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El expansionismo chino en África, una razón de estado

· El denominado continente negro representa la piedra angular del proyecto de expansión comercial del dragón asiático y la globalización de sus intereses

martes 24 de septiembre de 2024, 09:30h
El expansionismo chino en África, una razón de estado
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No es baladí que en el reciente Foro para la Cooperación entre China y África (Focac) el Gobierno de Xi Jinping reafirmara sus múltiples compromisos. El mismo secretario general del Comité Central del Partico Comunista (PCCh) refrendó en su discurso de apertura de la novena edición la voluntad de “trabajar conjuntamente a África durante los próximos tres años para liderar la modernización del Sur Global”. El retórico concepto de solidaridad ha sido el punto fuerte de Beijín desde antes de que los países de la franja meridional del globo asumieran tan destacado papel en el tablero internacional. Focac, cuya primera edición se celebró en 2000, se ha convertido en el símbolo del expansionismo chino en un sistema geopolítico cuya gobernanza es cada vez más débil e incierta.

Por esta razón, tal y como aconteció en precedentes ediciones celebradas en suelo asiático, 50 líderes africanos se hospedaron desde el 4 hasta el 6 de septiembre en la metrópolis china recibiendo innumerables agasajos. El PCCh no escatimó en promesas y, tras una fase de incertidumbre motivada por la pandemia, su máxima autoridad desglosó un plan de acción de diez puntos para relanzar el ambicioso proyecto hasta 2027. Xi Jinping aseguró una línea de crédito de hasta 30 mil millones de dólares, una tercera parte destinada a heterogéneas formas asistenciales y otros diez mil en faraónicas obras de infraestructuras que serán ejecutadas por multinacionales chinas. Un compromiso inferior a los 60 mil millones de 2018, pero superior a los 40 mil millones de 2021. Los mínimos comunes denominadores de tal desembolso serán modernización y sostenibilidad, términos omnipresentes en cada intervención del secretario general.

Cabe señalar que la desconfianza no prima entre los mandatarios africanos. Una gran parte de los ofrecimientos quedaron en el limbo y algunas promesas no se han mantenido. Sin embargo todos son conscientes de que Beijín sigue siendo un actor casi indispensable y la misma China asume la imposibilidad de prescindir de África para consolidarse como la nueva gran potencia mundial a expensas de Estados Unidos. El Consejo de Estado de la República Popular reconocía en 2010 en un informe la necesidad estratégica de vincular los intereses de “China, el mayor país en desarrollo, con el continente que alberga el mayor número de países en desarrollo (…). Ambos se enfrentan a la tarea de modernizarse económicamente y sólo puede conseguirse fortaleciendo la cooperación mutua (…)”.

Durante el mandato del gran timonel (1949 – 1976) la relación entre la República Popular y los estados africanos quedó marcada por el apoyo a los movimientos de liberación y el principio de no alineación. Un marco estratégico que ha ido dejando cada vez espacio a la proyección económica. Actualmente, según datos del World Trade Organization (WTO), el dragón asiático ha escalado hasta consolidarse como primer inversor de la región subsahariana siendo superado solo por la Únión Europea a nivel continental. En 2023 los intercambios comerciales generaron hasta 262 mil millones de dólares.

Sin embargo el déficit comercial de África se ha incrementado hasta los 45 mil millones de dólares y se espera una ligera reducción a finales de este año. Angola se impone como el país que más exporta a China seguido por la República Democrática del Congo y Suráfrica. Este último lidera las adquisiciones junto a Nigeria y Egipto. Pero las relaciones comerciales representan una mínima parte del volumen de negocios que China gestiona en el continente. Las inversiones desempeñan un papel clave en la estrategia de industrialización con el fortalecimiento de la Belt and Road Iniciative, el faraónico proyecto que mejor simboliza la diplomacia económica del PCCh y su desenfrenada labor de canibalización en el Sur Global.

En 2003 la Inversión Extranjera Directa (IED) de Pekín en África no superaba los 75 millones de dólares. Una cuantía que ha ascendido hasta los 5 mil millones en 2021 para sufragar monumentales obras de ingeniería que facultan potenciar la extracción minera. Los países más beneficiados han sido aquellos que disponen de ingentes recursos naturales como las citadas Nigeria y Suráfrica. A través de préstamos Beijín ha intentado adquirir voluntades convirtiéndose en el primer acreedor de países marginados por los organismos internacionales y en los que el respeto hacia los derechos humanos es más que cuestionable. La imposibilidad para sufragar los créditos otorgados provoca niveles insostenibles de impago - 180 mil millones de dólares - que afectan a sectores de tal calibre como el energético, transporte, comunicación y financiero. Los cinco países con una tasa de morosidad más elevada son Angola, Egipto, Nigeria, Etiopia y Kenia.

La pandemia del Covid-19 ha ralentizado la expansión china debido a su lenta recuperación económica. Esto se traduce en una menor propensión a realizar grandes inversiones en contextos inestables como el africano. El PCCh antepone la laboriosidad de la hormiga a la despreocupación de la cigarra con “operaciones más limitadas pero más sostenibles” como el mismo Xi Jinping ha reconocido el pasado 4 de septiembre. Pero la estrategia económica de China pivotea alrededor del continente negro. Las reticencias de la Comisión Europea hacia la sobreproducción del dragón asiático en sectores como el automovilístico – con la llamativa excepción de Pedro Sánchez – brillan por su ausencia en la Unión Africana.

En su discurso de apertura el líder chino no se limitó a impulsar una integración económica. El PCCh otorga enorme trascendencia a los “intercambios culturales” y a la “coexistencia de diferentes civilizaciones”. La expansión comercial acopla diplomacia económica con una manifiesta estrategia de soft power. Los países africanos revisten un papel fundamental en la hercúlea tarea de conformar un sistema internacional que no se fundamente en los valores occidentales. Por esta razón China intenta seducir a los diferentes mandatarios haciendo hincapié en la frustración colonizadora y desvirtuando la imagen de Europa como núcleo de las virtudes y de la honradez.

Desde hace más de treinta años el primer viaje del nuevo responsable chino de Asuntos Exteriores es a un país africano. El mismo Xi Jinping se desplazó en cinco ocasiones desde su nombramiento a presidente en marzo de 2013. Una cifra superior a las visitas conjuntas de Donald Trump y Joe Biden. Desde 2004 el Instituto Confucio – alter ego del Cervantes – ha enviado a más de cinco mil profesores de china a varios países africanos. Igualmente, la escolarización juega un papel fundamental. Fíjense que en 2018 alrededor de 80 mil estudiantes africanos visitaron el país, una cifra únicamente superada por los alumnos galos. El número de becas ofrendadas por las autoridades chinas a los cerebros más destacados del continente negro aumenta exponencialmente. La educación se ha convertido en un factor desequilibrante de las relaciones internacionales, y de tal manera Pekín invierte en los líderes africanos del futuro.

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