Ahí hay que enmarcar la actuación, en términos generales de la denostada casta política parasitaria española, ante una infamia como la de Gata de Gorgos. Por si a lo evidente hubiese algún detalle especialmente vomitivo que añadir, nos topamos con el hecho de que el ayuntamiento, gobernado por Compromís junto con el PSOE, pagaba luz y agua a los okupas que mataron a David.
Un joven indefenso, muerto a manos de dos marroquíes que lo golpearon con bates de beisbol hasta dejarlo sin vida, mientras un Ayuntamiento se permite la licencia (por las molestias que por lo visto le ocasionaba) de desactivar los comentarios de protesta y repulsa que llegaban automáticamente de todos los rincones de España a través de las redes sociales, en lo que ha sido simplemente un intento nauseabundo y vano de silenciar a la opinión pública por parte de esa casta política parasitaria… e indolente.
No es el primer caso de extranjeros que llegan a nuestro país para asesinar. Tampoco sería el primero de unos asesinos extranjeros que, quedando en libertad, pueden escapar y evitar la condena. Y, por supuesto, no es la primera vez que la casta política parasitaria hace por mirar para otro lado, o pide que no se inflamen los ánimos, o lucha por apagar cualquier debate sobre un problema real para millones de españoles en las menos horas posibles. De la manera más ruin y más cobarde, por descontado.
A nuestra indolente casta política parasitaria no le importa que unos extranjeros asesinos ocupen un chalé de dos plantas con piscina en una zona residencial y exclusiva; no le importa que unos extranjeros asesinos compartan espacio con ciudadanos británicos que, legalmente, llegan a nuestro país para trabajar o para disfrutar con sus ahorros del estilo de vida mediterráneo; y no les importa porque no hay suceso, por inicuo que sea, que les mueva a ‘cambiar’: a modificar las normas y las leyes, a decir ‘basta ya’, a comenzar a defender la libertad y la vida de españoles -normales y honrados- que simplemente quieren vivir con la tranquilidad que siempre han vivido en su municipio.
De ahí la responsabilidad clamorosa de la denostada casta política parasitaria ante familias como la de David. Porque nunca los parásitos que colonizan las instituciones, desde sus torres de marfil, sufren la barbarie de estos asesinos extranjeros, de estos criminales que campan a sus anchas por doquier.
Tal vez, y ojalá nunca jamás sea así, cuando una desgracia toque de cerca a los parásitos que colonizan las instituciones, entonces sí, se plantee seriamente poner fin a una situación que es injusta, insostenible, vergonzosa, letalmente lesiva, y que tiene como principal víctima a la España que (a diferencia de la casta política parasitaria, tan cobarde y tan indolente), simplemente madruga y trabaja, en gran medida, para mantener los privilegios de quienes nada responden a los asesinos extranjeros que matan a los nuestros.