Tras la contracción, preveo que tendrá lugar una transición en la que el volumen de capital físico desplegado superará con creces el del ciclo anterior. En el último ciclo económico, se puso el foco en el capital intangible. Me vienen a la mente las empresas con una propiedad intelectual considerable pero que no disponen de demasiados activos tangibles. En el próximo ciclo, cabría esperar que el gasto se destinara a ámbitos como la green technology en detrimento de las energías sucias. El dinero se empleará para incrementar la resiliencia de las cadenas de suministro y facilitar la transición a los modelos de gestión de inventarios basados en la filosofía de disponer en todo momento de existencias suficientes (just-in-case) tras décadas gestionando los inventarios con arreglo a un modelo basado en mantener un nivel mínimo de existencias (just-in-time). Asimismo, espero que el gasto militar registre un aumento considerable. Todo ello exigirá un volumen de capital físico significativamente superior al que fue necesario en el ciclo anterior.
No solo será menester disponer de más capital, sino que este también resultará más caro. En esta nueva coyuntura, hemos de plantearnos en qué cotas se situará la tasa de ahorro. En mi opinión, la tasa de proyección del ahorro se mantendrá en terreno positivo, pero registrará una evolución más lenta que en el ciclo anterior (por no decir en los últimos ciclos económicos).
Un aumento de la inflación y un mayor crecimiento
Desde mi punto de vista, si las necesidades de capital físico están aumentando a un ritmo más rápido y, en paralelo, el ritmo del incremento de la tasa de ahorro está disminuyendo esta continúa siendo positiva, pero se orienta a la baja, considero que ello es sinónimo de aumento de la inflación y de subidas de los tipos de interés. Con todo, opino que el propio capital conllevará un ligero aumento del nivel de crecimiento del producto interior bruto (PIB) real. Por otro lado... Una de las excepciones de este planteamiento estriba en que hemos acumulado un ingente volumen de deuda en el sector público. Esta circunstancia, aunada al aumento de los tipos de interés, implica que tendremos que gastar más dinero para pagar esa deuda, lo que, en teoría, podría relegar el capital privado a un segundo plano. Con todo, en la práctica, no estoy seguro de que vaya a ser así. Probablemente deberían suceder otras cosas.
Una parte muy significativa de ello dependerá de si el sistema bancario está dispuesto a prestar capital. Teniendo en cuenta de que los bancos exhiben un tono relativamente favorable, deberían estar en una situación adecuada para conceder préstamos tras la contracción
esperada, con independencia de que nos adentremos en una recesión o no. Incluso en caso de que el Gobierno deba gastar más dinero para abonar los intereses, creo que el capital fluirá hacia la economía.
¿Los trabajadores, de enhorabuena?
En el contexto laboral, existen numerosas variables que tener en cuenta. ¿Cuál es nuestra política de inmigración? ¿Cuánta escasez hay? ¿Verán los trabajadores aumentados sus salarios? Teniendo en cuenta de que las empresas estadounidenses se encuentran en el punto de mira político de los dos principales partidos del país, sus resultados netos podrían verse mermados debido al incremento de los salarios y a la mayor supervisión reglamentaria. De ser así, el siguiente ciclo podría prolongarse gracias a la solidez del mercado laboral, pero cabe la posibilidad de que los márgenes de beneficios de las empresas se vean ligeramente perjudicados.
Incrementar el gasto para capear el temporal
En mi opinión, en el siguiente ciclo económico habrá empresas que se verán obligadas a aumentar su gasto de capital para aguantar el tipo. A modo de ejemplo, podríamos citar el gasto para mitigar preocupaciones en materia ambiental, social y de gobierno corporativo (ASG) o aquel derivado del aumento de los salarios. Esta clase de medidas no redundan en beneficio de la productividad ni de los resultados netos de las empresas. Sin embargo, pueden resultar positivas para el crecimiento económico, puesto que será necesario gastar más capital y este último exigirá mano de obra adicional. Por tanto, podríamos estar ante uno de esos momentos en los que el estado de la economía parece más favorable de lo que cabría esperar basándonos exclusivamente en el análisis de la trayectoria de las valoraciones de los activos. En cierto modo, podría constituir un reflejo del ciclo posterior a la crisis financiera mundial con la excepción de que, en esta ocasión, quien sale ganando en términos relativos es la economía real en lugar de Wall Street.
La combinación de políticas monetarias y fiscales laxas ha pasado a la historia
Resultará muy difícil que la aplicación conjunta de una política monetaria relativamente flexible y de una política fiscal bastante laxa que observamos durante la última década se repita en el futuro. Llegará un punto en el que los elevados niveles de endeudamiento de los sectores público y privado suscitarán las preocupaciones de los mercados. Nuestro ratio de deuda/PIB no solo es más elevado, sino que tanto las tasas de crecimiento como el crecimiento de la población están registrando una ralentización. Por tanto, estamos ante un incremento de la deuda que recae sobre los hombros de una fuerza laboral que acusa un crecimiento más lento.
Una forma de plantearlo estriba en pensar en cuánta deuda hay detrás de cada hora que trabaja la fuerza laboral. Se trata de una cantidad que está creciendo con rapidez. En algún momento la situación caerá por su propio peso, y existen dos formas de abordar esta circunstancia. Una de ellas es la austeridad: buena suerte consiguiendo que se apliquen medidas de austeridad fiscal en esta coyuntura política. La otra es mediante la inflación. Esta constituye todo un bálsamo de fierabrás para las autoridades fiscales, pero resulta temible a ojos de los trabajadores.
¿Cuál será la situación tras la contracción?
En el último ciclo económico, promediamos un crecimiento de alrededor del 2%. Considero que este porcentaje resultará ligeramente superior en el próximo ciclo, pero esta cuestión probablemente sea un tema para el año 2024/2025. En términos de inflación, creo que
registraremos una tasa media más cercana al 2,75% (que representa el nivel medio observado durante las expansiones de las décadas de 1990 y de 2000), lo que supone un incremento frente al 1,75% registrado en promedio en el ciclo posterior a la crisis financiera mundial.
Durante ese ciclo, los inversores pagaron una prima a la hora de adquirir bonos del Tesoro cuanto mayores eran los vencimientos de esta clase de activos en la curva de tipos. En otras palabras: abonaron una prima a plazo negativa. En mi opinión, resulta probable que esta situación se revierta en el futuro. Así, tras lo que prevemos que será una recesión, los tipos de interés se encontrarán en cotas considerablemente más elevadas de las que presentaban en el último ciclo económico
Este contexto podría resultar especialmente complejo para las empresas que dependían de que los tipos de interés se situasen en niveles sumamente reducidos, aunque las empresas que revistan solidez apenas deberían experimentar dificultades para adaptarse a dicho contexto. Mi hipótesis radica en que, en el siguiente ciclo, las rentabilidades tanto de las acciones como de los bonos serán de un dígito medio, lo cual no resulta excesivamente desfavorable