Ha sido difícil para los inversores encontrar el suelo de la actividad china basándose en los anuncios de políticas a lo largo de 2022. La persistente debilidad del sector inmobiliario ha anulado los impulsos positivos en otras áreas de la economía, como la inversión en infraestructuras, y también ha pesado sobre el sentimiento del inversor. Sin embargo, últimamente ha habido más urgencia en la provisión de estímulos por parte de Pekín. Entre el elevado desempleo juvenil y el boicot al pago de las hipotecas, las preocupaciones sociales y económicas se han entremezclado. Y lo que es más importante, algunas medidas políticas recientes parecen estar más directamente dirigidas a resolver la trampa de liquidez que gira en torno al sector inmobiliario.
Sin embargo, creemos que el optimismo debe seguir siendo moderado porque consideramos que China será bastante reticente a dar marcha atrás en su política general de enfriamiento de los desequilibrios en el mercado inmobiliario. El estímulo no será tan fuerte como en la expansión que se produjo tras la crisis financiera mundial, en la que la política china dictó las oscilaciones cíclicas de la actividad económica en todo el mundo.
Según nuestra visión para el corto plazo, existen dos tipos de riesgos. Podríamos ver más de lo mismo -un apoyo político insuficiente- por parte de China, lo que respaldaría nuestra visión más positiva sobre la duración global, pero socavaría parte de nuestra tesis alcista sobre las materias primas. Por otro lado, esta ronda de estímulos podría percibirse como bastante potente. En nuestra opinión, el dólar estadounidense, que parece bastante caro desde el punto de vista de la valoración, probablemente se vería sometido una presión vendedora, pero, por otro lado, las materias primas probablemente se comportarían incluso mejor de lo que prevemos.