La presente edición consta de una introducción que nos hace comprender mejor la obra y las circunstancias en las que se escribió (*"Debellare Superbos". La visión de Chesterton sobre Roma*, de Salvador Antuñano); seis capítulos, que fue lo que el autor escribió en seis semanas y que fue publicado en 1930; y termina con dos apéndices (A y B), que fue necesario para explicar sus puntos de vista tras las polémicas que se suscitaron.
Chesterton siempre fue una especie de arqueólogo de ideas, luchas y batallas doctrinales. Con su peculiar visión explica el Renacimiento y Barroco romanos, remitiéndonos a las pugnas entre Roma y Bizancio; nos dejará su análisis del fascismo, y las anécdotas de sus entrevistas con Pío XI y Mussolini, todo ello en relación con el pasado glorioso de las águilas romanas y la irrupción en el mundo de la Antigüedad de la nueva religión procedente de Galilea.
Todos, en alguna ocasión, hemos tenido la impresión de que las guías turísticas de algunos lugares no aportan información valiosa. Describir una iglesia diciendo que su planta es de cruz latina o que tiene dos ábsides nos deja indiferentes si no se nos dice por qué hace siglos se hacían
edificios con plantas de cruz latina. O si nadie nos dice por qué se construían los ábsides. Que un cuadro fuera pintado por alguien que se nutrió de la escuela flamenca no sirve de nada si a uno no le explican qué era la escuela flamenca o por qué pintaban de una determinada manera. De todo esto hay en este libro y por eso su contenido es muy rico.
Cuando uno ha experimentado la frustración de visitar un sitio o ver un cuadro y no recibir más que un dato frío, aislado, la lectura de los libros de viaje de Chesterton -publicó numerosos- produce una especial alegría.
Porque si por algo se caracterizaba, era por comprender la historia que había “debajo” de los edificios, de los trazados urbanos, de los colores, etc. Esta es la maravilla de “*La resurrección de Roma*”. Chesterton aquel gigante y gordo periodista que escribía acerca de absolutamente todo, viajó en Roma en 1929, poco tiempo después de que Mussolini firmara con el Papa los Tratados de Letrán.
En su libro, por ejemplo, trató de acercarse a la mentalidad de sus compatriotas protestantes que aborrecían Roma, no solo por ser la sede del Papa, sino por todo el triunfalismo de tanta estatua de sabor paganizante, por todo el derroche de sensualismo de un Renacimiento romano que traía a la memoria la corrupción de los momentos más oscuros del papado. Y para explicarles porqué en Roma, en la Roma católica existía una tal profusión de estatuas, de estatuas grandilocuentes, luchadoras, triunfadoras (capítulo 2), señala que son el recuerdo de una lucha que durante siglos enfrentó al Bizancio culto, poderoso, inteligente frente a la sede papal, que en la Alta Edad Media, estaba atrasada, era ignorante y pobre, pero que tenía la razón. Así, Bizancio se hizo iconoclasta y herética, y solo un papa solitario mantuvo la razón frente a la barbarie de los civilizados orientales.
En la obra también se refiere las curiosas entrevistas que el periodista británico mantuvo con Mussolini y con Pío XI. Un testimonio de una época que aún no presagiaba los negros nubarrones que pocos años después se cernían sobre el continente. Muchas de sus observaciones las podríamos hacer hoy, de los aspectos profundos de las cosas, la civilización occidental, las sociedades, los gobiernos. Si desea conocer Roma, esta es, sin lugar a dudas, una lectura rica y fecunda, de ahí el mérito de Ediciones More.
Ficha técnica:
La resurrección de Roma
The Resurrection of Rome (1930)
G. K. Chesterton
Ediciones More
315 páginas