Cualquier necio que aprovecha el cargo para enriquecerse de forma más que dudosa y no transparente, o utiliza los recursos pagados por todos para su exclusivo confort y privilegio; y con el agravante de simultáneamente osar aburrirnos con impostadas soflamas y peroratas es un miserable sin posibilidad de descargo por haber tenido, seguramente por despiste, algún puntual buen gesto.
Se sabe que entre los humanos no abundan los capaces de aceptar deportivamente que los otros no compartan sus opiniones e ideas y pocos son los capaces cuando oyen lo que no les gusta de controlar el impulso de descalificar y etiquetar al que discrepa; si nos ceñimos a quien ocupa el poder el número se reduce de pocos a ninguno. Y a las pruebas me remito.
Cuando llegan al gobierno al parecer, dada la “Gran Coherencia” de sus actos con sus discursos previos donde alguno incluso con la boca grande anunciaba un insufrible insomnio si se caía en la materialización de tales prácticas, muchos son los que padecen amnesia y duermen a pierna suelta.
Con independencia de ideologías, siempre me asombra la capacidad de autoengaño de algunos; es obvio que en demasía los hay que hasta ahora mayormente sólo han perjudicado y siguen haciéndolo y con toda su desvergüenza y caradura se publicitan como el mayor beneficio para el futuro, aplicando para justificar sus contradicciones la máxima “este ejercito jamás huye, simplemente da la vuelta y sigue avanzando”. Mientras ufanos piensan que ingenioso soy.
Cuando les oigo explicar patéticamente con innecesarios y extensos circunloquios el parco y escueto resultado fruto de sus decisiones, me planteo cuál de ellos por sus logros es merecedor de nuestra confianza y me acuerdo de la respuesta a la pregunta: ¿Cómo te garantizas salir del casino con una pequeña fortuna? Fácil, entrando con una gran fortuna.
Julio Bonmatí
Muchas gracias a las masas por permitirme observarlas y aprender de ellas