Sin la ayuda del gobierno y el dinero barato, es evidente que no hubiéramos visto a la economía volver a encarrilarse y acelerarse de nuevo tan rápidamente. Sin embargo, una vez que la economía vuelva a la normalidad, debería poder continuar por sí sola sin estímulos fiscales. Pero este tipo de gasto deficitario “profiláctico” parece ser políticamente oportunista mientras persista la más mínima duda. Esto también se aplica a los países europeos, donde es muy poco probable que los déficits vuelvan a caer en los próximos años por debajo del máximo del tres por ciento exigido por el Tratado de Maastricht.
Para evitar que estos grandes déficits se conviertan en una carga demasiado pesada para el tesoro público, los bancos centrales deben ayudar a los gobiernos proporcionando dinero barato. La política fiscal proporciona la leña para mantener vivo el fuego económico, mientras que los bancos centrales suministran el oxígeno. La cantidad ofrecida en la eurozona fue limitada. El programa de compras original del BCE, el Programa de Compras del Sector Público (PSPP), por ejemplo, se limitó al 33% de los bonos públicos admisibles de un país de la zona euro. Sin embargo, este límite superior se eliminó efectivamente cuando el BCE implementó su Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP) y, según nuestras estimaciones, ya se ha superado en algunos países.