La ocupación rusa de determinados territorios como el Donbás, Donetsk y la península de Crimea no está necesariamente correlacionada con la presencia de materias primas. Sin embargo al hilo de las palabras de Trump resulta obligado incluir tal variable en la ecuación de un resultado por ahora desconocido pero cada vez más trascendente: la importancia de los recursos críticos en las relaciones internacionales.
La amplitud geográfica de Ucrania representa aproximadamente el 0,4% de la superficie terrestre. Pero según estimaciones de la consultora Guggenheim Partners, referente del mercado inversor americano, contiene el 5% de los yacimientos minerales a escala global. Antes de la invasión el número de minas operativas no superaba las tres mil unidades, siendo una gran mayoría formadas por minerales no ferrosos. Además, los territorios ocupados del este contienen ingentes depósitos de gas natural. Pero el verdadero tesoro para los intereses occidentales se ubica en la zona comprendida entre los ríos Dníester y Bug y se extiende hasta el mar de Azov en la parte meridional del Donbas.
Un área de aproximadamente 250 mil kilómetros cuadrados donde los depósitos primarios están asociados con cantidades variables de materias primas críticas como el aluminio, cobre, litio, niobio y tantalio. Tampoco escasea el uranio - un 2% de las reservas mundiales - que podría interesar ante una posible reactivación de la industria nuclear. Oleksandr Kravchenko, directivo de McKinsey & Company, subrayó en Davos en enero de 2025 que “todo esto convierte a Ucrania en un tesoro preciado en un entorno imprevisible”.
El país cuenta además con enormes reservas de titanio, material necesario para las superaleaciones de la industria aeroespacial, médica y automovilística, que representan el 7% de la producción mundial. El depósito de Zavalievsky es uno de los almacenes naturales de grafito más importantes sin explotar en suelo europeo. Un material clave para los ánodos de las baterías y actualmente un sector industrial monopolizado por los fabricantes chinos. Ucrania también es el quinto productor de galio, utilizado para semiconductores, y un proveedor estratégico de gas neón, esencial en la fabricación de chips. La avanzada bélica rusa de febrero de 2022 ocasionó una relevante escasez de tal elemento con drásticas repercusiones en las cadenas de suministro estadounidenses.
La misma Unión Europea (UE) identificó en 2020 a Ucrania como un socio fundamental para el suministro eventual de 20 de las 33 materias primas críticas. Como maniobra preventiva, algo bastante imprevisible, se avió en julio de 2021 un diálogo que parece haber quedado en stand-by por el conflicto. Basándonos en los informes del servicio geológico de Finlandia, potencia minera y depósito mundial del preciado torio según un reciente descubrimiento, la otrora república soviética almacena hasta 600 mil toneladas métricas de litio, el oro blanco para las baterías. Cantidades que podrían suplir gran parte de la demanda comunitaria hasta 2030.
Según un informe de la noruega Equinor (Statoil hasta 2018, NdA), una gran parte de estos recursos energéticos y minerales se encuentran en una franja ocupada por la armada rusa. El valor estimado asciende a los 12 billones de dólares. Y esta es una de las razones, aseguran fuentes de la inteligencia británica, por la que el Kremlin estaría reactivando la logística urbana de las áreas colindantes a Zaporiyia y Donetsk, donde se encuentran reservas de litio. Sin emabrgo alrededor del 60% del preciado material es potencialmente accesible para las fuerzas occidentales y no es descartable que el mismo Trump quiera entablar negociaciones con Putin basándose en el actual estatus quo.
Al hilo de tales dinámicas, en la carrera por las materias primas no debe subestimarse cuanto querrá intervenir EE.UU. en el proceso de extracción directo o en la financiación de proyectos in loco. Debido a la proximidad geográfica, los intereses preexistentes al conflicto y el alineamiento con los objetivos medioambientales, la UE presenta una candidatura más afable. Pero es necesario tener en cuenta la fortaleza negociadora y el poder de persuasión de la administración norteamericana sobre Volodimir Zelenski.
Lo que más urge a Kiev, siempre que se logre un acuerdo entre las partes, es la reconstrucción industrial de un país que ha perdido el 50% de las infraestructuras energéticas. Y especialmente la reactivación del sector minero que en 2021 representaba alrededor del 6% de su producto interior bruto (PIB) y el 30% de las exportaciones siendo inviable su operatividad lejos de las cadenas internacionales de suministro. Rentabilizar los enormes depósitos requiere de la colaboración de grandes multinacionales del sector, de tecnología extractiva puntera y de una cuidadosa refinación.
Será necesario balancear la necesidad de modernización con la seguridad económica de los países aliados. Una labor compleja y heterodoxa a la diplomacia muscular de un Trump dispuesto a poner en entredicho la misma Alianza Atlántica en las conversaciones telefónicas con su admirado Vladimir Putin. El gran riesgo es un progresivo arrinconamiento del sistema comunitario en el tablero internacional y “un regreso al siglo XIX con el derrumbamiento del universalismo liberal y la fuerza bruta como fuente única de derecho”, como bien explican los periodistas Alicia Alamillo y Argemino Barrio en El Confidencial (véase enlace https://shorturl.at/dlFDi).
Sin olvidar que lo más candente es devolver la esperanza y la tranquilidad a la sociedad ucraniana. Un pueblo “que lo ha arriesgado todo y que sigue comiéndose a mordiscos la vida a pesar de la amenaza bélica diaria” en palabras del experto en cooperación internacional y residente en Kiev Gianmattia Lobina, director regional de crecimiento global para Ucrania y Europa Central por la contratista en desarrollo internacional DT Global.