Para los comunistas antisemitas, antes que el abrazo a Israel y la compasión y la solidaridad (no digamos el apoyo directo), ha primado la demonización de ese Estado y de su población.
Para los comunistas antisemitas, antes que la oración por una masacre inédita de niños, ha prevalecido la apelación a la “respuesta proporcional”, cuando seres humanos, en masa, habían sido quemados vivos.
Para los comunistas antisemitas, antes que la condena a la yihad en toda y cada una de sus demoniacas formas, está el circunloquio, la excusa y hasta la negativa rotunda a llamar a los asesinos lo que son, por su nombre: terroristas.
Para los comunistas antisemitas, antes que pensar en el dolor infinito de los padres y madres de los bebés y niños pequeños en la mortaja, se ha elevado el llamamiento a un “equilibrio en la reacción” y en el ejercicio del derecho de autodefensa.
No se puede pedir a una cepa de limones que dé naranjas. Como no se puede pedir a los comunistas de hoy, tan analfabetos y miserables como en tantas etapas del pasado (da igual el continente, da igual el contexto), que releguen su vileza y su sectarismo para actuar con unos gramos de humanidad.
Ahora bien: no pidan tampoco el respeto ni la consideración ni la humanidad para ellos quienes se muestran confortables ejerciendo de felpudos de una sanguinaria organización islamista-terrorista como Hamás. Israel y el pueblo judío ni les olvidará ni les perdonará. Como tampoco quienes están con las víctimas y trabajan, en cualquier sitio y posición, para que a los verdugos se les dé su merecido. El que les espera y se les prepara; el que, indefectiblemente, va a llegar. Es un simple acto de justicia terrenal.