Las nuevas generaciones que vienen ya de camino, buscan entornos ágiles, dinámicos, que supongan un reto de aprendizaje continuo, dónde exista buen ambiente y condiciones óptimas para desempeñar su trabajo. No les sirve cualquier cosa. La comunicación en una sola dirección, sin fluidez, sin escucha, cada vez tiene menos adeptos.
Una nueva realidad, se está desarrollando. Ya no sirve cualquier trabajo ni en determinadas condiciones. Estamos expuestos a numerosas oportunidades y opciones de cambio. Lo que sucede, es que a veces no sabemos cómo hacerlo o estamos tan cansados, sin energías que solo podemos dejamos llevar.
Se está produciendo un fenómeno de desbandada laboral, “The Great Resignation”, principalmente en Estados Unidos donde el trabajador ha renunciado voluntariamente a su trabajo buscando otra forma de ganarse la vida con mejores condiciones, mejor salario y donde pueda llevar a cabo un desarrollo personal y profesional sin que ello le impida vivir. Esta situación que se está haciendo extensiva a muchos países, incluido los europeos, refleja, según un estudio realizado por Microsoft, que el 41% está considerando dejar su trabajo.
La pandemia y las nuevas condiciones laborales que se han generado, principalmente a raíz de ésta, han llevado a muchos trabajadores a replantearse su propia situación. Valorando no solo aspectos económicos o profesionales, sino a pensar firmemente en un cambio de trabajo o apostar por ese deseo emprendedor que siempre han querido llevar a cabo pero nunca tenían las fuerzas o motivación suficiente.
Esta búsqueda, se inicia cada vez, más a menudo. Una búsqueda que tiene mucho de reinvención, del deseo de realizar una tarea que satisfaga y de la que además se pueda obtener un beneficio económico. Se intenta ser un poco más feliz. Surge de forma más urgente y prioritaria, buscar nuestro propio Ikigai.
Y en esta búsqueda, queremos y pedimos, otros modelos de liderazgo, donde haya menos jefes y más líderes. Más equipo y menos individualismo.
La soledad del despacho y el poder, ya no es tan atrayente aunque vaya acompañado de un alto nivel adquisitivo, porque la organización y la sociedad, empiezan a funcionar de otra manera.
Se necesita un CEO como líder que se integre en los equipos no para mandar, sino para guiar y liderar. Que tenga en cuenta al empleado como elemento fundamental del engranaje de la organización. Con capacidad de escucha, cercano, auténtico. Se reclama proximidad no lejanía ni superioridad.
No hay mejor aprendizaje ni huella más profunda, que un buen ejemplo, ya sea padre, líder de equipo o dueño de una empresa capaz de poner en práctica sus valores, en cualquier contexto o situación.
Estamos viviendo un entorno VUCA (volátil, de incertidumbre, complejo y ambiguo), donde observamos cada vez más, “Cisnes negros”, fenómenos improbables, sorpresivos, imprevistos, con un impacto económico y social tremendo. El Covid-19 es considerado uno de ellos.
Ante esta situación de inestabilidad, se necesitan personas flexibles, que sepan y puedan adaptarse a distintas situaciones. Que fomenten y busquen formas de trabajo innovadoras y diferentes.
No es posible seguir actuando de la misma manera cuando el medio nos reclama renovación y cambio.
En un futuro que ya está aquí con la Inteligencia Artificial, el Big Data, el Meta verso… ¿Dónde encaja un líder que no sepa mirar en esa dirección?
Y a la vez que la tecnología avanza exponencialmente, se necesitan líderes de servicio, que apoyen, gestionen, en definitiva que sean equipo de su equipo. Todavía hace falta más humanidad, escucha activa, empatía, comunicación en varias direcciones, quizá algo de Redarquía y menos Jerarquía.
El CEO puede y debe ser un GeFe, Generador de Felicidad, aunque todos tengamos el compromiso y la responsabilidad de buscar nuestro propio equilibrio y no ponerlo únicamente en manos de la organización.
El líder no será perfecto ni podrá tener todas las cualidades mencionadas, pero lo que sí debe ser, es buena persona. Este es el verdadero talento de cualquier organización.