En este contexto -en el peor momento de imagen pública del presidente de México, - ha llamado la atención la rendija de oportunidad por la que se ha colado la presidente del Banco de Santander, Ana Patricia Botín.
Bien es cierto que para todos los especialistas en el sector Ana Patricia no resiste una mínima comparación con su padre. Si de antiguo es, aunque alejado de la ética, admitir que muchas veces el fin justifica los medios, lo cierto es que la inoportunidad de este viaje privado de la presidenta del Santander ha sido más que comentada en el empresariado español por su trascendencia pública.
Hay incluso quienes no han ocultado que con su actitud sumisa se está insultando a las empresas españolas, dando por buenas las palabras de AMLO de odio hacia España, lo que ha supuesto un quebradero de cabeza a la Diplomacia española.
Solo por una actitud desesperada por salvar el banco puede entenderse este gesto que es, de alguna forma, un desprecio a su propio país. Es la conclusión sotto voce que se ha deslizado en el parqué de la plaza de la Lealtad, con un recordatorio incluso a la memoria de su padre que no se deslizaba por estos derroteros para expansionar con fuerza la marca Santander.
La operación de Botín en el país azteca se produce en un momento de incertidumbre del gran banco español y tiene una única intención: quedarse con el City de México. Los socios americanos del banco tendrán que ponderar si la forma elegida es la correcta.
El matonismo político es mal compañero de viaje de las empresas que deben perpetuarse conviviendo con una natural alternancia de liderazgos y partidos políticos. Echarse en sus manos, una opción equivocada.
La escalada verbal de AMLO contra España alcanzó la cima en la primera quincena de febrero de este año. Los ataques a autoridades, empresas y personalidades de nuestro país culminaron con la petición de “hacer una pausa” en las relaciones con España, el segundo país inversor en México después de Estados Unidos.