El Conflicto de Ucrania y Rusia: ¿Un nuevo enfoque de Trump?
Durante su primer mandato, Trump adoptó una postura ambigua con relación a la crisis abierta entre Ucrania y Rusia. Aunque apoyó la venta de armas al gobierno de Kiev y sanciones a Moscú, también expresó admiración por el presidente ruso, Vladimir Putin. Esta relación ambivalente podría redefinir la política exterior estadounidense si se cumplen los anuncios reiterados de Trump sobre poner fin a la guerra. En ese caso, estos serían algunos escenarios:
Reducción de Apoyo Militar a Ucrania: Trump ha reiterado en múltiples ocasiones que Estados Unidos ha invertido demasiado en el conflicto ucraniano. Su enfoque podría ser reducir el apoyo militar y diplomático a Kiev, buscando una solución negociada con Moscú. Esto podría incluir una mayor presión sobre Ucrania para que acepte concesiones territoriales, lo que podría enfurecer a los aliados de la OTAN y llevar a una mayor inestabilidad en la región.
Restablecimiento de Relaciones con Rusia: Si bien Trump no es un firme aliado de Putin, su acercamiento pragmático podría llevar a una normalización de las relaciones entre Washington y Moscú. Este acercamiento podría implicar una disminución de las sanciones y un diálogo directo con el Kremlin, lo que podría reducir las tensiones en Europa del Este.
Riesgo de Aumento de la Polarización Internacional: La postura aislacionista de Trump podría dividir aún más a las naciones occidentales, con algunos países de la OTAN y la UE presionando por un enfoque más agresivo hacia Rusia, mientras que otros podrían ver con buenos ojos el giro hacia el realismo pragmático de Trump.
La influencia de Trump en Oriente Medio
La región de Oriente Medio sigue siendo un centro de inestabilidad, con varios actores involucrados en conflictos prolongados. Durante su primer mandato, Trump fortaleció su apoyo a Israel, reconociendo Jerusalén como su capital y retirando a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán. Su retorno a la Presidencia podría intensificar o cambiar radicalmente los equilibrios en la región.
Mayor Apoyo a Israel: Trump es un firme defensor de Israel y sus políticas de seguridad. Su llegada al poder ha auspiciado una tregua entre Israel, Hamas y Hezbolá tras 15 meses de una cruenta guerra que se ha cobrado miles de vidas y una devastación total del territorio gazatí. Aunque estos pasos hacia la frágil paz se vienen dando desde hace meses con la mediación de Egipto y Qatar está por ver cómo encajarán en las negociaciones los intereses norteamericanos. Lo que sí parece seguro es que el presidente refuerce su compromiso con el estado judío, especialmente en lo que respecta a su posición frente a Irán y sus aliados en la región.
El tablero sirio: Aunque Trump retiró las tropas estadounidenses de Siria, su enfoque de no involucrarse directamente en el conflicto podría verse alterado con el derrocamiento de Assad, el desgaste de Rusia e Irán y el creciente papel de Turquía en la transición siria. Cabe recordar que ya en su primer mandato tuvo que lidiar con el difícil equilibrio de apoyar a sus aliados kurdos, que fueron clave en la lucha contra el Estado Islámico y las ofensivas turcas en el norte del país árabe.
Estados Unidos, Irán y China: Desafíos y Oportunidades
Irán: ¿Un renacimiento del Acuerdo Nuclear o nuevas tensiones?
El acuerdo nuclear con Irán, formalmente conocido como el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), fue uno de los puntos de mayor controversia durante el primer mandato de Trump. La espantada norteamericana del acuerdo en 2018 marcó un giro significativo en la política hacia Irán. En la nueva estancia en la Casa Blanca, es probable que Trump siga una estrategia de "máxima presión", implementando sanciones adicionales y buscando aislar más aún a la república islámica a nivel internacional, aprovechando la pérdida de su aparente fuerza geopolítica. Sin embargo, un cambio en la postura estadounidense podría incluir:
Diplomacia Condicional: Aunque Trump es conocido por su estilo negociador, su enfoque hacia Irán probablemente sea más agresivo, imponiendo estrictas condiciones para cualquier reanudación de las conversaciones. Podría buscar incluso términos más favorables a los intereses de Estados Unidos e Israel, pero el riesgo de un conflicto armado siempre estará sobre la mesa.
Reforzamiento de la Presencia Militar en la Región: Trump podría aumentar la presencia militar en el Golfo Pérsico para contener a Irán y sus aliados, lo que podría generar una escalada en el ya tensionado estrecho de Ormuz y otras áreas estratégicas.
China: Competencia económica y estrategias en el Pacífico
Las relaciones de Estados Unidos con China en este periodo recién iniciado probablemente continuarán siendo tensas, con un enfoque en la rivalidad económica y tecnológica. El "desacoplamiento" de las economías de ambos países podría acelerarse en áreas clave como la tecnología, las manufacturas y el comercio. Los posibles escenarios incluyen:
Escalada en la Guerra Comercial: Trump podría retomar o intensificar la guerra comercial iniciada en su primer mandato, implementando tarifas más altas y buscando una mayor independencia económica de China. Las implicaciones podrían ser profundas para las cadenas de suministro globales y las relaciones económicas internacionales.
Inestabilidad en el Mar de China Meridional: La nueva Administración norteamericana buscaría reforzar su apoyo a los aliados, como Japón, Australia y Taiwán, desafiando las reclamaciones territoriales chinas en el Mar de China Meridional y Taiwán. Esto podría aumentar las tensiones militares en la región, con un riesgo real de confrontación directa.
Competencia en Inteligencia Artificial y Tecnología: La rivalidad por la supremacía en tecnologías emergentes, especialmente en inteligencia artificial y 5G, podría definir gran parte de la política exterior estadounidense hacia el gigante asiático durante el mandato de Trump. Esto podría incluir sanciones y aranceles más estrictos a empresas chinas como Huawei y restricciones en el acceso a tecnologías clave.
Un Futuro Incierto pero determinado
La presidencia de Donald Trump será una continuación de su enfoque nacionalista y realista en política exterior. Si bien la diplomacia podría verse como una prioridad secundaria frente a la defensa de los intereses estadounidenses, sus decisiones podrían dar forma a una nueva era de alianzas internacionales más flexibles, pero también más volátiles. Con una posible reducción de los compromisos internacionales en algunos frentes, la competencia estratégica con Rusia, China e Irán y por ende con aquellos socios integrados en el grupo de los BRICS, seguirá siendo el eje central de la política exterior de Estados Unidos, mientras que el equilibrio en regiones como Oriente Medio y el este de Europa podría depender de sus interacciones -siempre impredecibles- y su disposición a negociar o tensionar conflictos.