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El 12 de Octubre: un quijotismo espiritual

· Por Luis Sánchez de Movellán de la Riva, Doctor en Derecho, profesor y escritor

By Luis Sánchez de Movellán
sábado 12 de octubre de 2024, 08:00h
El 12 de Octubre: un quijotismo espiritual
El pueblo español, que tantas cosas ha dado a la Historia, ha creado también una actitud ante la vida, una manera específicamente hispana de situarse ante las cosas y los hombres. Esta actitud vital se llama quijotismo. A la inversa del utilitarismo, el quijotismo se propone realizar lo justo, lo noble y lo excelso, sin esperar a cambio un provecho material o positivista. El quijotismo es el modo español de entender y practicar el cristianismo, el humanismo y la justicia social. Esta actitud no se da naturalmente en estado químicamente puro, porque España es, en todas sus manifestaciones, un país dual. El mismo Cervantes lo comprendió así cuando puso al Caballero Andante y a su escudero Sancho juntos, en binomio inseparable, formando una unidad dialéctica y no dos mónadas separadas entre sí.

El quijotismo en estado químicamente puro es un absurdo y sólo puede salvarse y adquirir su pleno sentido si va unido al realismo y a la cordura de su escudero. Porque lo auténticamente español, en la vida y en el arte, ha sido siempre una extraña síntesis entre lo trascendente y lo inmanente; y así lo entendía también Ramiro de Maeztu cuando, en La crisis del humanismo, escribía: “Una sociedad ha de constituirse sobre las columnas visibles e invisibles del mundo; sobre el ideal y la realidad, al mismo tiempo”.

El quijotismo es la expresión más fiel y veraz de nuestra idiosincrasia, lo más noble que ha parido la más antigua nación de Europa, pero ello no impide que tenga mala prensa. Hay españoles que de la mejor buena fe – pero también con sibilina mala idea- quieren degradar las andanzas de don Alonso Quijano a puros libros de caballerías y desacreditan también a quiénes, como don Miguel de Unamuno, han defendido el quijotismo. Ello nos parece una actitud errónea, ya que frente al vacío espiritual existente en los países dominados por la concepción utilitarista del mundo y frente a un mesianismo histórico que pretende establecer el reino de la justicia sobre pilares tan vidriosos como el `comisario político´ y el apparatchik de turno, nosotros afirmamos el quijotismo español, que representa el intento más sublime de realizar la justicia entre los hombres, la manera más hidalga y más caballeresca de luchar por el bien y enfrentarnos al mal.

Pero un quijotismo fecundado y equilibrado por la sobriedad realista de Sancho. O dicho en términos kantianos: la razón pura unida a la razón práctica. El espíritu no puede separarse de la materia, los grandes sueños de la realidad, las empresas nobles de lo prosaico, la España eterna de la España temporal. Si don Quijote fracasa no es porque sus ideales sean absurdos, sino porque no tiene en cuenta los imperativos del entorno y opera sobre una base meramente volitiva. El quijotismo conserva su plena vigencia, pero para que triunfe hay que liberarlo de su hiperespiritualidad -que es una abstracción- y fundirlo con el sentido de lo práctico. Unamuno, el defensor más celoso del quijotismo, escribía en Andanzas y visiones de España, lo siguiente: “No somos de los que sacrificamos los hombres a las ideas, sino al revés, las ideas a los hombres. Y, en este sentido técnico y preciso, puede y debe decirse que don Quijote, tan idealista en la acepción vulgar y ambigua de esta denominación, era en rigor un antiidealista”.

Lo antiidealista o lo realista es el trabajo eficaz, la obra bien hecha, el patriotismo sin fisuras. Por ello, volvamos la espalda al `quijotismo de salón´, al quijotismo esteticista y declamatorio de las tertulias literarias, los mass media o las RRSS. Llevemos el auténtico quijotismo, el espiritual, a todos los ámbitos de la nación española, para que se convierta en una actitud capaz de satisfacer no sólo nuestros sueños ideales, sino también lo prosaico de cada día.

No cabe ninguna duda que si don Quijote, con su grandeza de espíritu y su sensibilidad humana, viviera hoy entre nosotros, no toleraría que bajo un gobierno como el actual, se fomentara la desintegración de la Patria, se permitiera el entreguismo a los enemigos tradicionales de España, se pretendiera liquidar la familia, se derrochara el dinero público a espuertas, se emponzoñara el alma de la juventud, se convirtiera en héroes a los malvados y se secuestrara la libertad, que es – como dijera El Ingenioso Hidalgo- “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos” y por la cual “se puede y debe aventurar la vida”.

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