El palco del Bernabéu está cerrado y la pantalla abrillanta el pasado del escudo. Florentino Pérez se ha blindado en la dirección de un gran equipo, el Real Madrid. Esa idea de blindaje, de ser “intocable”, no le ha impedido sin embargo morder el polvo en muchas ocasiones con sus competidores, ya fueren estos deportivos, institucionales o empresariales. Cuando se acaricia la gloria, una tentación es perpetuar esa suerte de blindaje que te convierte en el supremo ganador, el que jamás acepta una derrota. En este camino por la soberbia, la utilización del palco del Real Madrid resulta altamente productiva al presidente del club blanco.
Sin embargo, confundir el palco del Estadio Santiago Bernabéu con el templo último de la Justicia es una palmaria confusión. En los tiempos del VAR es complicado llevar siempre el agua a tu molino.
Pese a ello, Florentino ha adquirido la costumbre de judicializar aquellos procesos en los que su ambición desmedida ha encontrado límites, es decir donde ha resultado derrotado. Y el dichoso palco puede resultar una buena sala de pre instrucción o de enjuague.
En los viejos Gobiernos Civiles del franquismo, el gobernador te invitaba de cacería, los ojeadores hacían su trabajo y el señorito solo tenía que cobrar las perdices. Hoy ni los palcos son gobiernos civiles, ni el gobernador siempre se sale con la suya. Tampoco los jueces son mayoritariamente ojeadores. Es más, el día a día los informativos nos ofrecen historias reales en las que “eméritos” -políticos, jueces, empresarios, periodistas,… se convierten en perdices.
Las remontadas heroicas del Bernabéu, el miedo escénico que llegó a infundir el viejo Chamartín siempre provino del tercer anfiteatro, del “gallinero popular”, más que de los palcos o los despachos que casi siempre huelen a enredo, apaño, intereses torcidos, trapisonda… envueltos, eso sí, en sabroso canapé.
A Florentino Pérez siempre se le han reconocido sus avances en la sombra. Cuando todo el mundo estaba pendiente del arranque del mundial de Rusia, el dirigente blanco hizo algo para muchos traicionero, por la espalda. Anunciar el fichaje para el Real Madrid del seleccionador nacional.
Obligó a que los aficionados gallegos, sevillanos, colchoneros, catalanes…., a toda España que estaba con “la roja”, pusiera el foco en él, en vez de en la Selección Nacional. La noticia cayó como una bomba en la concentración. Florentino no tuvo que esperar a acabar el mundial para traerse su “trofeo” porque el presidente de la Federación despojó al seleccionador nacional de su compromiso transitorio. No supo reírle le gracia a Florentino. Perdió Lopetegui, perdió España y, poco después, perderían los madridistas.
Cuando los equipos pequeños de la liga española asoman la cabeza en Europa y un extenso ramillete de clubes sacan pecho para competir en Europa, incluso el Rayo jalea ya en los graderíos de la Avenida de la Albufera su inminente cruce con el Liverpool, Florentino va por delante e idea una Superliga reservada solo para los “tocados de Dios”.
Será el, de nuevo, quien determine el futuro de los grandes… y de los pequeños. Algunos de sus compañeros iniciales ya se han tirado en marcha para no participar en la ensoberbecida carrera de Florentino. De momento, sigue perdiendo la partida.
Cuando el presidente de la Liga consigue que la mayoría de los clubes apoyen un proyecto de venta de derechos de todos los clubes de Primera y Segunda División a cambio de 2.000 millones, Florentino maniobra para seguir teniendo el control del negocio. Como pierde, recurre a los tribunales. Es su sino, recurrir ante la adversidad.
Lejos ya de los campos de fútbol, el último pataleo navideño de Florentino Perez – según se ha publicado- ha sido llevar a los tribunales a Ignacio Galán, su eterno competidor empresarial y al que intentó sin éxito disputar el control de Iberdrola.
No conforme con sentar en el banquillo a sus jugadores, la pretensión del presidente de Real Madrid es hacerlo con sus competidores , a los que no gana. Marchando otra ración de palco, justicia y ojeadores.