores. Este último destino, sobre todo, es horroroso. Ricos egoístas, sabed prever y prevenir por adelantado los resultados terribles de la lucha del orgullo y de las cobardes pasiones contra la justicia y la humanidad. Que el ejemplo de los nobles y de los reyes os instruya. Aprended a disfrutar de los encantos de la igualdad y de las delicias de la virtud. O, al menos, contentaos con las ventajas que la fortuna os da, y dejadle al pueblo pan, trabajo y sus costumbres. Se agitan en vano los enemigos de la libertad, para desgarrar el seno de su patria. Ellos no pararán el curso de la razón humana, como no pueden parar el curso del sol. La cobardía no triunfará sobre el valor. Es propio de la intriga huir ante la libertad. Y vosotros, legisladores, ¿os acordáis de que no sois los representantes de una casta privilegiada sino los del pueblo francés? No olvidéis que la fuente del orden es la justicia. Que la garantía más segura de la tranquilidad pública es la felicidad de los ciudadanos, y que las largas convulsiones que desgarran los estados no son otra cosa que el combate de los prejuicios contra los principios, del egoísmo contra el interés general, del orgullo y de las pasiones de los hombres poderosos contra los derechos y contra las necesidades de los más débiles.»[4]
Si adaptamos el siguiente discurso de Robespierre a la situación actual veremos que lo dicho en él está más vigente que nunca. El debate entre salvar la economía, es decir, al gran capital, a los fondos de inversiones, a los bancos y grandes corporaciones, por un lado, o a los ciudadanos y pequeñas empresas en un momento de una crisis sin precedentes, por otro, es lo que se está decidiendo país a país. Y esto no ha hecho más que empezar. Cada vez son más los economistas y las organizaciones internacionales los que se dan cuenta que la magnitud de la catástrofe exige medidas radicales.
Tan temprano como el 23 de marzo de 2020, BBC News publicaba una entrevista con el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Ángel Gurría. En ella Gurría opinaba sobre si la crisis económica mundial iba a tener forma de 'V', de 'U' o de 'L'.
«"No estoy de acuerdo con la idea de un fenómeno en forma de 'V'... Ahora mismo sabemos que no será una 'V'. Va a ser más, en el mejor de los casos, como una 'U' con un largo foso en el fondo antes de que llegue el período de recuperación. Podemos evitar que se parezca a una 'L', si tomamos las decisiones correctas hoy".[5]»
Vamos, que en el mejor de los casos tenemos una «'U' con un largo foso en el fondo»; pero, como es evidente, no se están tomando las «decisiones correctas», como por ejemplo, estamos viendo que sucede en Estados Unidos o Brasil; por no entrar en el desastre de Europa Occidental (Bélgica, Gran Bretaña, Italia, España, Suecia, Francia, etc.). Así pues, estamos inevitablemente abocados a la 'L', que no es otra cosa que un cambio de época a peor, la Edad Media del capitalismo, donde paradójicamente la revolución tecnológica digital va a contribuir decisivamente en el crecimiento de la desigualdad, en un control aún mayor del que ya padecemos de nuestra privacidad y libertad por estados y grandes corporaciones, en el aumento de la exclusión social permanente, en un incremento espectacular de la letalidad del armamento, incluso en el agravamiento de las posibilidades de una guerra nuclear. Los tiempos que tardan los misiles intercontinentales hipersónicos en llegar a su destino se están ya reduciendo tanto que al final tendremos que dejar que la Inteligencia Artificial decida por los seres humanos si hay que disparar el armamento nuclear o no. Es el escenario “Skynet” (por la película Terminator). Desde las revelaciones de Edward Snowden ya nadie puede dudar de que vivimos en un mundo orwelliano, mundo orwelliano que se va a expandir a la misma velocidad que el 5G, el internet de las cosas o la Inteligencia Artificial.
Por si todavía quedan dudas sobre cuál es la situación a la que se enfrenta el mundo, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, en la decimoctava conferencia 'Nelson Mandela' sostenida por videoconferencia el 18 Julio de este año decía lo siguiente:
«Nos enfrentamos a la recesión global más profunda desde la Segunda Guerra Mundial y al colapso más grande de los ingresos desde 1870.»[6]
Para a continuación añadir:
«Y así, hoy, en el cumpleaños de Madiba, hablaré sobre cómo podemos abordar los muchos hilos y capas de desigualdad que se refuerzan mutuamente, antes de que destruyan nuestras economías y sociedades.
Queridos amigos,
El COVID-19 está iluminando esta injusticia. El mundo está en crisis. Las economías están en caída libre. Hemos sido arrodillados por un virus microscópico. La pandemia ha demostrado la fragilidad de nuestro mundo.
Ha puesto al descubierto riesgos que hemos ignorado durante décadas: sistemas de salud inadecuados; brechas en la protección social; desigualdades estructurales; degradación ambiental y a crisis climática.»[7]
Desde luego esto no ha sido culpa del comunismo, al menos en las últimas tres décadas, en la que la globalización capitalista ha experimentado su más rápido y amplio desarrollo. Pero continuemos con lo que dice Guterres:
«El COVID-19 ha escaneado como si fuera con una radiografía, revelando fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido. Está exponiendo falacias y falsedades en todas partes: La mentira de que los mercados libres pueden brindar atención médica para todos. La ficción de que el trabajo de cuidado no remunerado no es trabajo. La ilusión de que vivimos en un mundo post racista. El mito de que todos estamos en el mismo barco.
Porque mientras todos estamos flotando en el mismo mar, está claro que algunos están en súper yates mientras que otros se aferran a los escombros a la deriva.»[8]
Aunque no se explicite, la crítica del secretario general de las Naciones Unidas al capitalismo es evidente. Entre otras cosas, porque no existe, perdón por lo arcaico del concepto, otro modo de producción al que criticar. No contento sólo con esto, Guterres extiende sus críticas al inmovilismo de las grandes potencias que crearon la ONU y todo el entramado de Bretton Woods.
«Las naciones que llegaron a la cima hace más de siete décadas se han negado a contemplar las reformas necesarias para cambiar las relaciones de poder en las instituciones internacionales. La composición y los derechos de voto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y las instituciones del sistema de Bretton Woods son un buen ejemplo.»[9]
Es un reconocimiento claro de que toda la arquitectura de postguerra y de la Guerra Fría, creadas para unas circunstancias históricas concretas que ya no existen, que han cambiado completamente, se han vuelto disfuncionales e inoperantes, cuando no perjudiciales. Para la Edad Media del capitalismo hacen falta nuevas instituciones internacionales (como es el caso de la mayor organización regional del mundo, la Organización de Cooperación de Shanghái) y una nueva forma de pensar.
Guterres en su discurso prosigue con sus críticas al orden político y económico internacional establecidos hasta el punto afirmar que si estos persisten la Humanidad tiene un futuro muy sombrío. Continua haciendo una crítica velada al soporte ideológico del capitalismo, la teoría del Homo oeconomicus que defiende que los seres humanos somos egoístas racionales que debemos buscar nuestros intereses en competencia con otras personas que se comportan de la misma manera. Así se logrará la prosperidad de la mayoría. Sin embargo, si no hay un corrector fuerte que garantice el bien común a través de bienes públicos, los estados y las organizaciones internacionales, el “interés propio” se impone, creando sociedades hobbesianas en una guerra perpetua de todos contra todos y esto lo ha puesto en evidencia más que nunca el COVID-19. Los fundamentos del capitalismo llevan en sí mismos su autodestrucción si no fuera porque su concepción simplista de la naturaleza humana es completamente falsa y los seres humanos somos muchas más cosas que egoístas racionales que exclusivamente utilizan lo que Max Weber llamó acción racional con arreglo a fines y Jürgen Habermas racionalidad instrumental.
«Enfrentémonos a los hechos. El sistema político y económico mundial no ofrece bienes públicos globales críticos: salud pública, acción climática, desarrollo sostenible, paz.
La pandemia de COVID-19 ha traído a casa la desconexión trágica entre el interés propio y el interés común; y las enormes brechas en las estructuras de gobierno y los marcos éticos.»[10]
Como máximo responsable de Naciones Unidas, Guterres, tiene que moverse manteniendo equilibrios y sus declaraciones suelen ser generales sin hacer referencias explicitas que puedan comprometerle como interlocutor válido para todos los países miembros. Aun así, por ejemplo, no rehúye, como se ha visto, manifestarse sobre la pandemia y sus consecuencias.
Recordemos que el COVID-19 empezó siendo un problema chino, que en tanto que China es la segunda potencia económica mundial y la “fabrica del mundo”, afectaba también a la economía global por el cierre de sus factorías y la interrupción de la cadena de suministros. La epidemia rebasó rápidamente las fronteras de China, se convirtió en pandemia y afecto a gran parte del planeta. Todavía se mantenía la ilusión de que la crisis económica, aunque muy grave, iba a tener una forma de 'V'. Tras una fuerte y profunda caída, una vez tocado fondo, esta iba velozmente a recuperarse de tal modo que en el 2021 volveríamos al punto de partida previo a la crisis. A finales de julio, cuando escribo estas líneas, nadie que no sea un ignorante o un hipócrita defiende la recuperación en 'V'. De hecho, como hemos visto, cada vez son más los que firman una recuperación en 'U'.
El mismo António Guterres en un artículo para el diario sueco Aftonbladet con fecha del 6 de julio de este año nos habla de dos posibles escenarios que se pueden dar en relación con la crisis del COVID-19. Primero nos cuenta el escenario optimista.
«Esto significaría que los países superan la situación actual. Los países del norte construirían un exitoso plan de reconstrucción.
Los países en desarrollo recibirían suficiente apoyo y sus características demográficas, es decir, la población joven, contribuiría a tales efectos.
Y es de esperar que una vacuna esté disponible dentro de aproximadamente nueve meses, y se distribuya como una nueva "vacuna popular" general, disponible para todos.
Si eso sucede, y la economía se recupera gradualmente, podemos avanzar hacia una forma de normalidad dentro de dos o tres años.»[11]
Es decir, que alguien que se supone que está bastante bien informado sobre el coronavirus y sus consecuencias, en un escenario no ya optimista, sino idílico, donde todo el mundo coopera altruistamente, se elaboran planes eficaces y, además, hay suerte y se haya una vacuna en unos 9 meses, pues en 2 o 3 años se recuperaría la normalidad precoronavirus que, por cierto, no era muy buena. Obviamente este escenario ideal e irreal expresa un deseo del secretario general de las Naciones Unidas y pretende transmitir cierto ánimo a los lectores del diario sueco. Aun así, tendríamos una 'U' cortita; pero 'U', nada de 'V'.
Veamos lo que nos cuenta Guterres sobre el escenario pesimista:
«Pero también hay otro escenario peor en el que los países no coordinan sus acciones.
Continúan surgiendo nuevas oleadas del virus. La situación en los países en desarrollo se va deteriorando. El trabajo sobre la vacuna se retrasa, o si una vacuna está disponible relativamente pronto, habrá una competencia feroz y los países con mayor poder económico tendrán acceso a ella primero y dejarán a otros sin ella.
En este escenario, también podemos ver un aumento de la fragmentación, el populismo y la xenofobia. Cada país trabaja independientemente o en las llamadas coaliciones que están dispuestas a cooperar ante cualquier desafío específico. Al final, el mundo no lograría movilizar el tipo de liderazgo necesario para enfrentar nuestros desafíos comunes.
El resultado puede ser una depresión global que podría durar al menos cinco o siete años antes de que emerja una nueva normalidad, cuya naturaleza es imposible de predecir.»[12]
En el escenario pesimista, que es el realista y retrata perfectamente lo está sucediendo y lo que va a suceder, Guterres, sin pronunciar el término “democracia liberal”, nos advierte de y describe la proliferación de «la fragmentación, el populismo y la xenofobia», todos ellos elementos antagónicos a las democracias liberales y que las socaban profundamente. Pero todavía hay más, esta situación nos llevará a una «depresión global» en el ámbito económico, no a una recesión, «que podría durar al menos cinco o siete años», o lo que es lo mismo una 'U' con un fondo muy largo que podría convertirse fácilmente en una 'L' puesto que de ella emergería «una nueva normalidad, cuya naturaleza es imposible de predecir». Emergería, por tanto, una nueva época distinta del capitalismo globalista precoronavirus, una época de estados-nación soberanistas autoritarias de derechas y ultraderechas que pelearían entre sí, estaríamos ante la Edad Media del capitalismo.
Un grupo de personas adineradas que se hace llamar ‘Millonarios por la Humanidad’ (‘Millionaires for Humanity’) solicitan a todos los gobiernos del mundo en una carta pública algo aparentemente sorprendente a raíz de la crisis provocada por el COVID-19:
«Hoy, nosotros, los millonarios abajo firmantes, pedimos a nuestros gobiernos que aumenten los impuestos a personas como nosotros. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente.»[13]
A continuación argumentan algo de sumo interés:
«Los problemas causados y revelados por Covid-19 no pueden resolverse con caridad, sin importar cuán generosa sea. Los líderes gubernamentales deben asumir la responsabilidad de recaudar los fondos que necesitamos y gastarlos de manera justa. Podemos asegurarnos de financiar adecuadamente nuestros sistemas de salud, escuelas y seguridad a través de un aumento permanente de impuestos a las personas más ricas del planeta, personas como nosotros.»[14]
Para empezar, hacen a los gobiernos de los distintos países responsables últimos y directos de las desigualdades sociales y de la carencia de recursos no solamente para combatir al del COVID-19, sino también a la pobreza en general. ¿Y por qué son los diferentes gobiernos del mundo responsables? Por no hacer lo que debieran hacer, gravar con impuestos las grandes fortunas, los millonarios, sustancial y permanentemente, y dada la gravedad en la que se encuentra el planeta por causa del COVID-19; pero no sólo por ella, también inmediatamente. Porque los gobiernos han demostrado constantemente que están al servicio de los “millonarios”, de los fondos de inversión y de las grandes corporaciones y se niegan, lógicamente, a grabarlos fiscalmente con dureza, pues ellos están ahí, no por el voto de los ciudadanos, sino por el dinero de estos que financia sus campañas políticas, a las estructuras de los partidos políticos y cuando los políticos terminan su carrera pública son recompensados con bien remunerados puestos en los consejos de administración de las grandes empresas y bancos. Un ejemplo paradigmático es Estados Unidos.
Esta negativa de los gobiernos a imponer una justicia fiscal, en una dejación de funciones inadmisible, traspasa a la sociedad civil los problemas producto de la desigualdad social, a la «caridad» de las ONG; pero por muy generosa que sea esta, siempre estará por debajo de las capacidades de un gobierno que grava de manera justa a los millonarios. Con ello, a pesar de las buenas intenciones de las organizaciones que se dedican a suplir el papel del Estado en garantizar bienes públicos básicos -el primero de los derechos del que nos hablaba Robespierre, el derecho a la existencia y a los medios necesarios que la hagan posible- lo que se consigue es un efecto perverso: poner parches que permiten a los estados seguir con su dejación de funciones con respecto a los pobres en favor de los ricos. Además, se produce una impostura vergonzosa, se convierten los problemas sociales en una cuestión de caridad, de beneficencia, eludiendo lo que realmente son: una cuestión de justicia. Así, «los líderes gubernamentales deben asumir la responsabilidad de recaudar los fondos que necesitamos y gastarlos de manera justa» y cuando no lo hacen debieran ser castigados legalmente; pero como la separación de poderes en las democracias liberales es una utopía, algo irrealizable en la práctica, esto no sucede nunca, con lo que tales democracias son profundamente injustas.
La carta abierta de ‘Millonarios por la Humanidad’ finaliza exponiendo una descarnada realidad y haciendo una petición desesperada.
«Nuestra interconexión nunca ha sido más clara. Debemos reequilibrar nuestro mundo antes de que sea demasiado tarde. No habrá otra oportunidad de hacerlo bien.
A diferencia de decenas de millones de personas en todo el mundo, no tenemos que preocuparnos por perder nuestros trabajos, nuestros hogares o nuestra capacidad de mantener a nuestras familias. No estamos luchando en la primera línea de esta emergencia y es mucho menos probable que seamos sus víctimas.
Así que por favor. Gravarnos. Gravarnos. Gravarnos. Es la elección correcta. Es la única opción.»[15]
El capitalismo está en una encrucijada decisiva, se la está jugando a cara o cruz, o gana o pierde, no hay más posibilidades, y si pierde los ‘Millonarios por la Humanidad’ saben lo que les espera, el final de sus privilegios, de un sistema concebido de tal manera que ellos ganan siempre, como la banca en los casinos de las Vegas o en los mercados financieros de Wall Street, por eso, porque son plenamente conscientes de lo que se está decidiendo, suplican que les suban los impuestos, y mucho, eso no va a afectar a su calidad de vida, el no hacerlo sí. La situación actual es tan sumamente peligrosa para ellos que si el COBIV-19 y la crisis económica mundial prosiguen creciendo, llegará un punto en que el caos generado por ambas acabará con ellos. Como ‘Millonarios por la Humanidad’ conocen perfectamente la Historia. Saben que las élites, los ricos, los poderosos sólo negocian y ceden si están asustados, y solo se asuntan si hay una fuerza potente que pone en peligro su existencia porque está dispuesta a usar la violencia para acabar con ellos. Ha sido siempre así históricamente. Si se prosigue por el mismo camino que llevamos, tarde o temprano, los que ya no tienen nada que perder, la inmensa mayoría de la Humanidad, arrasará sus países, especialmente los países ricos, y no se van a conformar con manifestarse, saquear comercios y tirar estatuas como acontece en estos momentos en EE.UU.
Los firmantes de esta carta tan solamente son 98 millonarios. Entre eso nombres no están los inmensamente ricos que controlan el mundo. Ni las sagas familiares que se remontan al siglo XIX como la de los Rockefeller o los Rothschild, ni Jeff Bezos, Elon Musk, Mark Zuckerberg o Bill Gates, por citar algunos de los supermillonarios más mediáticos, o algunos con mucho más poder que estos y desconocidos para el gran público, como Larry Fink, dueño del Fondo de inversiones BlackRock, del que se dice que es la persona más poderosa del capitalismo financiero global. Su firma financiera gestiona activos por más de 7,4 billones de dólares. Para hacernos una idea de esta enorme cifra, el proyecto de presupuestos federales para el año fiscal 2021 presentado por Donald Trump es de 4,89 billones de dólares, muy por debajo de los fondos que maneja BlackRock.
A todos ellos les perjudicaría una recuperación 'V', y desde luego que prefieren un escenario en forma de 'L'. Por un ejemplo, Jeff Bezos, propietario de Amazon, está encantado con el COBIV-19. Desde la aparición del coronavirus el negocio de Amazon y su fortuna personal no han hecho más que crecer. Las ventas online tienen un futuro extraordinario en un mundo de pandemias, confinamientos y distanciamiento social. Que de decir de Mark Zuckerberg, propietario de Facebook, WhatsApp o Instagram, cuyo consumo de sus redes sociales se ha disparado con el confinamiento y el distanciamiento social, al que la pandemia ha hecho aumentar su fortuna personal en 9.100 millones de dólares. Todos ellos son ganadores en la Edad Media del capitalismo, una época de tecnologías digitales futuristas y de una cada vez más grande clase prescindible, donde la desigualdad social va a seguir aumentando.
Pero nos falta tratar del último elemento de la tormenta perfecta: Estados Unidos. Sin duda alguna el más peligroso de todos ellos. Ni el COBIV-19, ni la crisis económica mundial que está dando al traste con el capitalismo globalista neoliberal financiarizado anglosajón ni el cambio tecnológico digital en el que estamos insertos van a acabar con la Humanidad. Estados Unidos sí puede hacerlo. Desde la Iniciativa de Defensa Estratégica de Ronald Reagan a la más que posible no renovación del Tratado START III, que vence en febrero del año que viene, sobre reducción de cabezas nucleares y sus vectores estratégicos portadores, Norteamérica ha estado obsesionada por poder ganarle primero a la URSS y después a Rusia en una guerra nuclear en el que un escudo de defensa antimisiles pudiera neutralizar un ataque de represalia ruso. El chantaje que produciría el mero hecho de saber que EE.UU. sería invulnerable a un ataque de respuesta ruso le haría ganar una guerra nuclear sin necesidad tan siquiera de empezarla. Por eso EE.UU. se retiró unilateralmente del Tratado sobre Misiles Antibalísticos o Tratado ABM en el 2002, para desarrollar diferentes sistemas antimisiles. Las desastrosas guerras de EE.UU con Bush hijo y con Obama han retrasado el desarrollo de la tríada nuclear norteamericana. Ya en el segundo mandato de Obama se planteó la renovación de esta tríada nuclear, al igual que China se convirtió en el enemigo número uno de Washington con el cambio de pivote hacia Asia-Pacífico y con la política de “contención” de China. Estás políticas se han ampliado extraordinariamente durante la presidencia de Trump. Es importante señalar que tanto demócratas como republicanos, como el establishment norteamericano en general, están completamente de acuerdo en que China es el gran enemigo de EE.UU. Esta es la razón por la que, en lo que se refiere al gigante asiático, da absolutamente igual que el 3 de noviembre gane las elecciones presidenciales Trump o Biden. Estados Unidos, liberado de todas las ataduras y compromisos de los tratados que en su momento firmo (como su reciente retirada del Tratado INF sobre misiles de corto y medio alcance con capacidad nuclear) está iniciando una nueva carrera armamentística atómica enormemente grave.
En este sentido, no debemos olvidar tres cosas sobre EE.UU.:
Estados Unidos puede, al final, acabar con una recuperación en 'U' o con una Edad Media del capitalismo en 'L', porque puede acabar totalmente con la Humanidad. Y cada vez existen más motivos de preocupación de que la tormenta perfecta en la que estamos inmersos termine de esta manera.
Si no es así, bienvenidos a la Edad Media del capitalismo.
NOTAS:
[1] A pesar de que la división clásica de la Historia en Edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea carece de cualquier rigor histórico, por mor de la claridad mantengo aquí su uso.
[2] La Revolución Industrial debería llamarse Revolución Energética, pues fue el aprovechamiento del carbón de manera más eficiente lo que permitió la industrialización y no al revés. Ver mi artículo en el Mundo Financiero al respecto: https://www.elmundofinanciero.com/noticia/79901/analisis-y-opinion/la-ciberrrevolucion-que-se-nos-viene-encima:-un-absoluto-desastre.html
[3] https://www.mckinsey.com/featured-insights/future-of-work/jobs-lost-jobs-gained-what-the-future-of-work-will-mean-for-jobs-skills-and-wages#
[4] https://www.sinpermiso.info/textos/la-primera-ley-social-es-aquella-que-garantiza-a-todos-los-miembros-de-la-sociedad-los-medios-para Sin Permiso, 11/04/2020
[5] https://www.bbc.com/news/business-52000219 . «"I do not agree with the idea of a 'V' shaped phenomenon ... Right now we know it's not going to be a 'V'. It's going to be more in the best of cases like a 'U' with a long trench in the bottom before it gets to the recovery period. We can avoid it looking like an 'L', if we take the right decisions today."»
[6] https://www.un.org/sg/en/content/sg/statement/2020-07-18/secretary-generals-nelson-mandela-lecture-“tackling-the-inequality-pandemic-new-social-contract-for-new-era”-delivered «“We face the deepest global recession since World War II, and the broadest collapse in incomes since 1870.”»
[7] https://www.un.org/sg/en/content/sg/statement/2020-07-18/secretary-generals-nelson-mandela-lecture-“tackling-the-inequality-pandemic-new-social-contract-for-new-era”-delivered «COVID-19 is shining a spotlight on this injustice. The world is in turmoil. Economies are in freefall. We have been brought to our knees – by a microscopic virus. The pandemic has demonstrated the fragility of our world.
It has laid bare risks we have ignored for decades: inadequate health systems; gaps in social protection; structural inequalities; environmental degradation; the climate crisis.»
[8] https://www.un.org/sg/en/content/sg/statement/2020-07-18/secretary-generals-nelson-mandela-lecture-“tackling-the-inequality-pandemic-new-social-contract-for-new-era”-delivered «And so today, on Madiba’s birthday, I will talk about how we can address the many mutually reinforcing strands and layers of inequality, before they destroy our economies and societies.
Dear friends,
COVID-19 has been likened to an x-ray, revealing fractures in the fragile skeleton of the societies we have built. It is exposing fallacies and falsehoods everywhere: The lie that free markets can deliver healthcare for all; The fiction that unpaid care work is not work; The delusion that we live in a post-racist world; The myth that we are all in the same boat.
Because while we are all floating on the same sea, it’s clear that some are in superyachts while others are clinging to drifting debris.»
[9] https://www.un.org/sg/en/content/sg/statement/2020-07-18/secretary-generals-nelson-mandela-lecture-“tackling-the-inequality-pandemic-new-social-contract-for-new-era”-delivered «The nations that came out on top more than seven decades ago have refused to contemplate the reforms needed to change power relations in international institutions. The composition and voting rights in the United Nations Security Council and the boards of the Bretton Woods system are a case in point.»
[10] https://www.un.org/sg/en/content/sg/statement/2020-07-18/secretary-generals-nelson-mandela-lecture-“tackling-the-inequality-pandemic-new-social-contract-for-new-era”-delivered «Let’s face the facts. The global political and economic system is not delivering on critical global public goods: public health, climate action, sustainable development, peace.
The COVID-19 pandemic has brought home the tragic disconnect between self-interest and the common interest; and the huge gaps in governance structures and ethical frameworks.»
[11] https://www.aftonbladet.se/debatt/a/4qyKJo/varlden-behover-ett-globalt-uppvaknande «Detta skulle innebära att länder tar sig igenom det nuvarande läget. Nordliga länder skulle konstruera en framgångsrik återuppbyggnadsplan.
Utvecklingsländerna skulle få tillräckligt med stöd och deras demografiska egenskaper – nämligen den unga befolkningen – skulle bidra till effekterna.
Och förhoppningsvis skulle ett vaccin vara tillgängligt inom nio månader eller så, och skulle distribueras som ett allmänt, nytt ”folkvaccin” tillgängligt för alla.
Om det händer, och ekonomin gradvis återhämtas, kan vi komma i riktning mot en form av normalitet inom två eller tre år.»
[12] https://www.aftonbladet.se/debatt/a/4qyKJo/varlden-behover-ett-globalt-uppvaknande «Men det finns också ett annat, sämre scenario där länder inte samordnar sina åtgärder.
Nya vågor av viruset fortsätter att uppstå. Situationen i utvecklingsländerna förvärras. Arbetet med vaccinet försenas – eller om ett vaccin blir tillgängligt relativt snart – blir det hård konkurrens och länder med större ekonomisk makt får tillgång till det först och lämnar andra utan.
I det här scenariot kan vi också se ökad fragmentering, populism och främlingsfientlighet. Varje land arbetar självständigt eller i så kallade koalitioner som är villiga att samarbeta gällande några specifika utmaningar. I slutändan skulle världen misslyckas med att mobilisera den typ av ledning som krävs för att möta våra gemensamma utmaningar.
Resultatet kan vara en global depression som kan pågå minst fem eller sju år innan en ny normalitet uppstår, vars natur är omöjlig att förutse.»
[13] https://www.millionairesforhumanity.com «Today, we, the undersigned millionaires, ask our governments to raise taxes on people like us. Immediately. Substantially. Permanently.»
[14] https://www.millionairesforhumanity.com «The problems caused by, and revealed by, Covid-19 can’t be solved with charity, no matter how generous. Government leaders must take the responsibility for raising the funds we need and spending them fairly. We can ensure we adequately fund our health systems, schools, and security through a permanent tax increase on the wealthiest people on the planet, people like us.»
[15] https://www.millionairesforhumanity.com «Our interconnectedness has never been more clear. We must rebalance our world before it is too late. There will not be another chance to get this right.
Unlike tens of millions of people around the world, we do not have to worry about losing our jobs, our homes, or our ability to support our families. We are not fighting on the frontlines of this emergency and we are much less likely to be its victims.
So please. Tax us. Tax us. Tax us. It is the right choice. It is the only choice.»