Hay pelotera y riña de gatas galaicas o madrileñas. Pero importan poco, lo que importa es la guerra de dos ministras: La que ve Garamendi y anuncia con perspectiva y escuela de Neguri, desde su atalaya, trampolín, barranco, o lo que sea, al frente de la CEOE, en torno al lío que enfrenta a grupos del gobierno y personifican dos ministras, a cuenta de la Reforma Laboral PP, susceptible de admisión, derogación, corrección o nuevo nombre.
Aparquemos, pues, la pelotera Nady-Yoly, elevada al superior empeño de los que se interesen por esos asuntos. Releguemos, también, su pendencia gatuna con arañazos y bufidos, si los hubiera. Y bajemos a la palestra-palenque que se ve desde la hondonada CEOE: Guerra de dos ministras. Una conflagración, que es de las dos, de lo que representan, y de quien la provoca, encisca y aprovecha.
El conflicto entre ministras, si es sólo entre ellas, no tiene otro recorrido que el debido a circunstancias personales. Aumenta de nivel si, como es el caso, se implican los ministerios en los que están, se enredan partidos políticos distintos, y un todo, general, que magnifica el aprieto en el Gobierno del que forman parte, en este caso de coalición PSOE-UP. Ministerio de Economía por un lado, con Calviño; y ministerio de Trabajo y Economía Social por otro, con Díaz. El peso y alcance de ambos ministerios con sus intereses pueden ser compatibles desde una realidad prevista, a priori, desde las bases de un pacto de gobierno. Hasta para el caso de una reforma laboral derogada o no. Pero el pacto para un Gobierno de coalición, que pudiera orillar el tema, no puede entrar, siquiera, en la perpetua confrontación ideológica que partió en trozos a la izquierda del pasado, y que sigue dividida. Internacionales Segunda, Tercera y Cuarta. El socialismo como fase previa al comunismo. Socialdemocracia primera, re-definida o de Tercera Vía. Podemos, como versión naïf del comunismo. PSOE, adaptación Sánchez con tesis o sin ella. El conflicto, de intereses, que hay, es una realidad para tener en cuenta; el de credos políticos y sociales, si existieran, podrían serlo, pero a estas alturas, con el PSOE-Sánchez y lo que queda de Podemos en la U-P que controla Díaz, tiene poca relevancia. Ante la reforma laboral de Rajoy y con los actores sociales, del pasado y presentes, la guerra Calviño-Díaz, no es un conflicto personal. No puede serlo. Tampoco la consecuencia de un pacto mal hecho, diseñado entre ministerios y los que aconsejan sobre el tema para que anden a la greña. Por ello, esto no es cosa de ministerios. Como apuntaba Garamendi, “Hablar de la guerra de dos ministras es algo más complejo”. Más: Un trágala tramposo, para un enredo, hecho a medida, para lucro y beneficio personal determinado. Al margen de todo y sin consideración a nada, ni a nadie.
Nos encontramos, pues, ante una situación diseñada en beneficio de quien ostenta el poder, sin parar en barras, barreras, ministras o ministerios. Una conflagración buscada por quien la provoca, encisca y, sobre todo, aprovecha. Desde esta situación, de conflicto y totum revolutum, la pelotera entre ‘la Nady y la Yoly’, versión corrala, es absurda. También lo es la riña de gatas indómitas, e indomadas, en la versión madrileña de las vicepresidencias y los ministerios que tienen a su cargo. Hemos de reparar, por ello, en preguntar y contestar en quien: Provoca la situación (diseñó un pacto de Gobierno a conveniencia propia). La encisca (alimenta las brasas del conflicto y aviva los rescoldos que pueden apagarse). Y la aprovecha (hasta ahora).
En consecuencia, puede concluirse que el “algo más complejo” del que desde la atalaya de la CEOE advirtió Antonio Garamendi, al referirse a la guerra de dos ministras es algo que, explicado, es muy simple: Un ardid para enredar con litigios del pasado avivados. Una treta para presentarse como solución única de continuidad, entre enredos separatistas que no se enfrentan ni se arreglan. Y una distracción. Pura distracción, perjudicial y dañina, pero no simple, ni inútil.