En concreto, y por lo que se refiere al sistema agroalimentario español, se ha puesto de manifiesto la importancia del territorio ucraniano como proveedor del sistema, cuya capacidad de producción de cereales lo sitúan entre los más influyentes en el comercio agroalimentario internacional, siendo el quinto mayor exportador de cereales y piensos del mundo, a cuyo fin destinan el 75% de su cosecha.
En 2021, las importaciones españolas procedentes de este país representaron más del 40% de todos los cereales que se importan, a escala global, más del 60% del aceite de girasol y cerca del 15% de las leguminosas de grano, a lo que se unen importantes compras de fertilizantes.
Los efectos de la guerra están provocando una gran incertidumbre sobre la producción futura de Ucrania, estimándose una superficie dañada en las zonas de cultivo que supera el 30% de la superficie agraria útil (SAU).
En este contexto y con la producción de este país prácticamente paralizada, será necesario buscar el aprovisionamiento lejos del Mar Negro, al otro lado del Atlántico, como EE. UU. y Argentina, entre otros. En una situación de subidas importantes del coste de los fletes, de 6 a 10 veces, conducirá sin duda a mayores tensiones en los precios y graves problemas de carácter social para los países, como los africanos, que tienen en los cereales la base fundamental de la alimentación de sus poblaciones.
España, una de las principales potencias mundiales en lo agroalimentario, la octava del mundo, teniendo en cuenta el valor de sus exportaciones - con primeros lugares en algunos sectores agrícolas tradicionales, a los que recientemente se ha unido la ganadería, y dotada de infraestructuras logísticas e industriales, en materia de fabricación de piensos y de fertilizantes, de primer nivel – puede y debe mantener esta posición lo que requerirá abordar los procesos de innovación y de relevo generacional de los titulares de las explotaciones agrarias sin los que muchas de ellas verán su futuro comprometido. En particular, en la España vaciada.
Los cambios necesarios afectarán de manera muy diferente a sectores y explotaciones, pero existe una coincidencia total entre los ponentes de los sectores representados en el seminario en que la alimentación, por su carácter estratégico, necesita de una sensibilidad política especial, a nivel de la UE, en cuanto a garantías de abastecimiento en productos básicos.
Para ello, sería necesario disponer de reservas de alimentos cuya constitución debe dotar a la UE de suficientes garantías para la seguridad alimentaria en los países miembros y el adecuado funcionamiento de las cadenas de suministro, según coincidieron los especialistas que intervinieron en la mesa redonda. Sin prejuzgar cuál podría ser la forma de llevar a cabo la tarea de constituir estas reservas, la colaboración público-privada, como ya se aplica en otros sectores estratégicos como el energético, debería ser un modelo a considerar.
Igualmente fue unánime entre los ponentes de los sectores referidos la necesidad de que las administraciones competentes teniendo en cuenta las condiciones que impone la situación sobrevenida del conflicto bélico desencadenado por Rusia. En este sentido se considera imprescindible reformular los objetivos que orientan el Pacto Verde Europeo y diferentes estrategias, como la “Estrategia de la Granja a la Mesa” y la “Estrategia de la UE sobre Biodiversidad para 2030”, así como las orientaciones de la propia Política Agrícola Común, de tal manera que, por su aplicación en estas circunstancias, se potencie su carácter fundacional, la producción y el abastecimiento agroalimentario, sin poner en riesgo la soberanía de la Unión Europea en este terreno y sin perjuicio de compatibilizar la más que necesaria producción con los aspectos medioambientales y la lucha contra el cambio climático, a los que todos estamos comprometidos.