El gran reto actual para las compañías energéticas es el de la descarbonización, sobre la que pivota buena parte de las políticas publicas de los países desarrollados. Pero muchas de las grandes compañías que se dedican a la creación de palntas de energías renovables son viables solamente por voluntad política y por la abultada afluencia de fondos públicos que se les allegan desde los Gobiernos y Administraciones: sin estos fondos y subvenciones, no serían viables en el mercado.
Para lograr este objetivo es imprescindible recurrir a fuentes de energía renovable, como es el caso de los parques fotovoltaicos. Sin embargo, es importante que este proceso se realice de manera responsable y teniendo en cuenta a todos los públicos, con ética y profesionalidad.
Uno de los aspectos fundamentales que deben cuidarse es el mundo rural, ya que se trata de zonas donde la economía depende exclusivamente de la agricultura y la ganadería, y que además suelen estar despobladas. Por esta razón, las empresas de energías encargadas de llevar a cabo estos parques tienen que tener no solo un marco ético y responsable, sino la capacidad técnica, organizativa y financiera para acometerlos. Desde las ciudades no se conoce el impacto gigantesco que este tipo de plantas tienen en el entorno.
El parque fotovoltaico de Solaria en Guadalajara fue una muestra del error, por no llevar a cabo los pasos mencionados. Dicho proyecto que estuvo en entredicho en sus inicios retrasando la puesta de la primera piedra por varias denuncias de asociaciones de la zona vuelve a ser noticia debido a sus prácticas poco éticas en la subcontratación de la instalación de placas.
Ahora hemos podido saber que Solaria ha rescindido unilateralmente el contrato con las seis subcontratas que han trabajado en el parque dejando un reguero de impagos, y cientos de trabajadores en la calle de un día para otro. Los datos demuestran que lo que parece una situación aislada, se traduce a una práctica común de la empresa. Todo ello desembocando en otra larga serie de demandas que esperan resolverse en los próximos meses a favor de las subcontratas, y que hacen replantearse la capacidad de Solaria por llevar a buen puerto el proyecto.
Las subcontratas, que tendrán que acudir a los tribunales para que se les de la razón, han visto como se han cancelado sus contratos una vez incurridos los gastos, las inversiones y la contratación de personal aplicado a las obras, lo que traerá no solo el resarcimiento de daños y perjuicios, sino el reconocimiento del lucro cesante y un gigantesco daño reputacional para Solaria.
Las oscuras prácticas de la compañía energética han llegado al punto de que esa operación se conozca en la zona como "la Rumanada" que, debido a las dificultades de contratación de mano de obra barata local, Solaria ha optado por traer autobuses de países del este de Europa, la mayoría en condiciones precarias.
Solaria utiliza su imagen pública y su compromiso a través de políticas de ESG como un medio para aumentar su reputación y su valor en el mercado, pero sus acciones internas no reflejan en absoluto ese compromiso.
Una empresa altamente volátil en bolsa como es Solaria siente una fuerte presión por parte del mercado tras su desplome de hace dos años. Mientras tanto, el mercado no deja de vigilar su balance para saber si afronta sus planes estratégicos y las metas que se pone.
Además de la preocupación de Solaria en el parque de Trillo, en Guadalajara, la compañía tiene su nuevo objetivo en Burgos, donde tiene previsto construir un parque de similares características, marcando el mismo patrón de actuación que el anterior. Por el momento, ya dispone del informe favorable en la Declaración de Impacto Ambiental, aunque aún le faltan conseguir los trámites con los ministerios de Transición Ecológica y de Industria. Falta ver, si en esta ocasión, también pretende fragmentar el parque en zonas de menos de 50 MW (49,9 MW exactamente), para no tener que dar la cara ante los ministerios y resolver los trámites con el gobierno local.