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CARTA DEL PRESIDENTE

Subvenciones, partidos políticos y castas privilegiadas

Subvenciones, partidos políticos y castas privilegiadas
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· Por Alfonso Merlos, Presidente del Grupo "El Mundo Financiero"

domingo 27 de marzo de 2022, 10:17h

En concretos contextos históricos y culturales, las castas han definido a ciertos linajes o ascendencias de un determinado grupo social que, compartiendo sus miembros ciertos rasgos fenotípicos, ha ostentado ventajas sobre los demás. Y ello, en un sistema de estratificación de esa sociedad que ha funcionado de manera sólida, rígida y, peor, inmóvil. Los antisistema que, por ejemplo a través de marcas como Podemos, han parasitado el poder en los últimos tiempos, venían denunciando precisamente antes de la toma de las instituciones que el gran problema de España era/es que había permitido, de facto, un sistema de castas en el que los partidos políticos disfrutaban de privilegios no sólo ilegítimos sino absolutamente reprochables y hasta repugnantes; de ahí que ese modo de operar, arcaico e injusto, debiese ser abolido en beneficio de la democracia real y el pueblo.

No ha sorprendido, sin embargo y a pesar de esta palabrería hueca, que hace apenas horas haya sido tumbada la propuesta de Vox de eliminar las subvenciones de más de 170 millones de euros al año que van del sudor de la frente de los españoles, sin viaje de retorno, al bolsillo ancho y profundo de nuestros representantes. Del centro derecha hasta la extrema izquierda, la muralla que se ha levantado para defender esa elefantiásica bolsa de dinero ha sido infranqueable; y esto, a pesar de tratarse de una cantidad que es destinada para el funcionamiento ordinario de las distintas siglas y que es generosamente complementada con multimillonarias ayudas electorales cada vez que hay comicios (¡miserias, las justas!).

Más allá de los colores, incluso de las ideologías, queda hoy tristemente patente quiénes de entre nuestros gobernantes están dispuestos a poner toda la carne en el asador para perpetuar un modelo que no hace tanto los fariseos, seguidores del partido de la coleta, consideraban imprescindible vapulear, erradicar (era sólo una maniobra de engaño).

Es triste alcanzar la conclusión directa e innegable de que, tampoco en tiempos de estrecheces y apreturas, los políticos están dispuestos a renunciar a sus prebendas y hacer un enano sacrificio por los ciudadanos, los pagadores primeros y últimos de sus sueldos y sus chollos, incluidos los que tocan a sus distintas legiones de asesores y arrimados.

Con industrias paralizando por completo e indefinidamente su producción, con las estanterías de los supermercados semivacías, con la ruina tocando sin compasión a las clases medias (ya sin posibilidad alguna, más allá de la subsistencia, de disfrutar de unas mínimas comodidades), cuesta creer que algunas formaciones políticas aún alcancen a sumar una intención de voto de 80 ó 90 o hasta 100 diputados. Y no reciban un castigo incondicional, inmediato e irrestricto de sus votantes, tan abusados y tan insultados desde las alturas. Y, cabría preguntarse, con tanta y tan misteriosa tendencia al masoquismo.

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