Europa oriental, cuando todavía estaba tras el telón de acero, también tuvo capacidad de participar en los diálogos conocidos como Proceso de Helsinki. En una demostración histórica de consenso multilateral, el Acta Final de Helsinki de 1975 hizo que los Jefes de Estado de 35 países (los de la OTAN, los del Pacto de Varsovia, los Estados neutrales y los no alineados) se comprometieran a entablar un diálogo mutuamente favorable. Como nos recuerda Lamberto Zannier, ex Secretario General de la OSCE, “el objetivo era salvar la brecha entre el Este y el Oeste, evolucionar de la mera “distensión” a una auténtica “aproximación” (…) “no puso fin a la Guerra Fría, pero fue un giro revolucionario en esa dirección, a través de la apertura y la cooperación”. Los signatarios reconocieron asimismo que un marco de seguridad auténtica implica no sólo la ausencia de guerra, sino también “un bienestar económico, un entorno saludable y el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales” (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, “Reavivar el Espíritu de Helsinki: Se cumplen 40 años del Acta Final de Helsinki”, 7 de julio de 2015).
Una iniciativa en parecidos términos sería muy útil en la península de Corea, pero para ello los países occidentales deberían levantar las sanciones, al menos parcialmente, y dar una auténtica oportunidad al régimen norcoreano para que pueda involucrarse paulatinamente en el comercio internacional. De lo contrario, solo se conseguirá perpetuar la inseguridad de la región, con el consiguiente hermetismo y militarismo del régimen. En este sentido se posiciona Eric J. Ballbach, en su trabajo “Moving Beyond Targeted Sanctions The Sanctions Regime of the European Union against North Korea”, SWP Research Paper 2022.
El comercio internacional es posiblemente la herramienta más poderosa para la consolidación de la paz entre las naciones y puede contribuir a aliviar las tensiones en la península de Corea. Propiciando un clima favorable, los dirigentes del régimen norcoreano descubrirían así lo que para nosotros como europeos es una realidad que experimentamos desde hace mucho: el comercio internacional dentro de un mercado común regulado con libertades de establecimiento de empresas, movilidad de trabajadores, mercancías y capitales, es lo que mejor puede vertebrar y desarrollar a las sociedades. Es imposible generar un cierto afecto bilateral si no existe tan siquiera una comunidad de intereses o al menos una mínima interdependencia. La actitud contraria a esta apertura conduce a la desconfianza y finalmente a la guerra, como sufrimos trágicamente los europeos en dos ocasiones en el siglo pasado, en 1914 y 1939.
El papel de la Unión Europea es un modelo inspirador para muchos países del mundo, pero no fue un proyecto de integración fácil ni rápido de lograr. La reunificación de Corea requerirá un largo período de coexistencia pacífica, durante el cual la cooperación económica y las garantías de seguridad puedan generar confianza entre ambas partes. En este sentido, los países europeos están en una buena posición para compartir su dilatada experiencia, liderar desde Occidente el levantamiento de las sanciones impuestas a Corea del Norte y proporcionarla asistencia humanitaria, financiera y técnica.
El principio fundacional de la Unión Europea es la democracia, el respeto a los derechos humanos y al Estado de Derecho, y esa es la prioridad en la que debería trabajarse para el futuro de Corea del Norte, pero en el largo plazo. Sólo cuando su población haya prosperado materialmente por el efecto de las reformas económicas y se haya generado una clase media lo suficientemente numerosa como para estabilizar la sociedad.
En este sentido, la Unión Europea tiene sobre la mesa no pocos incentivos para la resolución pacífica del conflicto en la península de Corea por la vía económica, aunque parezca erróneamente un tema lejano e incluso ajeno. Primero, evitar el estallido de una segunda guerra de Corea cuyos efectos podrían perjudicar al sur, que es un importante socio comercial de Europa; segundo, ayudar a lograr un equilibrio de poder en esta región crucial del mundo, pues su vecino, China, es un país fundamental para la economía europea; y tercero, porque si Europa quiere seguir siendo un paladín de los derechos humanos, debe apostar también por el bienestar de la población norcoreana. A este respecto, para profundizar sobre lo anterior, el artículo de Sangmin Bae y Martyn de Bruyn, “Changing Roles of the EU and ASEAN on Peace in the Korean Peninsula”, UNISCI Journal, Nº 52, 2020, pp. 51-67, ofrece una evaluación del potencial de la UE como posible mediador en el proceso de creación de una paz duradera entre las dos Coreas.
Adicionalmente, existe otro argumento de peso. Para Corea del Norte sería más fácil iniciar diálogos con potencias occidentales de nivel medio de la UE que con una “comunidad internacional” liderada y protagonizada por la Anglosfera, es decir, EE.UU. y Reino Unido, y países de su órbita, como Canadá o Australia. El papel de Europa como modelo inspirador para muchos países del mundo debería ser aprovechado por Bruselas para ganar iniciativa y liderazgo geopolítico. En este mismo sentido de apostar hacia una mayor proactividad de la posición europea sobre Corea del Norte encontramos los trabajos de Eric J. Ballbach, “The Role of the EU in the Korean Peninsula Peace Process”, Asia Trends, Nº 6, 2021, pp. 54–67, e Ian Bond, “Out of Range, out of Mind: Is There a Role for Europe in the Korean Crisis?”, Boulevard Extérieur (13 de abril de 2013).
La Unión Europea tiene potencial para convertirse en un mediador global de primer orden, compensando de ese modo sus limitaciones, por contraste con las inmensas capacidades de la política exterior de Washington, íntimamente vinculada a los intereses de las empresas militares contratistas del Pentágono. Hay que tener en cuenta que para EE.UU. -máxime en el contexto actual- las tensiones en Asia-Pacífico contribuyen a reforzar su estrategia antichina. A este respecto, el conflicto intercoreano constituye un elemento más de todo el entramado del sistema regional que le permite hacer grandes negocios inflando las necesidades de seguridad de sus socios, en una suerte de “otanización” asiática que hace depender a los gobiernos de la región subordinados a Washington, como Japón, Filipinas y Taiwán, del suministro armamentístico y apoyo logístico de las grandes corporaciones e industrias militares de EE.UU.
Como recoge el Stockholm International Peace Research Institute, “Surge in arms imports to Europe, while US dominance of the global arms trade increases” (13 de marzo de 2023), las exportaciones de armas de EE.UU. aumentaron un 14% entre 2013–2017 y 2018–2022, y EE.UU. representó el 40 % de las exportaciones mundiales de armas en 2018–2022. Asimismo, las importaciones de armas por parte de los países de Asia oriental aumentaron un 21% entre 2013–2017 y 2018–2022, experimentando los mayores aumentos los aliados de EE.UU. (que es su principal proveedor), Corea del Sur (+61%) y Japón (+171%).
Pero la Unión Europea no está en ese negocio, ni tampoco le interesa auspiciar la sinofobia, habida cuenta de su dependencia de la economía china. Debería antes de todo salvaguardar sus intereses comerciales en toda la región usando la mediación en el conflicto intercoreano para elevar su posición de actor geopolítico mundial e incrementar así -verdaderamente- su Autonomía Estratégica.
La Unión Europea, por su propia configuración, estaría en una adecuada posición de partida para mediar entre ambas partes en el conflicto coreano, incentivando al régimen norcoreano a proceder hacia una paulatina desnuclearización, con la consiguiente solicitud a EE.UU. de retirar sus tropas estacionadas en el sur. En esta línea, resulta interesante traer a colación el trabajo de Gloria Torres Rojas, “Una solución pacífica a la tensión nuclear en la península de Corea”, Revista Razón Crítica, Nº 9, 2020, pp. 187-199, en el que propone un enfoque para establecer una solución permanente en el que la desnuclearización norcoreana vaya acompañada de la atención a las preocupaciones de seguridad de Corea del Norte mediante la firma de un tratado que deberá garantizar que EE.UU. no atacará al régimen, sacará sus tropas de Corea del Sur y terminará sus ejercicios militares con este país aliado.
El desarrollo económico de Corea del Norte debe forjar su propio camino que coincida con su cultura. Sin embargo, como país de Asia oriental, debería estudiar cuidadosamente las transformaciones económicas de Vietnam y China, pero también de Singapur y Mongolia, entre otros, porque a pesar de su diversidad, tienen características comunes. Con respecto a la Unión Europea, puede ser un aliado muy útil para ayudar a llevar a buen puerto las transformaciones que serían necesarias para la pacificación y seguridad de la península coreana. Pero para ello los líderes europeos deberían apostar de forma efectiva y creíble por la “Autonomía Estratégica” de la propia Unión Europea, sin creerse ni asumir enteramente las narrativas “atlantistas” diseñadas por los angloamericanos, que no siempre coinciden ni presuponen los intereses europeos.
* Este texto es un extracto de la ponencia del autor en el Seminario Internacional: “Regaining trust with the other side through sustainable win-win trade”, organizado por International Leadership Conference 2022 UPF’s Northeast Asia Peace Initiative (25 de junio de 2022).