Dos han sido las causantes de que la embestida separatista perdiera fuelle. En primer lugar la enquistada rivalidad entre JxCat y ERC y las divergencias que significan las relaciones entre Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Oriol Junqueras y Carles Puigdemont nunca congeniaron y se pudo comprobar en la ausencia de una estrategia unitaria una vez consumado el referéndum ilegal del 1-O. Asimismo, hay que reconocer a la gran mayoría de la sociedad catalana la virtud de no querer seguir tensando la cuerda hasta romperla. Las familias volvieron a reunirse y el nerviosismo que significó el otoño de 2017 cedió el paso a la cordialidad y el respeto mutuo.
José Antonio Zarzalejos, en un oportuno análisis, insistía en la responsabilidad compartida de nuestros representantes en crear una “situación distopica”. Los altos cargos políticos, negligentes en su totalidad, han seguido remando contracorriente con un solo objetivo, ganar la maniquea batalla por el relato. El mandatario lo tiene resuelto puertas adentro. Con la excepción de históricos dirigentes y algún militante de base, ha logrado sedar una formación carente de los necesarios contrapesos.
El secretario general del PSOE, insiste Zarzalejos, cuenta con una guardia pretoriana “sin excesivo talento para la adulación del líder, pero con un especial instinto para el servilismo (…). Al respaldarlo y jalearlo en esta travesía tan arriesgada logra asegurarse un estatuto económico y de empoderamiento que no obtendría en la abierta competencia profesional”. Palabras duras y acertadas que desmitifican el bondadoso relato de la convivencia mutua y del perdón necesario.
El mismo Josep Borrell no ha escondido su desapunto y malestar, si bien los exprese con tonos medidos y calibradas palabras. Todos los esfuerzos dirigidos a invalidar la victimista y falaz propaganda separatista en el exterior han sido envilecidos por un acuerdo firmado en un albergue de Bruselas. El poblatano convirtió España 2000 en el principal antídoto al relato independentista mientras encabezaba el Ministerio de Asuntos Exteriores. En los momentos previos a su desembarco belga el Estado había recuperado prestigio tanto en las cancillerías como en los medios informativos desactivando la bien congeniada actividad paradiplomática de la Generalitat.
Resulta descorazonador que hayan sido los gobiernos de Mariano Rajoy, con la ilógica decisión de enviar unidades antidisturbios en 2017, y de Pedro Sánchez quienes más han potenciado la internacionalización separatista. El acuerdo firmado por Santos Cerdán legitima el relato de un conflicto entre Madrid y Barcelona y cuestiona la ya de por sí inestable división de poderes. El silencio de togados como Robles, Palos o Marlaska es atronador e incompatible con la altisonante protesta de todas las agrupaciones de jueces, tanto progresistas como conservadoras.
Tampoco se entiende la necesidad de recurrir a los servicios de verificadores externos. Únicamente beneficia a JxCat, necesitada de argumento para silenciar las voces discrepantes y que acusan a Puigedmont de traición. El mismísimo Quim Torra se ha sumado a las críticas de Josep Costa, Dolor Feliu y de Clara Ponsatí, impulsoras de una cuarta lista que verá la luz muy probablemente en febrero. Sábado 17 de noviembre medirán sus posibilidades en una convocatoria a la que se han sumado los Comités de Defensa del Referéndum (CDR) y otras plataformas radicales bendecidas por la xenófoba alcaldesa de Ripoll Silvia Orriols.
Sánchez y el ex prófugo que el Estado se encargará de proteger están librando batallas similares. Jordi Turull define el acuerdo como un “triunfo”, la mano derecha del ex presidente Aleix Sarri considera “la amnistía una humillación pública a los jueces, fiscales y abogados del Estado” y la condenada Laura Borrás asegura que “el independentismo será borrado de la directiva de inteligencia” del Gobierno central. Necesitan llenar las respectivas piscinas antes de sorprendernos con altisonantes tirabuzones.
Mientras tanto Junqueras asiste tranquilo a la competición de salto en compañía de EH Bildu, las formaciones que mejor han sabido interpretar el “de necesitad virtud”. Y apostar por el PNV es hacerlo a caballo ganador.
Quién sigue suspendiendo con creces la asignatura es el PP de un Nuñez Feijóo rehén de la toxicidad del actual tablero político. Las bases exigen al gallego tonos más vehementes y confrontación directa al sanchismo, una función que cumple sobradamente Isabel Díaz Ayuso y no encaja con su personalidad. La venidera será una legislatura en la que Gobierno y oposición seguirán distanciándose poco a poco con efectos perniciosos en una sociedad cuya polarización es alimentada por quienes más deberían evitarla.
Sin embargo el verdaderos beneficiario de tal enloquecedora coyuntura es VOX, y precisamente el ala más radical de la formación que preside Santiago Abascal. En anteriores publicaciones lamentamos la despedida de Iván Espinosa de los Monteros y el empoderamiento de Jorge Buxadé, ex militante de la Falange. Los paseos triunfales de algunos de sus capitostes en Ferraz, en la Plaza de Colón o en Barcelona son precedidos por multitudinarias concentraciones alentadas por Revuelta. No es baladí que quienes lideran tal movimiento sean jóvenes del partido cuya ideología y firmes convicciones políticas desembocan en una manifiesta contrariedad a la monarquía e invalidez de la Constitución. Principios solitamente defendidos por grupos extremistas que rehúyen la confrontación parlamentaria.
Good night and good luck Mr President.