Tal es la decisión del Gobierno de repartir unos bonos por valor de 400 euros a los españoles que alcancen la mayoría de edad para que se lo gasten en actos culturales, y no sabemos seguro si también en la compra de libros. Entendemos que así funcionará pues dijo el Doctor Sánchez que copiaban (él es gran especialista) las iniciativas francesas e italianas. El día que apareció la noticia nos opusimos en pantalla televisiva a visiones negativas y rechazadoras, pues nos parecía una idea simpática, que iba en la buena dirección, que beneficiaría más, aunque fuere un poquito, a los jóvenes con estrecheces, que siempre ayudaría a los subsectores de los espectáculos culturales, a los museos, y un etc.. de modestos aspectos positivos y de progreso. Nos produjo contento la iniciativa y no compartimos la idea de que era despilfarro insoportable, porque 200 millones en el océano de deuda que tenemos son imperceptibles y pudiera, en contrapartida, generar beneficios sociales respetables. España no está para ahorrar preferentemente en Cultura, créannos. Tampoco nos pareció justo quemar la idea en la hoguera del electoralismo, porque la inmensa mayoría de las medidas, en una democracia partidista, tiene su dosis de electoralismo, la aplique quién la aplique, forma parte del ADN del funcionamiento de las democracias europeas. Además, vemos con mucho escepticismo que tal medida vaya a propulsar a los jóvenes a votar enfervorizadamente a PSOE o PODEMOS o separatismo y abandonar la abstención. Nos preocupaba un poco más el hecho de saber si la medida no iba a necesitar de complejos recovecos administrativos que hicieran esta iniciativa mucho más cara de 200 millones e incentivar picarescas indeseables. Pero si por eso fuera, en España no se tomarían decisiones nunca, por lo que seguimos pensando en ese momento inicial que merecía la pena intentarlo y nos congratulamos de la propuesta. Pero….
Pero nuestro gozo en un pozo. Antes de transcurridas 24 horas desde el anuncio del proyecto, la medida, que nos alegraba por progresista, se transformaba en un invento totalitario polifacético. Resulta que ese “bono cultural” está subrepticiamente destinado a reforzar ideológicamente lo que los Partidos de Gobierno entienden por cultura buena y cultura mala. El Gobierno “orientará” a qué cultura se deben dedicar los jóvenes mayores de edad. El ejemplo que salió inmediatamente fue el del arte de la tauromaquia, y, aunque sea más dolorosa por atacar directamente unas raíces de la cultura más española, desde Goya a Picasso, pasando por Hemingway y Montherlant, la misma indignación nos produjera el arrinconar la ópera, el circo, las oplotecas o el teatro NO (el japonés), y quedamos a la atenta espera de la censura que quiera imponer taimadamente el Ministro Iceta.. Es un totalitarismo conocidamente abyecto el de intentar ahormar carne de cañón induciéndole como pensar a través de la cultura “buena” frente a la “degenerada”, que diría Adolf. Es totalitaria también porque lo más libre, ya que es un regalo por llegar a la mayoría de edad, es sencillamente dejar que el nuevo adulto decida, sin filtro alguno, en qué espectáculo quiere gastar su dinero. Sería su libertad y su responsabilidad en una sociedad libre. No la del Gobierno. Es totalitario también porque dicen que lo ha impuesto la parte del Gobierno que representa a una pequeña minoría de españoles.
Con la verdad por delante, Orwell ha llegado con piel de cordero, pero para quedarse. Eso sí, sin que nos enteremos mucho, poquito a poco, anécdota a anécdota, disfrazado de medidas progresistas que podrían haber sido buenas. Como una estocada atravesada.