En segundo lugar, visto con distancia analítica, lo acaecido no tiene mucho de sorprendente, todo lo contrario. El actual Presidente de Gobierno, aparte de los defectos que todos padecemos, tiene unas virtudes, o habilidades, ya harto demostradas. Actúa, sin duda, como fulero e inverecundo, pero también es valiente, el mejor conocedor del nivel emocional e intelectual de sus votantes, intuitivo y perfecto gestor de los órdagos poco democráticos que valientemente lanza, ya sea para alcanzar la Secretaría General del PSOE, para aliarse con quien le quita el sueño, para aliarse con Bildeta, para indultar o para amnistiar. Nada nuevo bajo el sol Sanchista. Este ha sido un órdago, nada democrático, sino cesarista, digno de un “gran timonel”, que le ha vuelto a salir bien. Sale reforzado. De ahí podría venir la desolación, pero no nos desazona tanto porque no cambia la dinámica destructiva que vive la democracia española. Si acaso puede cambiar el ritmo o la velocidad. Tampoco nos va a afectar mucho la irresponsable pasividad o complicidad de una colosal masa crítica de españoles, impasible el ademán ante la carrera hacia el abismo. Como si volviésemos a la Plaza de Oriente. Pero hace tiempo que esa actitud se generalizó, por h o por b. Lo que sí desuela es la inhibición de la oposición, su desaparición, su desaprovechamiento de los cinco días de la ridícula reflexión para movilizar a la ciudadanía, para intentar salvar este ataque a la democracia, para impedir que el Doctor Sánchez levante la falsa bandera del apoyo popular multitudinario (inexistente realmente). Así es cesarista totalitario cualquiera.
Nunca sabremos en qué ha empleado el “gran timonel” los cinco días de la vergüenza.
Por lo demás, si el martes último afirmábamos que lo importante es saber bien que lo que hoy se llama España es una confederación asimétrica desigualitaria, hoy podemos añadir que es totalitaria en alguna de sus “naciones” y cesarista a nivel confederal. Seguimos.