Las averías de este sistema son evidentes y manifiestas. Puede ocurrir que alguien se imponga claramente por el voto popular y sin embargo pierda las elecciones. Algo similar aconteció a Hilary Clinton en 2016 y a Al Gore en 2000. Al elegir cada estado a dos senadores, independientemente de su población, el voto de algunos ciudadanos es más relevante. El de un aforado en Wyoming, por ejemplo, vale cuatro veces más del de un residente en California. De hecho ambas formaciones prefieren no desplegar sus campañas electorales en lugares considerados bastiones de los republicanos o de los demócratas. Por lo tanto los dos candidatos optan por centrar sus energías en los calificados como swing states.
Basándonos en los estudios de aclamados politólogos como John Ikenberry, Vittorio Emanuele Parsi o Timothy Besley el resultado electoral se decidirá en Wisconsin, Michigan, Pensilvania (Midwest), en Georgia y Carolina del Norte (South) y en Arizona y Nevada (Southwest). Curiosamente en Ohio o Florida todo parece indicar que alea jacta est mientras que en Arizona, Georgia y Carolina del Norte – solitamente bastiones conservadores – la incertidumbre reina soberana. Los tres académicos citados llevan tiempo preguntándose cuáles son las razones que subyacen a esta indecisión. Aparentemente influyen parámetros socioeconómicos, niveles educativos, la historia y las tradiciones y la densidad poblacional .Todos ellos se utilizan para vaticinar un desenlace nada esperado.
El desafío para los dos antagonistas se vuelve complejo. Están obligados a argumentar discursos válidos tanto en ámbito estatal como nacional. Satisfacer las demandas que provienen de los votantes de los territorios mencionados sin alienar al resto. Los siete estados mencionados comparten rasgos similares. Su población, con la excepción de Nevada, tiene un nivel educativo que refleja el promedio nacional. Además la densidad poblacional es calcada con grandes aglomeraciones metropolitanas y suburbios juntos a desmesuradas áreas rurales, desérticas o montañosas. En Arizona más del 60% de la población se concentra alrededor de Phoenix y en Nevada el porcentaje alcanza el 75% cerca de Las Vegas.
Los rasgos socioeconómicos de los siete estados difieren entre ellos. Al finalizar la pandemia el único que ha logrado aumentar su PIB ha sido Arizona, con una tasa de crecimiento del 13%, muy superior a la del bienio anterior con Trump como mandatario. Los otros seis se caracterizan por la lenta recuperación que tampoco ha despegado con las inversiones públicas implementadas por la administración de Joe Biden. En Pensilvania y Wisconsin el 40% de la población vive en condados donde en 2023 el PIB seguía siendo inferior al de 2019.
El Midwest es el compendio de un país significado por fases de desindustrialización y globalización. Localidades como Pittsburgh han resurgido gracias a la potente maquinaria siderúrgica y los ateneos universitarios convirtiéndose en un hub de la investigación sanitaria, las finanzas y las comunicaciones. Pero otros siguen luchando para recuperar fastos anteriores. Detroit, otrora meca de la música y de la industria automovilística, ha perdido alrededor del 50% de su población en los últimos cincuenta años y en Pensilvania la industria extractiva de hidrocarburos se resiente por su impacto medioambiental.
Dinámicas antagónicas a las de territorio colindantes. El boom logístico y los obligados procesos de deslocalización han forzado a grandes multinacionales a transferir algunos departamentos en Texas, estado donde los costes laborales son inferiores y los sindicatos débiles o ausentes. Andrea Farnós explica en un interesante reportaje publicado en El Confidencial el 29 de octubre como el éxodo californiano está alterando el sur de los EE.UU. desde un prisma económico y cultural.
La combinación de variables industriales, económicas e migratorias ha creado enormes presiones sobre el mercado inmobiliario con un aumento exponencial de los precios y relativo endeudamiento. Tanto en Arizona como en Nevada los costes hipotecarios absorben el 40% de los ingresos familiares, casi el doble de la tasa nacional. La emergencia habitacional como tema central del debate electoral no es un fenómeno únicamente español, sino global. Si Harris promete generosos subsidios, Trump acataría el problema expulsando a millones de ilegales y redistribuyendo los inmuebles vaciados.
Last but not least es importante destacar el fenómeno Atlanta. La capital de Georgia se ha convertido en un punto neurálgico de la economía estatal al albergar las sedes centrales de multinacionales de la talla de Delta, Coca Cola, UPS o CNN. También se ha reforzado la producción industrial con la apertura de fábricas de baterías de coches eléctricos con Elon Musk como principal inversor. En Carolina del norte se está potenciando la investigación universitaria atrayendo a un perfil más cercano al votante demócrata. Desde el triunfo de Barack Obama en 2008 la formación del burro ha ido acumulando sonoras derrotas.
Estas matrices socioeconómicas representan sólo algunos de los factores que pueden explicar hacia dónde se decantará el electorado. La espinosa cuestión del aborto y de los derechos reproductivos, la inmigración, el medio ambiente o la política exterior son otras variables que jugarán un papel importante. Pero son las cuestiones relacionadas con la economía las que más preocupan al electorado americano. En 1954 se estrenó la película de Stanley Donen siete esposas para siete hermanos de Stanley Donen. El 5 de noviembre sólo uno entre Harris o Trump contraerá matrimonio y no será en Oregón.