Provistos de rifles y revólveres o jugueteando con granadas y cartuchos de dinamitas, los crimínales invadieron la sede de TC Televisión en Guayaquil, la urbe más poblada de Ecuador, durante el mediático programa el Noticiero. Las imágenes del presentador cañoneado pidiendo tranquilidad y sosiego dieron la vuelta al mundo. Afortunadamente las fuerzas policiales recondujeron la inestable situación y no se lamentaron fallecidos entre guionistas, cámaras o técnicos de sonido. Pero la gobernabilidad del país es inviable y a diario se contabilizan actos violentos como la ocupación de centros universitarios o el saqueo de grandes almacenes en los barrios más acomodados de Quito.
Lo más inquietante es la incapacidad del Estado de poner fin a los motines en varios centros penitenciarios. En módulos que más se parecen a hoteles de lujos los internos, algunos de ellos al mando de los citados grupos, han conseguido apresar a funcionarios y guardias armadas. De igual manera, los comercios y las escuelas o las oficinas públicas bajaron las persianas mientras civiles y transeúntes buscaban refugio apresuradamente en sus casas o domicilios privados ocasionado gran confusión.
Uno de los encapuchados que atacaron TC Televisión se dirigió a Noboa recordándole que “guerra querías y guerra tendrás”. Una amenaza cada vez más difundida en Latinoamérica; quién se opone a la metástasis de los grandes cárteles y organizaciones criminales tarde o temprano pagará con la vida. Noboa ha optado por enfrentarse a las intimidaciones y lo apercibimientos. Mediante decreto presidencial declaró el estado de sitio autorizando al ejército a neutralizar “como sea” la veintena de bandas mafiosas y pandilleras “dentro de los límites del derecho internacional humanitarios”. Aclaración que en situaciones tan extremas puede ser interpretada laxamente por parte de los uniformados.
Elegido a mediados de octubre, en una campaña electoral ensangrentada por el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, Noboa prometió restaurar el control estatal y reducir los índices de criminalidad – más de cuarenta muertos cada cien mil habitantes – que sitúan a Ecuador en la cúspide de la peligrosidad mundial junto a México y Venezuela. Según destacados analistas como Jeremy McDermott y Steven Dudley de InsightCrime, o Federico Varone de la Universidad de Milán, el estallido de la violencia tiene su origen en la decisión del mismo Noboa de trasladar a los principales jefes del narcotráfico a prisiones de máxima seguridad que imposibilitaban el vínculo directo con los subalternos en libertad y el control de los negocios criminales.
Disposiciones que provocaron motines organizados y fugas masivas. El Gobierno de matriz conservadora declina negociar y “arrodillarse a los chantajes” de Adolfo Macías “Fito”, capitoste de los Choneros, José Rivas “Joselo” de los Latin Kings o Álex Salazar de los Tiguerones. Siguiendo el modelo de las autoridades colombianas a principios de los noventa, Noboa quiere convocar un referéndum que posibilite la extradición de todos aquellos que fueron condenados por narcotráfico y facilite la incautación de los bienes. La votación requiere de la aprobación del Tribunal Constitucional.
Los motines y la violencia callejera estallaron después de la posible fuga del mismo Macías, el desaparecido líder de la organización más peligrosa a nivel estatal que mantiene vínculos operativos con el temido Cartel de Sinaloa. Basándonos en información de Fuente Latina, agencia de comunicación operativa en el país, “Fito” debería seguir en Guayaquil escondido en el mismo centro penitenciario y velado por su guardia pretoriana. Sentenciado a treinta y cuatro años de cárcel por tráfico de drogas y asesinato, el cautiverio no habría minado su liderazgo.
Que las prisiones se hayan convertido en santuarios y zonas de confort de los grandes cabecillas lo reafirma la decisión de Fabricio Colón, jefe de los Lobos, de refugiarse en el penal de Riobamba. El grupo criminal que encabeza “Fito” se responsabilizó el asesinato de Villavicencio, mientras que Colón amenazó de muerte a la fiscal general Diana Salazar.
La crisis ecuatoriana inquieta a los gobiernos de Argentina, Bolivia y Colombia, temerosos de que pueda ocasionarse un efecto dominó. La misma administración estadounidense ha reiterado su “enorme preocupación” y no descarta intervenir con apoyo logístico. En menos de una década el país, antaño una excepción continental y destino de muchos turistas por las islas Galápagos, ha experimentado una devastadora bajada a los infiernos. El apoderamiento de las organizaciones criminales tuvo lugar a finales del decenal mandato de Rafael Correa (2007 – 2017), quién retrasó la implementación de necesarias contramedidas, y cristalizó durante los sucesivos gobiernos de Lenin Moreno y Guillermo Lasso.
Por su ubicación geográfica Ecuador se ha convertido en el principal hub logístico del narcotráfico continental. El puerto de Guayaquil es uno de los más concurridos de la costa pacífica. Otro factor a tener en cuenta ha sido la llegada de facciones disidentes de las FARC al país y su capacidad para estrechar lazos con grupos autóctonos. Un modus operandi asimilado por los principales cárteles mexicanos y organizaciones balcánicas o la ‘Ndrangheta calabresa. Todos ellos logran enriquecerse introduciendo en Europa, Canadá o Estados Unidos miles de toneladas de cocaína.
Asimismo, la situación ha degenerado por el reaparecer de centenares de bandas callejeras que se dedican a extorsionar las pequeñas y medianas empresas, reclutar jóvenes estudiantes y amedrentar a un número creciente de ecuatorianos. No es baladí que los flujos migratorios hacia Estados Unidos y sobretodo España alcancen cifras parecidas a las de hace veinte años. La terrible crisis financiera de 2008 obligó a mucho emigrantes a regresar, pero la comunidad en Madrid – hace tiempo la más importante de Latinoamérica – es cada vez más numerosa.
Noboa no logrará reconducir la situación a corto plazo. Si bien algunos de sus asesores quieren implementar políticas similares a las de Nayib Bukele, no pueden compararse El Salvador con el país andino. Tristemente hoy las fuerzas armadas y policiales están perdiendo la batalla contra los narcos. Ojalá una estrategia detallada y bien planificada les facilite ganar la guerra.