Más recientemente hemos vivido otro episodio “estresante” en las relaciones entre España y Marruecos con la apertura de la verja de Ceuta por parte de las autoridades marroquíes, permitiendo la entrada de miles de marroquíes el Ceuta y llevando a la ciudad autónoma española a una situación de caos humanitario y a las relaciones diplomáticas entre ambos países al borde de la ruptura.
España no ha salido bien parada si establecemos una comparación y somos objetivos, pues encubrió de manera grosera al líder del Frente Polisario Brahim Gali, organización considerada terrorista por Marruecos durante una estancia en España para ser tratado en un hospital. No olvidemos que el Polisario mantiene el régimen cuartelero de los llamados “campamentos de refugiados”, para muchos analistas una parodia con la que se sostiene el Frente Polisario y su supuesta “guerra” por los territorios de la antigua provincia española del Sahara.
No debemos empeñarnos en que Marruecos lo hace todo mal y para provocar a España y es muy probable que el propio rey Mohamed VI esté ahora más que nunca empeñado en estrenar una nueva etapa de distensión.
Recientemente ha aprovechado el discurso con motivo de la Fiesta del Trono para lanzar varios mensajes, claramente interpretables en dicha dirección. Más allá de hacer alusiones a la fuerza de la unidad nacional y de las instituciones del país vecino, y a la importancia del trabajo de las fuerzas de seguridad y militares, Mohamed VI, se ha referido al dolor y los estragos materiales, económicos y sanitarios que ha producido la pandemia del coronavirus; en ese sentido, ha señalado los esfuerzos del país para fabricar y distribuir medicamentos y materiales sanitarios en una carrera contrarreloj. Buena parte de su mensaje ha estado orientado a las políticas de seguridad de futuro en el entorno africano y euromediterráneo. En este sentido ha señalado, apuntando expresamente a Argelia e indirectamente a España, que es su voluntad trabajar las relaciones internacionales basadas en el diálogo, la confianza y la buena voluntad. De la misma manera, ha lamentado la imagen que en algunos medios de comunicación se da de la población marroquí como tercermundista, sumida en la pobreza y dedicada, como fuente de su economía, al tráfico de estupefacientes.
No cabe duda que muchas de las acciones de Marruecos suelen interpretarse como un uno en el argumentario de la idea expansiva de un Marruecos que enfoca su mirada hacia Ceuta y Melilla pero sin perder de vista su posicionamiento sobre el archipiélago de Canarias. Marruecos ya ensayó con éxito su incorporación territorial de la antigua provincia española del Sahara. Conozco muchos ciudadanos saharauis que exhiben aún orgullosos sus antiguos DNI españoles. Aquel territorio español pasó con el beneplácito de Estados Unidos y España a manos de Marruecos y esa experiencia lleva al reino alauita a correr una suicida carrera hacia el precipicio “vendiendo” a sus ciudadanos la idea de un “gran Marruecos” apropiado de Ceuta y Melilla y de Canarias también.
España debe jugar sus bazas con prudencia pero también con seriedad. No puede ponerse en juego la prosperidad de millones de ciudadanos españoles y marroquíes por una simple idea de propaganda política. Pero hay que ser cuidadoso porque el daño puede ser mutuo.
Marruecos es, sorprendentemente, uno de los escasos países del norte de África que no ha sufrido los embites del salafismo ni la incursión de las agrupaciones de ISIS y Al-Qaeda en el Sahara. Libia, Túnez, Argelia y Mautitania si los han sufrido, e incluso los salmistas han desplazado sus incursiones hacía países musulmanes del África subsahariana con graves consecuencias, como son los casos ya clásicos de Mali oNIgeria, por citar solo unos ejemplos.
Sin embargo, Marruecos no ha protagonizado episodios graves del terrorismo islámico. Y ello es debido a varios motivos que enumeramos:
Marruecos y España deben mantener, de manera obligatoria, las buenas relaciones que deben imperar entre los vecinos de “arriba” y de “abajo”. Hay muchas razones para que España y Marruecos perseveren en mantener buenas relaciones:
Marruecos y España comparten un área de seguridad común y geoestratégico que afecta a ambas naciones, ambos son países de entrada al Mediterráneo, pero también de salida: el estrecho de Gibraltar está custodiado en una costa por España y en la otra por Marruecos.
Compartimos intereses comunes entre nuestras respectivas poblaciones. Miles de ciudadanos marroquíes cruzan cada año el estrecho, en algunas ocasiones varias veces, con destino a España, para trabajar o visitar a sus familiares.En otras ocasiones cruzan España para llegar a otros puntos de Europa. Igualmente ocurre con los miles de españoles que vistan cada año Marruecos por motivos de trabajo, turismo o familiares. En Marruecos hay viviendo cerca de 12.000 españoles, mientras que en España hay censadla una población marroquí cercana a 1 millón de habitantes.
Otro núcleo de notable interés está en el terreno económico: las exportaciones españolas a Marruecos alcanzaron los 7.381 millones de euros, unos volúmenes que en 2018 supusieron el 15% del PIB marroquí.
Marruecos es el noveno cliente de España -somos países muy próximos y con volúmenes de intercambio muy grandes-, lo que lo convierten en el segundo socio comercial fuera de la Unión Europea y justo detrás de los Estados Unidos. Marruecos es además nuestro undécimo proveedor después del conjunto de la UE, China, Estados Unidos y Turquía.
Entre 2011 y 2018 las exportaciones españolas con destino a Marruecos se han duplicado, pasando de 4.130 millones de euros a 8.221 millones de euros, y situados actualmente en torno a 8.500 millones de euros anuales.
Según los datos aportados por el Registro de Inversiones de España (RIE), la inversión española bruta en Marruecos fue de 44,7 millones de euros (datos 2018), constituyendo el primer destino de la inversión española en África. Las mismas fuentes acreditan que Marruecos recibe más de un tercio de toda la inversión española directa dirigida al continente africano, rondando un 40%.
Para España los intercambios fueron igualmente importantes, dado que Marruecos es el primer socio comercial que España tiene en África: el 44% de las exportaciones totales al continente africano van dirigidas a Marruecos.
Y, por su parte, Marruecos no puede obviar que España es su primer socio comercial.
La visita de Estado del Rey de España Felipe VI a Marruecos y su encuentro con Mohamed VI que tuvo lugar el pasado mes de enero, contribuyó a impulsar las relaciones en materia de energía, conexiones eléctricas y telefónicas, transporte, comercio y mercado de valores con la firma de 11 acuerdos bilaterales. Tamaño esfuerzo bilateral, que beneficia a ambos reinos y a sus habitantes, no debe quedar estéril y los gobiernos de cada país deben hacer todo lo necesario y todo lo posible por mantener dichos acuerdos tan provechosos y fortalecer las relaciones.
Hay cuestiones estratégicas para ambos reinos que, además, suponen un esfuerzo conjunto para tomar la locomotora del futuro y presentarse como dos naciones competitivas que aúnan esfuerzos: aquel encuentro de los dos monarcas tenía también el objetivo de impulsar proyectos como la construcción del gasoducto de Tendara, o el acuerdo entre la Oficina Nacional de Agua y Electricidad (ONEE) y Red Eléctrica Española, crucial tanto para Marruecos como para España, y se firmaron dos memorandos en materia de Energía para establecer una asociación estratégica entre España y Marruecos, y para promover el desarrollo de una interconexión eléctrica. Todo ello constituye una formidable oportunidad de negocio tanto para compañías españolas como marroquíes y una catapulta al éxito regional en un enclave que adquiría un nuevo protagonismo en el transporte marítimo global. El nuevo puerto de Tánger así lo demuestra.
Como conclusión, debemos insistir: Marruecos y España son dos países vecinos com intereses mutuos que tienen la obligación histórica de entenderse. Unas relaciones que, en los momentos críticos que vive el mundo en la actualidad, están condenadas a incrementarse de manera exponencial y llamadas a establecerse como una relación de “simbiosis”.