Los independentistas se han puesto intensos y han montado el pollo. ¿Cómo puede ser que un país extrajeron como España los haya espiado? Esto es inconcebible. No puede ser. Y piden responsabilidades y todo lo que a ustedes se les ocurra. El problema es que no se acuerdan de lo que ellos hicieron. Cuando reciben el mismo castigo se quejan. Ahora bien, cuando ellos lo hicieron, aquí no pasa nada.
Nos tenemos que remontar a finales de febrero de 2018. Por aquel tiempo la Policía Nacional interceptó una furgoneta de los mossos de escuadra que iban a la planta incineradora de Sant Adrià del Besós para destruir unos papeles sin importancia. Eso es lo que dijeron. Las posteriores investigaciones dieron como resultado todo lo contrario.
La Generalitat de Cataluña mantuvo un servicio ilegal de espionaje, vinculado a los mossos de escuadra, que tenía como objetico espiar partidos políticos, activistas, personajes públicos o privados, entidades, plataformas, todos ellos de un marcado perfil unionista o constitucionalista”.
Se espió a políticos del PP, Cs, PSC o del PDeCat. Entre las personalidades estaban el abogado Fuster Fabra, Albert Rivera, Carlos Carrizosa, Susana Beltrán, Alberto Fernández Díaz, Sergio Santamaría, Albert Castillón, Mariano Gomá, Josep Ramón Bosch, y un largo etcétera de personas vinculadas al constitucionalismo, en un momento en el cual el independentismo estaba intenso y llegó a dar un golpe de estado.
Como era de esperar la investigación y las demandas quedaron en nada, porque el juez concluyó que “no puede concluirse que las investigaciones no estuvieran guiadas por el propósito de salvaguardar el interés público y por lo tanto no son una desviación de poder”.
Ahora ellos se quejan porque 65 independentistas han sido espiados por el programa Pegasus. Y se ponen tan intensos que rompen relaciones y piden explicaciones, que rueden cabezas y toda la parafernalia repetitiva de estos personajes de cómic que a veces son los líderes del procés.
Veamos. Todos se espían a todos -y todos los saben- y aquí como siempre no pasará nada. Esto es otra cortina de humo para tapar ciertas informaciones y para que el independentismo, en horas bajas, vuelva a aparecer en los medios de comunicación. Han lanzado a la marioneta de Aragonés, con más pena que gloria, para que tenga repercusión en los medios.
Al final se darán la mano, se pedirán disculpas, prometerán que nunca más sucederá y cada uno se ira a su casa tranquilo, contento y engañado. Y al día siguiente volverán a ser espiados. Y lo grave del tema es que en 2018 se localizó una furgoneta, ¿quién nos dice que no lo hayan seguido haciendo y no lo sepamos? ¿El independentismo ha dejado de espiar al constitucionalismo? ¿Es lícito? ¿se tiene que hacer cuando unos personajes ponen en jaque a un Estado? ¿Es políticamente correcto?
Son muchas las preguntas que nos podemos hacer sin ponernos intensos. El problema de fondo es el escándalo que se ha montado con un tema al que les han llamado Catalán gate. Lo triste del tema es que ellos ya lo sabían. Y desde hace un mes. Ómnium Cultural ya registró el nombre, montó una web e hizo un vídeo mucho antes que todo saltara a la prensa. Con lo cual, nada les ha venido de nuevo y están haciendo teatro.
Y esta es la triste realidad de Cataluña. Vivimos en una tragedia griega constante. No avanzamos. Siempre encima del escenario, viviendo una ficción. Porque para ellos es mejor vivir en un mundo irreal que poner los pies en el suelo, darse cuenta de los problemas de la ciudadanía y solucionar los problemas. Están incapacitados para hacerlo. De ahí su afición por el teatro.