Pero cuando la práctica totalidad de las dudas han quedado definitivamente despejadas ha sido con motivo de la declaración como investigado en sede judicial del ‘Mozart extremeño’. Si no fuese por las ingentes cantidades de dinero público que se habrían dilapidado, la cosa no pasaría del chascarrillo, se podría valorar en clave de guasa. Pero no está el horno para bollos.
El hermano de Sánchez quedó retratado como un perfecto ignorante. No en el contexto de la ‘ignorancia excusable’, es decir, la que se debe a la falta de medios y oportunidades para solventarla; sino, en el extremo opuesto, en el de la ‘ignorancia culpable’, la que se deriva de la desidia, de la pereza o de la falta de interés por conocer, teniendo los medios y oportunidades para hacerlo… lo que no hizo el susodicho porque probablemente estaba más obsesionado con forrarse en tiempo récord y excesivamente ocupado en cruzar la frontera de Portugal. El tipo no sabe nada de nada de nada en relación a su puesto, salvo que al término de cada mes el Estado le paga.
Decidan lo que decidan juzgados y tribunales en relación a la megacorrupción que rodea al entorno gubernamental, partidista y familiar de Sánchez, comparecencias como las del ‘Mozart extremeño’, el hermano electrocutado -vistas las dimensiones del enchufe-, son un insulto máximo: para el contribuyente en general y para los funcionarios públicos en particular.
Pero más allá de que se señale finalmente cárcel o no en estos procedimientos para los investigados (Ábalos, Koldo…), lo que quedará ya de manifiesto por los restos es que el presidente ha tenido y tiene a su alrededor, se mire donde se mire, una verdadera banda de aficionados. ¿Cómo es posible que le esté costando tanto a España acabar con esta cuadrilla de insolventes?