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África subsahariana, el hub energético del futuro

· La creciente población y briosa economía del continente negro precisa de un acceso cada vez más inmediato a los servicios energéticos

viernes 03 de enero de 2025, 10:00h
África subsahariana, el hub energético del futuro
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Todas las actividades económicas de la sociedad moderna han dependido del hallazgo de nuevas fuentes de energía. Sin embargo la vinculación de las mismas con el cambio climático, véase Agencia 2030, mantiene abierto el debate sobre el uso de los recursos naturales. El esmero hacia el medio ambiente pone de relieve la inquietud global por la desmesurada explotación de los limitados manantiales utilizados para actividades industriales y la historia enseña que ningún país ha logrado reducir los índices de pobreza sin una diferenciación energética y servicios más eficientes.

Desde el prisma global África se mantiene como el territorio que menos dispendia. En 1970 era receptora del 4% del suministro mundial de energía y después de 50 años el aumento ha sido irrisorio (6%) con poco más del 3% de gasto eléctrico. El consumo per cápita de los países subsaharianos está muy por debajo de la media mundial y las principales fuentes de energía siguen siendo el carbón vegetal y la madera recolectada. El uso tradicional de biomasa cubre el 40% de la demanda primaria y alrededor del 50% del consumo total. Similares porcentajes tienen un impacto dañino en la salud de alrededor de 500 millones de habitantes que asisten impotentes tanto a la degradación de los terrenos como a la deforestación.

Por estas razones la creciente población y la economía africana requieren de un acceso inmediato y heterogéneo a los servicios energéticos. Se estima que la tasa de crecimiento poblacional y económico será de aquí al 2040 superior al 2% y al 4%, únicamente por detrás de India y en paralelo a China. Las iniciativas a favor las renovables se incluyen en proyectos emblemáticos como la Agenda 2036 y se consideran herramientas para lograr la emancipación de la sociedad. La misma Unión Europea (UE) a través de su Programa de Innovación confirma la voluntad de impulsar acciones específicas que favorezcan la búsqueda de fuentes de energías sostenibles ampliando significativamente las oportunidades de financiación de proyectos de innovación y desarrollo tecnológico con países africanos.

La tierra se encuentra en medio de una transición energética sin precedentes, alimentada por inversiones millonarias en fuentes alternativas y políticas destinadas a la reducción de emisiones y la mejora de la eficiencia energética. En el último lustro la inversión mundial en fuentes renovables ha experimentado un crecimiento exponencial con un aumento del 40% respecto al periodo 2014-2019. Al mismo tiempo la eficiencia energética ha logrado avances impensables contribuyendo a una reducción de la demanda. Gracias a determinadas políticas se aguarda que la petición mundial se reduzca a la mitad en 2050.

Pero el decrecimiento no es simétrico en todas partes. La anhelada metamorfosis no progresa al mismo ritmo en todas las regiones y las desigualdades emergen sobre todo en los países en vías de desarrollo. El continente africano se enfrenta a obstáculos morrocotudos. Pese a atesorar un potencial enorme para las renovables – energía solar, hidroeléctrica, eólica y geotérmica – su acceso es limitado y los recursos son claramente ineficientes.

Fíjense que el número de personas que desde el año 2000 han accedido al suministro eléctrico se ha duplicado con un cómputo total de 850 millones. Números engañosos siendo el porcentaje de electrificación de la zona subsahariana del 45%, una cuantía muy inferior a la de los restantes continentes. El escenario más optimista prevé que el suministro eléctrico se cuadruplique antes de 2040 y que la capacidad de generación alcance los 270 gigavatios mediante la energía solar fotovoltaica y la hidroeléctrica, si bien esta última sea más vulnerable al cambio climático y requiera de una exigente planificación.

Además, el continente sufre la escasez de infraestructuras. Según datos de la FAO (Food and Agriculture Organization, NdA) el 5% de las personas y de las mercancías se desplazan por vías terrestres y únicamente el 15% de la vía ferroviaria resulta operativa. En muchos países los marcos regulatorios son débiles o inexistentes, dificultando la adopción de los estándares internacionales y tecnologías punteras. La transición energética representa una oportunidad para el desarrollo económico y una alternativa a las desigualdades sociales y los graves problemas ambientales. La relevancia geopolítica de África es incuestionable, pero se necesitan inversiones.

Bruselas observa con especial interés a la otra orilla del Mare Nostrum. La guerra en Ucrania exigió buscar alternativas a Rusia y organizar una diversificación de las vías de suministro de gas y petróleo a corto plazo. La UE pretende convertir a África en un socio fundamental al tratarse de un territorio rico en recursos energéticos convencionales, pero también en materias primas críticas – tantalio, cobalto – indispensables en la producción industrial de baterías de litio, paneles solares o turbinas eólicas.

Los desafíos y las oportunidades son multíplices. Desde el prisma gasistico, a los socios tradicionales como Argelia, Egipto y Libia - las relaciones comerciales entre la primera y España han vuelto a reanudarse después del inexplicado viraje de Moncloa a favor de Rabat sobre el Sahara Occidental - debe añadirse Mozambique, el gran desconocido. No es baladí que en los últimos años Italia, la gran beneficiaria de la crisis monclovita con Argelia, haya reforzado los nexos diplomáticos con Maputo con visitas en marzo de 2022 del entonces ministro de AA.EE. y del presidente Sergio Mattarella. En un informe reservado el gigante energético ENI (Ente Nazionale Idrocarburi) señala la presencia de tres mil millones de metros cúbicos de gas frente a las costas mozambiqueñas, la novena reserva de gas natural más importante al mundo.

Los yacimientos de petróleo descubiertos en 2011 se ubican en el norte del país en la región de Cabo Delgado. Un territorio inestable por una atormentada guerra civil y la presencia de organizaciones yihadistas. El hallazgo de los depósitos en vez de traer prosperidad ha agravado la coyuntura. Multinacionales como la citada ENI, TotalEnergies y Anadarko han impulsado varios proyectos, siendo el transalpino el único activo al situarse a 80 kilómetros de la costa. Una distancia que sus analistas valoran como segura para evitar ataques terroristas. La corporación gala suspendió sus actividades debido a los ataques a pueblos e instalaciones por parte del grupo islamista Al Shabaab.

África juega un papel esencial también en el sector de los metales y minerales críticos para la transición energética como el coltán y el cobalto. La República Democrática del Congo satisface el 60% de la demanda mundial, cifra que repercute significativamente en la redefinición de los equilibrios geopolíticos. Similar concentración de un recurso tan deseado altera drásticamente el mercado energético tradicional. Ningún productor de crudo detiene más del 10% de las reservas mundiales y Kinsasa se ha convertido desde hace tiempo en un escenario de feroz competencia entre actores regionales – varias ONGs acusan a Ruanda de alimentar el conflicto en el este del país – y potencias internacionales. China controla 8 de las 14 minas de cobalto y Rusia ofrece servicios de seguridad a cambio de la explotación de las minas de oro. Suiza está al acecho – en el pasado sufragó 180 millones de dólares para resolver casos de corrupción – y la UE busca evitar el rígido control gubernamental firmando acuerdos con Kigali.

El éxito de la transición energética dependerá de la capacidad de garantizar que nadie se quede atrás. El continente negro precisa de un sistema confiable, económico y limpio que faculte el desarrollo socioeconómico. Bruselas – y consecuentemente España – deben convertirse en los facilitadores de esta metamorfosis prestando especial atención a políticas de protección industrial que no deterioren la flaca estabilidad institucional de los estados en vías de desarrollo.

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