Resulta extraño la ausencia de China, país que ocupa el segundo ranking en el PIB mundial, y de la India, el segundo en población, y también Rusia. La creación del G7 fue en 1975 (entonces era el G6), lo que explica esa lista de miembros que hoy en día parece singular en varios aspectos. En realidad, el G7 es exclusivo sólo sobre el papel, ya que cada año se invita a numerosos representantes de los demás países, como precisamente China, la India y Rusia, pero también Australia, Corea del Sur, Brasil o Sudáfrica.
En previsión del próximo G7 que se celebrará en el Reino Unido, los días 11-13 de junio de 2021, los representantes de los siete países organizaron un «pre-G7 virtual», el primero de su género, el 19 de febrero. El año pasado la reunión debería haber tenido lugar en el Trump National Doral Miami, el campo de golf de Donald Trump, pero después de muchas críticas por parte de los invitados, fue primero reubicada en Camp David y después cancelada a la vista de las encuestas desfavorables -y confirmadas por las elecciones- sobre la presidencia de los Estados Unidos.
La reunión de este pre-G7 2021 fue por videoconferencia con el nuevo presidente americano, Joe Biden. El programa estuvo dominado por la crisis sanitaria y las medidas colectivas que debían adoptarse a nivel mundial, pero también por un nuevo concepto muy de moda, el multilateralismo, y la cuestión central de cómo compartir las vacunas con los países no miembros del G7, es decir, otros 186 países incluidos en la lista de las Naciones Unidas.
España no cumple actualmente las condiciones económicas para ser miembro del G7, aunque dichas condiciones sean vagas e imprecisas. En cualquier caso, España tiene un lugar que ocupar -un lugar importante- en el nuevo debate mundial político-económico-cultural. El país no sólo no tiene que avergonzarse de su pasado, sino que, sobre todo, España puede y debe estar orgullosa, digna y contenta de haber contribuido tanto a la riqueza mundial, y desde hace tanto tiempo.
Vínculos históricos, lingüísticos, culturales, económicos y políticos con las Américas
En Occidente, aprendemos que América fue descubierta por Cristóbal Colón en 1492. ¿Es verdad? ¿O fueron los vikingos quienes vinieron antes? ¿O los chinos según la teoría de Gavin Menzies? En cualquier caso, la verdad «verdadera» es que los españoles fueron y volvieron de nuevo, a diferencia de los demás, y esto es lo que ha hecho que sean ellos los que descubrieron y conquistaron América.
Con frecuencia ocurre que los verdaderos vínculos entre España y América sean mal explicados y poco conocidos. En primer lugar, hay que distinguir entre América Inglesa y América Latina, e incluso dentro de América Latina, distinguir también entre Brasil (portugués) y el resto de América del Sur (Hispanoamérica).
Además, es útil saber que en el apogeo del período colonial (sobre todo el siglo XVIII), España poseía un territorio inmenso entre Alaska al norte y la Tierra de Fuego al sur, cubriendo la mitad de los Estados Unidos actuales, más toda América Central (incluidas las principales islas del Caribe) y toda América del Sur, excepto Brasil.
Hoy en día, el español es el idioma hablado en toda América del Sur (excepto Brasil) así como en todos los países de América Central, y también por los cerca de 60 millones de hispanos (y también los cerca de 10 millones de migrantes sin documentación) en los Estados Unidos. En efecto, basta con viajar entre Washington y Los Ángeles, Chicago y Dallas para darse cuenta de hasta qué punto la cultura hispánica no sólo está presente sino que es fuerte, enraizada y arraigada en el «American Way of Life».
Ciertamente hay una diferencia, en 2021, entre influencia hispánica y española aunque las raíces son las mismas. Sin embargo, y sin duda es un activo importante para España, la lengua, la historia y la cultura están entrelazadas y constituyen un grupo hispano-parlante en las Américas del Norte y del Sur, que son una fuerza política económica considerable y creciente.
Algunos puntos de discordia pasados, presentes y sin duda futuros
Durante todo el período colonial hubo muchos conflictos entre las cuatro «grandes» potencias que se repartían las Américas: España, Francia, Inglaterra y Portugal. España había llegado al Caribe en 1492, Portugal a Brasil en 1500, Francia a Quebec en el Norte y Nueva Orleans en el Sur a partir de 1534 y Inglaterra más tarde en 1607 en Jamestown, Virginia, y en Plymouth, Massachusetts, en 1621 (de donde viene la hermosa tradición del Thanksgiving, Día de Acción de Gracias americano).
Los puntos de discordia entre estos países fueron numerosos durante los siglos XVI hasta XIX, a los que se sumaron los numerosos conflictos de independencia de todos los países, comenzando por Estados Unidos en 1776 hasta el Caribe en los años 1980, pasando por Argentina en 1816, Brasil, Colombia y México en 1821.
La guerra hispano-americana de 1898 fue catalogada en los anales históricos como una pobre y poco gloriosa excusa de Estados Unidos y del presidente Théodore Roosevelt (1858-1919) para atacar a España y confiscarle Cuba y las Islas Filipinas.
Los puntos de discordia entre España y los Estados Unidos influyeron incluso en la calificación de la gran pandemia de 1918-21, calificada de «gripe española», cuando llegó a Europa más probablemente por los soldados americanos que habían dejado Fort Riley, en el Estado de Kansas, para luchar en Francia durante la Primera Guerra Mundial.
Después de la Guerra Civil española (1936-39), la Segunda Guerra Mundial (1940-45) y el Plan Marshall (1948-52), Franco consolidó las relaciones con Estados Unidos y propuso la instalación de la base naval americana de Rota, cerca de Cádiz, en 1953. La base sigue funcionando hoy.
Fue sin duda el presidente José María Aznar el más proestadounidense de todos, mostrando y ofreciendo un apoyo político fuerte y fiel al presidente americano George W. Bush después de los atentados de Nueva York, el día 9 de septiembre de 2001. Era la primera vez en décadas que España proclamaba alto y claro su alineación y apego a los Estados Unidos de América. El coraje del Presidente Azar y de toda España se tradujo, lamentablemente, en los terribles atentados terroristas islámicos de 2004 en Madrid, que causaron 193 muertos y más de 2.000 heridos inocentes.
España es un puente europeo hacia las Américas del Sur y del Norte
España goza de una posición particularmente envidiable en las relaciones con las Américas, con relaciones privilegiadas en los planos histórico, lingüístico, económico y cultural.
Las empresas españolas teales como Telefónica, Repsol, Santander, BBVA, Endesa e Iberdrola y tantas otras PYMES y grupos empresariales han desarrollado un mercado local considerable en América Central y del Sur. Los productos alimenticios y vinos españoles se venden desde hace algunas décadas en los Estados Unidos y en casi toda América Latina. Las energías renovables están en auge en el nuevo mundo y las empresas españolas están en primera línea.
Además, España es una auténtica pasarela europea -y trampolín- para las empresas de la Unión Europea que deseen invertir en las Américas. Las empresas españolas están muy presentes en América Latina, los bufetes de abogados españoles especializados en transacciones M&A, reestructuración e implantaciones locales son numerosos y de gran calidad. Estados Unidos ofrece un mercado hiper-dinámico de más de 70 millones de hispanohablantes (la mayor minoría local) y los sólidos y positivos lazos históricos y culturales auguran un futuro prometedor.
Es cierto que la pandemia de la Covid19 pone en tela de juicio muchos paradigmas, pero no se trata de la Peste Negra de 1346-1353, ni de la gripe «española». España ha pagado un pesado tributo con más de 67.000 muertes de Coronavirus hasta la fecha, pero el país está en vías de recuperación con una resiliencia ejemplar, como lo demuestran también las elecciones en Cataluña del 14 de febrero, que envían una señal positiva y prometedora.