Tiene extraordinario valor, en medio de este panorama, que los jóvenes, tan castigados por la falta de oportunidades profesionales, sean los que no estén dispuestos a quedarse de brazos cruzados, los que den el paso para ayudar a personas en riesgo de exclusión social para mejorar, siquiera mínimamente, sus condiciones de vida.
Así nació ya hace meses, por ejemplo, PickUp Solidaridad, a través del impulso de un grupo de profesionales de poco más de veinte años, incluso algunos aún universitarios, que trabajan en la recogida de productos de primera necesidad como la comida o artículos de limpieza e higiene personal, mes a mes, campaña a campaña. Hasta hoy. Y siguen.
Han conformado un grupo ecléctico y polifacético, progresista (por la vía de los hechos, no de boquilla). Ya han llevado a los hogares en los que más se necesita 140 toneladas de alimentos y todo aquello que 4.000 familias cada mes demandan para poder sobrevivir.
“Sola no puedo cambiar el mundo, pero puedo lanzar una piedra al agua para crear muchas ondas”, sostenía Teresa de Calcuta. Hay una parte de la juventud española, quizá más amplia de lo que imaginamos, en la que hay esperanza y compromiso, vocación y fuerza, ideas y coraje. Y en la que todo ello se pone al servicio de los más desfavorecidos, también, para que la vida carezca de verdadero sentido.