Hace poco al preguntarle a un inteligente [todos los míos, cada uno a su manera, lo son] amigo ¿Cómo vas? Riéndose con alegría me respondió, escapando. Y que conste que como la mayoría también ha pasado lo suyo.
Lo dijo en gerundio, usó una forma verbal que no se define por rasgos tales como el tiempo, ni el modo, ni el número, ni la persona; utilizó una forma verbal no finita que señala una acción en proceso.
Y la alegre contestación me hizo reflexionar, sobre la cantidad de veces que he escuchado como respuesta a esa pregunta: “Si pudiera romper con todo”. Obviamente nunca lo oí de la boca de un amigo, como ya dije todos los míos, cada uno a su modo, son inteligentes.
Romper es destruir y, por tanto, al final inevitablemente quien rompe, también se rompe. Fintar, dejarlo abandonado y sin quebrar, tomar soleta y darle el esquinazo, aunque sea por la vía urgente de salir de naja, es arte de otro costal; es regalando impronta construir en otra dimensión.
Estar donde uno no quiere, es una suerte de ausencia de la que solo te libras si decides partir, y para liberarte de nada sirve proceder con todo a partirle la madre, como haría un bandido mejicano; es mucho más efectivo y saludable para todos marchar con calma y risueño como hace mi tranquilo amigo, que no se le parece ni un ápice, aunque le pongas sombrero, bigote y un pistolón en la mano.
Y, a mayores si practica el buenismo [lo que hace imposible nuestra amistad], alguien pensará que aquí nada se dice de la posibilidad de enderezarlo. Obviamente no lo hago porque no cabe esa posibilidad. Te sugiero si eres de los que lo has pensado, que vuelvas al comienzo y releas la premisa que se establecía al principio y reza “Si así tiene que ser, que sea”; por tanto, hablo de esa o esas “torres de pisa” que por estar de manera intrínseca en su particular esencia no admiten corrección a su inclinación, y ante las que solo cabe escapar o romper, por tanto, dado que cada minuto resta, bien pensado puesto que no se necesita mucho para casi nada, mejor sin demora iniciar la evasión para dejar en su función y utilidad rota la prisión, al faltar el prisionero.