La pregunta es: después de la salida en tromba en el único y decisivo cara a cara televisado de ‘Survivor Sánchez’, ¿qué más podría maquinar éste para, contra todo pronóstico y acariciando el milagro, revalidar su posición como jefe de gobierno? Más allá de la imperdonable imprevisión y la ineptitud estructural en abordar el reto del voto a distancia, ¿alguien en su sano juicio, dando pábulo a teorías de la conspiración o aledañas, piensa que desde Correos se puede estar ya maquinando, sin tapujos, un pucherazo que dé al traste radicalmente con las aspiraciones y las certidumbres del gallego?
Sánchez se ha instituido, con creces y desde hace tiempo, en un auténtico ‘Survivor’ de la política española: no se ha paralizado sino que ha huido, no ha respetado sus compromisos sino que los ha pisoteado; ha acreditado su frialdad casi en toda circunstancia, su bajo nivel de empatía, su cálculo en situaciones extremas en las que desde dentro o fuera del partido iban a por él; su enfoque ha sido locamente de supervivencia, sin trabas ni frenos ni límites de ninguna índole.
Y, aún así, no hay ya sitio para la bala de plata en su recámara. En efecto, el presidente del gobierno se encuentra en esa situación, al final del callejón, en la que el malhechor, tras haber escapado y corrido con las fuerzas del orden pisándole éstas los talones, se percata de que hay un muro infranqueable, una valla metálica inatacable, un fondo de saco en el que la historia ha terminado. ¿Se entregará o reaccionará con un último coletazo? Sobre su persona y su inmediato futuro, no le demos muchas más vueltas: no queda otra duda que no sea ésa.