Estos días vuelvo a descubrir en la prensa a cierto caballero blanco protagonizando nuevos lances a lo Vito Corleone y, oiga, que casi ni me inmuto… la costumbre, supongo. Y es que nuestro caballerete es asiduo a los guiones coppolianos (ya saben, el de la película de la cabeza de caballo entre las sabanas) y un capítulo más del folletín no logra elevarme ya las cejas de estupor. Qué pena llegar a viejos, que diría mi madre. Aún estamos medios resacosos de la filtración de los audios que nos entretuvieron en verano y que le desvelaron como el rey del mambo de los medios de comunicación, encumbrando y liquidando chupatintas para mayor gloria de sus intereses, y al de la central lechera le da por retomar a lo grande su particular partida de ajedrez contra la mayor compañía eléctrica de España.
En fin, que el de la blanca figura vuelve a las andadas y resucita su pataleta contra Galán pidiendo al juez la imputación de medio Iberdrola por el lío aquel de las escuchas de Villarejo. Esto sí que no se lo esperaba Coppola ¡Menudo giro de guion! Yo, ya les digo, ya no me conmuevo, pero reconozco que alguien con menos callo emocional debe de estar con los pelos como escarpias a la espera de su siguiente movimiento. Lo de la venganza de Don Blanco promete - ríase usted de Carrie White - pero también deja sus propósitos en evidencia y eso, mire, eso sí que me sorprende.
Para un gurú del tejemaneje como el presidente del Real Madrid este alarde de rabia impúdicamente exhibida es absolutamente impropia. Soy poco dado a creer en tramas, dimes y diretes, pero aquí Florentino se ha marcado un gol en propia puerta. Lo habrán leído, y si no fuese porque no les hablo de otra peli, resultaría hasta divertido.
Según el diario El Español, el de la sombra alargada (y blanca) habría presuntamente instado al ex comisario Villajero a espiar a la Eléctrica vasca, ojo, que dicen que hay pruebas y todo, algo que sin embargo parece que el juez no vaya a tener en cuenta, cosas de la vida. Lo hilarante del asunto es que, aunque se ha demostrado la falsedad del documento que incriminaba a Ignacio Galán sobre el presunto espionaje a terceros, el madridista da ahora un paso adelante y lanza un órdago exigiendo la ampliación de las acusaciones a Iberdrola.
El de blanco ha querido descorrer las cortinas, pero al otro lado solo hay un espejo, parece que retrovisor, que le devuelve su imagen maquinando – me lo imagino jugueteando con las manos a lo Montgomery Burns – con la herida aún supurante por no haber logrado su asalto a Iberdrola hace más de 13 años y, lejos de achantarse, está dispuesto a tomar impulso aun a riesgo de perjudicarse.
Contengan, pues, la respiración, que en medio de la pista oscura un potente haz de luz ilumina a nuestro protagonista. Redoble de tambores y el mismísimo Florentino acapara toda nuestra atención porque, ¡Tachán!, no solo se mantiene como acusación particular contra la eléctrica en el caso Tandem sino que, triple salto mortal, envida a la grande. Si eso no es enseñar demasiado la patita que baje aquel y lo vea.
¿Tal es la furia acumulada estos años contra Galán como para permitirse el desliz de visibilizarse de esta manera tan obscena? A mí, que no me gusta opinar de enredos judiciales, solo me viene un estribillo a la cabeza, “Ay,
¿Quién maneja mi barca, quién?” (les advertí sobre la pila de años que acumulo a mis espaldas) y, vaya, que no le sienta nada mal a Florentino el uniforme de gondolero, si me permiten la licencia poética de contextualizar este sainete en los canales venecianos por aquello del tufillo a la Cosa italiana.
Más de uno opinará que este humilde plumilla aflora en su redacción cierta inquina contra el bueno de Florentino. Se equivocan, no soy más que un mero cronista lanzando sus reflexiones al viento. Pero es que, a pesar de mi callo emocional, no deja de sorprenderme este paso al frente del merengón de los últimos meses, ese evidenciarse de manera descarada. Tiren de hemeroteca y verán que Su Majestad, como dicen que se refieren a él sus más íntimos, siempre había manejado los tiempos con maestría para conseguir sus objetivos empresariales y deportivos. Ahora parece que le puede el ansia de vencer, justo cuando ya debería saber que a veces es más conveniente retener el balón en juego que disparar a puerta… Pues eso, qué pena llegar a viejos.