Bien es cierto que cada día en España un porcentaje más alto de sus políticos adolecen de falta de experiencia profesional y no digamos ya de formación. Pero quienes han pasado décadas por el mundo de la empresa perciben a primera vista que hay un perfil ciertamente sui generis que, de cuando en cuando, aparece en los sitios. Se trata del ignorante osado. Es un profesional de calidad baja o muy baja, pero él está convencido de lo contrario y de que, incluso, casi en la comparación con cualquiera de sus semejantes, puede salir airoso o ganando. Se permite dar consejos a los demás, infravalorar el trabajo de los demás, intervenir ante los demás o ejecutar actuaciones carentes del más mínimo sentido… es, en puridad, un insensato, un descerebrado, un inconsciente.
Al sujeto en cuestión (hombre o mujer) se le teorizó científicamente en un estudio realizado en los años noventa por la universidad de Cornell, que culminó con el hallazgo de efecto ‘Duning-Kruger’. Sí. Hay incompetentes que tienden a creer que son mejores de lo que son, no reconocen la habilidad de otros, son incapaces de asumir su extrema insuficiencia que -por si fuera poco- además exhiben grotescamente, sin pudor. Son, al fin y a la postre, inútiles y peligrosos.
El hallazgo sistematizado de Duning y Kruger quizá quedó cojo al no llegar a explicar que estas personas son capaces de generar un daño superior si operan en el marco de una estructura pública que si lo hacen desde una empresa privada.
Ahí está el caso, paradigmático donde los haya, de Montero con sus amigas al frente del Ministerio de Igualdad. En su ignorancia y su torpeza, no reconocida aún, han pretendido la mejor defensa de las mujeres víctimas de las agresiones sexuales cuando lo que han conseguido es favorecer enormemente a sus agresores. Buscaban un mayor amparo (es verdad que sectario y atolondrado) de las víctimas, y han terminado por hacerle un regalo a sus verdugos.
En efecto, no es tanto el problema para los ciudadanos que personas inútiles (que salen, por añadidura, carísimas al bolsillo del contribuyente) produzcan una y otra vez errores cuanto su amenaza, su peligro por sus daños directos de facto al propio sistema democrático.
En este punto, a España sólo pueden salvarle dos elementos: el primero, que este fenómeno ciertamente tóxico se quede en mero paréntesis histórico y no haga tendencia; el segundo, que quienes lleguen (cuando lleguen) al poder tengan las suficientes agallas como para revertir esta etapa oscura, porque como ya advirtió Platón, ‘la ignorancia está en la semilla de cada mal’.
Si (
No(
