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Influencia

· Nunca ni por ética ni por estética me gustó, y por ello a tal fin en la medida de mis posibilidades, frente a las externas influencias ideológicas trabajé con denuedo para evitar ser un patético perrito de salpicadero

domingo 23 de febrero de 2025, 09:34h
Influencia
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¿Los recuerdan? Aquellos que continuamente movían el cuello arriba y abajo sin, en su pobre y triste existencia, tener otra opción que la de afirmar. Aún sabedor de lo cambiantes que por su propia esencia son los paradigmas, no quiero cuando me las cuentan que me influyan otras creencias que la fundamentadas en la ciencia, e incluso así y todo tengo siempre la sana costumbre de contrastarlas con otras fuentes, prefiriendo que estas de poder ser, sean de signo contrario.

Por la misma regla, al hablar o al escribir, no pretendo para nada influir, nada queda más lejos de mi intención. Al final de su propio pensamiento, sea este original o adoptado, el único responsable es cada cual. Por eso rara vez hago míos los ajenos e invito, sin que suponga imitación, a que todo el mundo haga lo mismo.

Reivindico la libertad de expresión en primer lugar a título colectivo como derecho básico para combatir el pensamiento único en toda sociedad libre, en segundo lugar, porque creo que este derecho es esencial para conseguir todos los demás, y en tercer lugar a título individual enarbolo la libertad de expresión como la mejor bandera para el mero desahogo, algo que manejado con inteligencia tiene mucho más alcance que el denostado con razón derecho al pataleo.

Nunca me convencieron los idearios polarizados, las estructuras mentales que solo admiten el blanco o el negro, y estigmatizan cualquier opinión que se encuentra en el rango de los grises. Me parece irracional cumplir a rajatabla con lo dictaminado por el blanco nuclear para etiquetar como bueno o malo todo en cualquier momento y lugar; y exactamente lo mismo me ocurre con el negro lleno de una oscuridad total.

En el campo de los conjuntos de ideas empaquetadas con su colorido lazo, los opuestos extremos se tocan como mínimo en dos cuestiones: la primera, siempre ambos tienen razón sobre el mismo algo por pequeño que sea; y la segunda, nunca ninguno de los dos reconoce como cierto en el otro un solo algo por pequeño que sea.

Con independencia del grupo de ideas que lo integran, jamás compro un pack completo de ellas, y mucho menos si viene con descuento; generar una idea llamativa y seductora por su calidad siempre es costoso y tiene mucho mérito, por tal motivo quien es capaz de generarlas a granel me resulta sospechoso y no me vale que me cuente que al producirlas es muy eficiente porque hace buen aprovechamiento de las economías de escala.

Para aceptar una idea, independientemente de quien venga pues a tal efecto también incluyo a mi persona, la someto con ánimo de su refutación a una prueba de contraste argumental, y así el primero que realizo es el argumento de sabiduría que consiste en una confrontación con mi propio conocimiento y experiencia; el segundo, el conocido como argumento de autoridad y salvo que venga de una persona con base en un gran reconocimiento por su profundo conocimiento de la materia, no me vale nada; el tercero, que aplico es el argumento de interés y si alguien está con ello haciendo negocio me sirve menos todavía; y el cuarto argumento que utilizo con la finalidad de rechazarla de entrada es el que se conoce como argumento de la mayoría, pues siempre me acuerdo de la regla de las moscas, aquella que dice que como miles de millones de moscas no pueden estar equivocadas, aunque huela mal come …….

En esta sociedad donde tantos aplauden a quienes viven de la influencia y los siguen con los ojos cerrados, rechazarla puede hacer que te consideren un inadaptado; si así fuere no me importa, no lo veo grave y en según qué casos me parece hasta coherente, y no puedo dejar de acordarme del que internaron en un centro para curar antisociales, al que tras una temporada ingresado para evaluar si lo ponían en libertad le preguntaron que sería lo primero que haría si lo soltasen y respondió que fabricarse un tirachinas y lanzarle piedras a la gente; los pensantes influyentes lo sometieron a un curso para su rehabilitación impartido por un experto contratado ex profeso a tal efecto, algo que ya se empezaba a experimentar por aquel entonces, y lo reeducaron en la práctica del amor por la gente antes de la siguiente evaluación y cuando llegó la entrevista le volvieron a repetir de nuevo la misma pregunta, a lo que respondió que lo primero que haría sería conocer una chica, respondieron que eso está muy bien y le dijeron si haría algo más, y contestó que al oído solo le diría cosas bonitas y le acariciaría con delicadeza el cuello y la nuca, no está nada mal añadieron con cara de agrado los miembros del tribunal e insistieron sobre si ya pararía o seguiría, a lo que el evaluado respondió que inmediatamente le quitaría la goma del pelo para construirse un tirachinas y lanzarle piedras a la gente.

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