Pues nosotros no, señor Aguado. La inmensa mayoría de los españoles del PP, del PSOE y de VOX, no queremos que aumente la crispación, sino que se trabaje leal, democrática e institucionalmente buscando soluciones de amplio consenso. Ahora bien ¿qué es lo que está haciendo el partido Socialista que preside el gobierno de la nación? Lo contrario. Juega al oportunismo político, salvo honrosas excepciones de socialistas de la vieja guardia, como Joaquín Leguina, Nicolás Redondo y Javier Lambán, presidente de la Comunidad Autónoma de Aragón. El gobierno del socialista Sánchez juega al politiqueo más bajo y descarado, con el único objetivo de mantenerse en el poder. No ha querido asumir, como podría haber hecho, porque recursos constitucionales tiene para ello, la centralización y la uniformidad en la toma de decisiones en un tema de innegable interés público, como es la vigente pandemia, de efectos destructivos no sólo para la salud sino también para la economía y, por tanto, para el empleo en España.
El gobierno, cuyo principal responsable es su presidente Sánchez, pero también todos sus ministros, en tanto que no dimitan, renunció a la centralización y coordinación de las decisiones para enfrentarse a la pandemia a nivel de toda España. ¿Y eso por qué? Porque, tras un primer momento en el que el vicepresidente Iglesias se apuntó un tanto diciendo que iba a asumir la responsabilidad del buen funcionamiento de las residencias de mayores, Sánchez, Iglesias y sus ministros se dieron cuenta que es un tema de gestión complicada y que lo mejor era nadar y guardar la ropa. Es decir, el gobierno optó por manifestar su especial preocupación por el coronavirus, exigir que se funcione mejor en la toma de medidas y que no haya ninguna tensión (señor Aguado, recuerde, que no haya ninguna tensión). Tras esas palabras bonitas se pasaba el marrón a las comunidades autónomas, para que ellas tuvieran que asumir la responsabilidad de las medidas que adoptaran. Nosotros, el gobierno de la nación, no tenemos nada que ver con esa gestión. Es más, por no tener que ver, ni siquiera sabemos los datos exactos de contagios y de muertos que ha habido en España.
La realidad es que, a partir del 25 de mayo, el gobierno rompió la serie estadística de datos y, aún hoy, estamos en una situación en la cual las personas de buena fe, como Nicolás Redondo, piden que se cree una comisión imparcial, que haga un informe sobre la realidad de la pandemia en España y aporte todos los datos. Mintió también el gobierno cuando dijo que había un comité de expertos y quince días más tarde reconoció que no lo había. Esto no ha pasado en ningún país de Europa. Pedro Sánchez, el doctor, ha reiterado de boquilla, mediante los telediarios y medios amigos, que son la mayoría, la necesidad de unidad y diálogo. Pero lo primero que ha hecho es no querer hablar con el tercer partido del Congreso que ¡oh, casualidad! es VOX, que tiene 52 diputados, 5 menos que los que en su día tuvo Ciudadanos, pero con la diferencia de que mientras que VOX ha pasado de 0 a 52 diputados, Ciudadanos ha caído de 57 a 10 diputados.
¿Por qué esa brutal caída de Ciudadanos? El sentido común lo tiene claro. Ese partido jugó primero ante el independentismo a poner cara de valiente para, a continuación, ponerse de perfil. Los españoles debemos recordar que, en septiembre de 2017, tanto el PSOE como Ciudadanos desaconsejaron públicamente a la aplicación del 155 a Rajoy, el cual por cierto no los necesitaba ni al PSOE ni a Ciudadanos, puesto que tenía mayoría absoluta en el Senado, que es el órgano que aprueba o deniega el 155. No obstante, Rajoy quiso un apoyo más amplio, pero lo hizo a costa de ceder en lo esencial. Rajoy hizo aprobar al Senado la aplicación del 155 pero a la vez convocó elecciones en la Comunidad Autónoma de Cataluña para apenas tres meses después, lo que era tanto como neutralizar la aplicación de un mecanismo tan importante como el 155, ante el caso de extrema gravedad que fue la rebelión/sedición de la Generalidad catalana. La aplicación, que hizo Rajoy, desactivó el potencial de este mecanismo constitucional, dándole un uso tan tenue y tan ridículo que no sirvió en absoluto para encarrilar la terrible y delictiva deriva de la Generalitat catalana
Casado afirmó después, tras ser elegido nuevo presidente del PP sucediendo a Rajoy, que esa apurada y absurda convocatoria de elecciones en Cataluña había sido por presión de Ciudadanos, cosa que este partido nunca ha desmentido, lo cual indica que no sólo Rajoy sino también Ciudadanos tenían escasa visión de estado y del problema que había en Cataluña. Una cosa es hablar de la marginación que los españoles catalanes sufren en Cataluña, por cierto, la misma que sufrió y sufre la familia de Albert Rivera, y otra muy distinta es tener visión de estado para enfrentarla con éxito.
La responsabilidad de Ciudadanos en el fracaso del 155 es evidente. Fue la primera señal de que ese partido era un mero partido oportunista. Eso lo saben hoy en Ciudadanos, pero, en aras de salvar algunos escaños, es muy de temer, como da a entender la actitud del señor Aguado, que se estén posicionando para dar su apoyo a una previsible moción de censura por parte del partido Socialista, en la Comunidad de Madrid. No seamos profetas. Veremos lo que ocurre, pero indiscutiblemente la actitud de Aguado ante la confrontación del gobierno del PP de Madrid con el gobierno de España apunta en esa dirección. Es cada vez más evidente que Sánchez sigue haciendo politiquilla barata sobre un tema en el que llevamos ya más de 50.000 muertos y que está destruyendo la economía española.
Señores de Ciudadanos, muchos militantes les abandonaron antes del 1 de octubre de 2017. Muchísimos votantes lo hicieron poco después en las elecciones en las que pasaron ustedes de 57 diputados a los 10 actuales, pues al pueblo no le gusta que los políticos vengan a ponerse a tomar el sol. No pretendan ahora sacar tajada política jugando al buenismo. No reiteren su lamentable actitud de mirar para otro lado ante los temas importantes. Pero me temo que lo llevan ustedes en su ADN y terminarán apoyando un golpe de estado legal, en la Comunidad de Madrid. Esta es la crónica de una muerte anunciada. Me gustaría ser un profeta que se equivoca, porque España necesita actitudes de servicio a la convivencia. Contemporizar con la demagogia y jugar al buenismo/ventajismo político es contribuir al desastre. Ojalá que Ciudadanos, aunque carezca de visión de Estado, sepa no caer en esa deslealtad final. Pero me temo lo peor.